miércoles, 2 de enero de 2013

EL CLAN DE LOS NAZARENOS

Que maravillosos tiempos, incluso antes de que yo naciera, cuando en España se hacía cine popular. Maravilloso poster. Tan maravilloso, como engañoso. Se nos vende, bajo el título del “El clan de los nazarenos” a tres individuos, ataviados de semana santa, conduciendo motos y portando metralletas. Una idea muy “cool” para los tiempos que corren, incluso parece una idea desenfrenada de esas que copian Tarantino o Robert Rodríguez, pero que en la época salía de manera natural. Y además, es que es mentira. Efectivamente, en la película, los protagonistas van encapuchados para hacer sus fechorías, pero en ningún momento van de nazarenos como se nos promete en un principio. Simplemente usan pasamontañas morados. Pero para que nadie pueda poner en duda la mezcla de acción y religión, dentro de la película existe un fuerte componente religioso.
Un monje de clausura, harto de dedicar su vida a dios sin encontrar pruebas de su existencia, decide que va a delinquir para ver si así consigue atraer la ira de dios y comprobar si existe o no existe. Para ello se convierte en el líder de una organización criminal, junto a un grupo de delincuentes (un boxeador que mató a un tipo a puñetazos, un quinqui y un asesino) con los que robará, asesinará, secuestrará y extorsionará. Las diferencias entre este grupo, surgirán en el momento en el que hacen acto de presencia una mujer de la que el monje se enamora, y un macarra con ansias de poder y dinero.
Antes alababa las bondades del cine popular español de los setenta, porque venía a cuento y por la idea inicial de esta película, cuanto menos descabellada, pero, sinceramente “El clan de los nazarenos” es un coñazo, que sí que tiene momentos más o menos divertidos, pero que en definitiva es más mala que un día sin pan. Y es que la peli está muy mal explicada. De pronto nos encontramos al grupo de delincuentes actuando, pero no sabemos nada de ellos, y en la tercera escena ya está la trama muy avanzada, como si el montaje fuera malo o la película hubiera sido sometida a severos cortes, cosa que no sería de extrañar. Nos vamos enterando del palo que van los personajes a medida que avanza la película y entre ellos se van contando sus historias.
Y aunque en un principio la cosa arranca y parece que va a ir bien, finalmente, a mitad de película, estando los protas en la casa en la que habitan, se queda parada. Y no avanza. Continúa el metraje, pero la cosa sigue sin avanzar… y el tedio se apodera del espectador. Cuando termina la película, nos damos cuenta de que en realidad es una chorrada sin ningún interés. Conocida también con el título de “El profanador”, una de sus ediciones en video fue titulada absurdamente ¡¡”El clan de los sicilianos”!! así que adjunto abajo el cartel de cine y el de esa ignota edición videográfica (sobre temas caratuliles, pueden ver más aquí).
En los papeles protagonistas tenemos al versátil Javier Escribá, Tony Isbert, Alvaro de Luna o Antonio Sabato. El responsable de este coñazo es Joaquín L. Romero Marchent, conocido por los Spaguetti Western de principios de su carrera, la película “Las fantasías de Cuni”, para lucimiento de un pre adolescente Lolo García, pero sobretodo, por dirigir la mítica serie de televisión “Curro Jímenez”.