viernes, 28 de diciembre de 2012

MATANZA

Sobre la persona de Andy Milligan, ese director del cual, sin duda alguna, es mucho más interesante su vida personal que cualquiera de las películas que hizo, ya hemos hablado aquí en otras ocasiones, o en la reseña de esta misma película en nuestro libro “Malas pero divertidas” firmada por Naxo.  Pero yo nunca había visto esta película en concreto, posiblemente, la más conocida de cuantas hizo, que incluso tuvo su edición en nuestro país en vhs. Y créanme cuando les digo, que es una película para amar y odiar a partes iguales. En mi caso, la cosa me ha acabado entusiasmando tras un tiempo odiándole por culpa de la película “Los hombres lobo están aquí”.
Una mansión alberga los espíritus de un joven matrimonio que sin saber por qué, se suicida al comienzo de la película. A esta mansión llegan de nuevas una parejita muy dicharachera y cariñosa, del montoncillo ella, feo y grasiento con cierto aire a lo Joe Spinell, él.  Pronto serán asediados por los poltergueist de esa casa y deberán ingeniárselas para librarse de ellos, ya que deciden que no quieren vender la casa.
Obviamente, la película está tomada muy en serio y sin ninguna intención  de causar simpatía al espectador, eso queda claro. Es más, teniendo en cuenta que Milligan montaba directamente en cámara, dios me libre de decir que es un gran director, pero algo de idea tenía. Al final de la reseña les explicaré por qué trato de excusarla un poco. Cuenta la película, con todos los elementos necesarios para que la película llegara a dar un miedo atroz, a saber: discos que se ponen solos, cuchillos que se caen del estante en las manos de la protagonista, objetos que vuelan, apariciones espectrales, incluso sangre y vísceras… sin embargo, el resultado es una de las más tristes comedias involuntarias de la serie Z. ¿Qué es lo que pasa? Que obviamente, la falta de presupuesto y el exceso perjudica seriamente una trama que no está ni tan mal.
Para empezar, los espíritus que dan por saco a nuestros protagonistas son demasiado insistentes y pesados. Están todo el tiempo haciendo de las suyas, ergo, como están haciendo acto de presencia cada dos minutos, pronto nos acostumbramos a ellos. ¿Y cómo hacen acto de presencia? moviendo cosas, sobretodo. Lo que pasa es que la cámara totalmente desenfocada, los hilos que vemos enganchados a los objetos y los movimientos de estos, pausados, y que se nota en todo momento que alguien tira de las cuerdas, no ayudan demasiado en que nos metamos en  situación, y es inevitable que soltemos una risotada acompañada de un “¡venga, coño!”.
Por otro lado, esperando yo diálogos de los más besugo, me encuentro con largas conversaciones intrascendentes, pero no del todo delirantes, rollo culebrón, sobre el amor, la familia, el matrimonio y todas esas cosas que obsesionaban a Milligan, pero en ningún momento son diálogos surrealistas. Que no lo sean, lo único que consigue, es que todas esas escenas de diálogo sean un absoluto peñazo… sin embargo, al final el tedio no es tanto, ya que aguantamos la película perfectamente y miramos la película con interés, porque la historia no está tan mal, y además disfrutamos un montón viendo como coloca Milligan la cámara en el trípode y la gira 180 grados, con los traqueteos que esto supone.
Atención también a la aparición de los espíritus… básicamente, salen ellos tal cual, sin nebulosas ni artificios de ningún tipo.
En definitiva, que como serie Z desastrosa, me cautivó.  Sin embargo, he aquí la prueba de que hay un público para todo y los motivos por lo que no le sentencio como una absoluta mierda de director: a la persona que la vio conmigo, conocedora de este tipo de películas, y, supongo, muy en sus cabales,  le encantó la película, pero no como serie Z malísima. Le gustó porque pasó miedo, le pareció entretenida, e incluso se tapaba la cara en las escenas más sangrientas, incluida la celebre escena en la que a un individuo le abren las tripas, y en lugar de estas, aparecen por el orificio unos suculentos espaguetis. Y eso también convierte a esta película en algo raro y especial.
Ahora, esto es la etapa ochentera del director. De la anterior etapa, si tienen curiosidad por ver algo, les diré que no tiene nada absolutamente que ver con esto. Si quieren ver Milligan, lo suyo es que vean esta, y olviden lo demás.