martes, 25 de junio de 2013

AQUELLAS CARATULAS MARAVILLOSAS (33): A LO CHUNGO Y CON LA CARA DEL OTRO



De Sho Kosugi, los ninjas ochenteros e "Indestructible: ruega por tu muerte" ya hemos hablado con anterioridad en este blog, aunque de esta última nunca todo lo profusamente que merecería. Así, por encima, se trata de un especie de "Death Wish" en el que se cambia al justiciero urbano por un ninja retirado que decide retomar las armas cuando su familia es agredida por la mafia. "Indestructible: ruega por tu muerte" se hizo bastante popular en la época gracias a su notable ultra-violencia. Incluso sufrió algunos leves cortes cortesía de la señora censura (¡que puta!). 
Pero que nadie se entusiasme, naturalmente vista hoy la cosa no parece tan tremebunda. Puede que incluso se haya superado. La diferencia, sin embargo, está en que mientras la violencia super-gore y hiper-sangrante de, por decir una reciente con Kosugi, "Ninja Assassin" resulta muy espectacular y llamativa, es tal su exageración y estilización que, al final, no hace daño. La de "Indestructible: ruega por tu muerte" puede que no sea tan llamativa, por el contrario, es más cruda, física y destila mucha más mala leche. Violencia y hemoglobina a un lado, esta obra del veterano Gordon Hessler se deja ver, aunque tampoco es nada del otro jueves. Su moderado éxito esputó el proyecto de una segunda parte que nunca llegó a materializarse.


Otro de los aspectos curiosos y atípicos de "
Indestructible: ruega por tu muerte" era el look del ninja. En este caso, Sho Kosugi no se conformaba con el habitual mono negro, para la ocasión lucía sus mejores galas en plan macro-ninja de la muerte con casco, muñequeras y nosecuantos abalorios más. Algo que debió de molarles mucho a los eternamente desvergonzados muchachos de "Topacio Home Video", quienes usaron una imagen (invertida) del amigo Kosugi con toda la indumentaria (y que en la caratula de "Indestructible: ruega por tu muerte" figura en la parte trasera) como portadón de "El poder del dragón" (misteriosamente subtitulada "La posada del dragón verde"), prototópica epopeya feudal de artes marciales made in China y que, como todas las caratulas del palo, tiene los nombres mal escritos o tergiversados. Dado lo poco puesto que estoy en pelis de este rollo, si alguno de ustedes domina la materia y puede echar luz, tiene todo nuestro consentimiento.


"El legado del diablo" es un clásico menor del añorado horror ochentero, en el que el eterno hermano raro de Ron, Clint Howard, interpreta una versión masculina de "Carrie", un chaval poco agraciado y blanco de continuas bromas por parte de sus compañeros de academia militar que, un buen día, y gracias a un ordenador (en la época comenzaban a despegar), contacta con el espíritu de un temible brujo satanista interpretado por el legendario Richard Moll. Después de mil y una putadas, a cada cual peor, Clint Howard se servirá de su nuevo amiguito para vengarse, en un final que se hace esperar demasiado pero que, pa compensar, ofrece toda la truculencia que uno podría desear en aquellos tiempos. "El legado del diablo" no es ninguna maravilla, pero resulta inevitablemente entrañable. La edición original lucía una caratula bien reconocible y popular que, a ojos de un infante, resultaba inquietante. Mucho menos afortunada era la edición -presupongo que- posterior cortesía de "Exagono Films".
Para romper con la costumbre, cabe señalar que, por esta vez, las imágenes de la parte trasera SÍ pertenecen a "El legado del diablo".
Muy al contrario, con la parte frontal, todo cambia. Ni idea de dónde sacaron esa calavera. Ni tampoco de qué catálogo de a saber qué grandes almacenes extrajeron ese ordenador tan blanco, reluciente y listo para estrenar. Lo más llamativo sin duda es el monstruo que aparece en la pantalla. ¿Lo reconocen?. Veámoslo más detalladamente...


¡¡SÍ!!. Se trata del fantasma de la bibliotecaria de "Los Cazafantasmas" (invertida también, ¿de verdad se creían que haciéndolo evitaban todo posible reconocimiento?). ¡¿Recuerdan la genial escena?!, es la primera vez que Bill Murray, Dan Aykroyd y Harold Ramis se enfrentan cara a cara con un ente sobrenatural. No están preparados para cazarlo, así que improvisan aquello de "A por ella!". Lo único que logran es que la hetérea bibliotecaria se convierta en esto que ven, meta un aterrador rugido, los cazafantasmas salgan pitando y los chavales que fuimos a verla en la época nos pegáramos un susto, pero uno de esos que molaban. Suspiro!.
Tiempos desvergonzados, tiempos ingenuos, tiempos felices.