martes, 29 de enero de 2013

ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS

¿Pero qué hostias está pasando en Hollywood con los vampiros? Ya el sol no les hace daño (al menos los de esta película no brillan) y para colmo de males se sacan de la manga que no se pueden matar entre ellos, aunque esta regla se la pasan rápidamente por el forro cuando en el final del filme dos vampiros se zurran la bandana a base de bien. No tiene puto sentido, si algo tenían los vampiros es que eran seres nocturnos, que es el momento en el que los humanos más desprotegidos estamos por estar durmiendo. Al ponerlos a plena luz del día no los haces mas amenazantes, al revés pierden parte de ese lado oscuro que nos puede llegar a aterrar. Pero no solo los vampiros son los que llevan a esta película al ridículo, de eso ya se encarga su previsible guion, con más fallos, y agujeros que las venas de un yonki. Si al menos la película hubiese empezado con: “En un mundo paralelo….” o “En otra dimensión similar a la nuestra….” Pero no. Todo lo dan por sentado que ocurrió en nuestro mundo, y eso lo hace aun más ridícula porque… bueno, en fin, es que es lamentable.

Siendo un joven chaval, el bueno de Abraham Lincoln ayuda a un niño negro al que estaban azotando. Los padres del futuro presidente se interponen, y aunque salvan a los críos, esa noche recibirán un castigo, la madre será mordida por un vampiro y para colmo Abraham lo verá todo. Pocos días después, la madre muere. El joven zagal decide que se vengara cuando sea más mayor, y así lo intentara, pero descubrirá que un tiro en un ojo, no le hace mucho a un vampiro. Abraham será entrenado (en una tarde o tarde y media) por un cazavampiros llamado Henry quien le ira marcando objetivos a los que destruir. Pasado el tiempo el Sr. Lincoln deja el mundo de la caza de vampiros y se mete en política. Llega a presidente, pero tiene que lidiar con una guerra civil, que en su fuero interno está causada por los vampiros, ya que ellos ven en la esclavitud una forma de alimento rápido, barato y que tienen a mano. La batalla final tendrá lugar en un tren camino a Gettysburg, enlazando así hechos históricos con el terrible guion.

Todo es previsible, lo ves venir desde 15 minutos antes, los personajes son bastante ridículos, amén de la cara de sosainas del actor protagonista (Benjamin Walker, quien no ha hecho nada reseñable) El malo malísimo (Rufus Sewell, Destino de Caballero, Dark City) hace una especie de artes marciales, que no sé yo si por aquella época los asiáticos las habrían compartido ya o no, pero que no pegan en el marco histórico y dan así como grimilla, no sé, como ver a una de las meninas con un ipod. En la parte de acción, los efectos especiales están bastante conseguidos, pero las coreografías de lucha son del montón, y la posición de la cámara horrorosa en la mayor parte. No sé si las rodaría una segunda unidad o su director, el ruso Timur Bekmambetov, quien como siga por este camino, no podrá quitarse el sambenito de director de mierdas de acción.

La película es bastante terrible, PERO, y aquí viene el pero, se puede ver si estas acompañado por amigos, más que nada por las mofas de los momentos ridículos, y aun así, yo votaría por ver cualquier otra película que tengáis por ahí. Ver y olvidar, aunque lo segundo en este caso sea más difícil.