miércoles, 9 de abril de 2014

VIDA BUENA, VIDA MALA




Ya dije en una ocasión que con el cine evangélico gitano pasa lo mismo que con las exóticas cinematografías Turca o Peruana, que una vez descubiertas, vistos un par de títulos el chiste deja de serlo, puesto que parecen unas calcos de las otras.
Pero hace tiempo, alguien en los “comments” de este blog, me recomendó esta película, alegando que se trataba de una película amateur gitana, alejada de las evangélicas que al final solo son panfletos religiosos, y casi, el único género cultivado en su cine.
Se trata de una comedia con intención de serlo, rodada a base de planos secuencia eternos, con la pericia de aquél que no tiene ni idea de que existe el montaje y el plano contraplano y que para separar unas escenas de otras, utiliza todas las cortinillas posibles y disponible en el Pinacle Studio con el que se ha medio montado. O sea, cine amateur de verdad. Todo lo demás es pose.
Cuenta la historia de una familia gitana que vive en una chabola y que subsiste recogiendo chatarra. Pero la crisis hace que con ese negocio no saquen ni para comer, con lo que el patriarca de la familia tendrá que salir a buscarse la vida. Viendo que no es capaz de hacer nada  bien por su falta de estudios y experiencia, un famoso camello acaba convenciéndole para que venda droga, con lo que saldrá de la pobreza y su vida cambiará, pero tendrá que sotear las situaciones que su nuevo estatus conlleva.
Primordial; no deja de sorprenderme como los gitanos, con solo una vídeo cámara y una idea de base que tampoco va a ninguna parte, son capaces de hacer películas tan entretenidas. Si todas las del rollo evangélico son de por sí entretenidas, esta con intencionalidad cómica, es ya la re-hostia. Introducen un buen número de gags, bastante localistas y gitanos que sin embargo, funcionan. Y las pelucas son una constante en esta película.
Como si de una película de los Monty Phython se tratara, aquí las presencias femeninas se solucionan disfrazando de mujer a un gitano, cosa que, lógicamente, induce a la risa en cualquier caso y con cualquier público. Por no mencionar a un impersonator de Camarón, bautizado para la ocasión como “Camaleón de Peña Perro”, que se canta, en directo, tres canciones seguidas, con la peculiaridad de que, al contrario que cualquier gitano, este canta horrorosamente.
Por otro lado, cuando anoche visionaba la película, pensé en que es de alabar la voluntad y entrega de los gitanos a la hora de llevar a cabo una película, no solo en el hecho de completar una peli de ¡¡¡Dos horas!!! –que no se hacen largas- sino la manera de inmiscuir en ella al barrio entero. Hay una escena que me parece de una maestría a la hora de dirigir, digna de un Berlanga en buena forma. Y lo mejor es que estos gitanos, ni siquiera son conscientes de ello. Recordemos que la película entera está resuelta a base de planos secuencia (de los obvios y naturales, no intencionados. Todo aquél que no tiene ni idea de hacer una película y decide hacerla, lo hace a base de planos secuencia, no se si me explico),  pues hay una en la que un grupo de gitanos entra en un bar, quejándose de que les detiene la policía porque llevan coches buenos. La cámara sigue a los personajes dentro del bar estando ellos una serie de minutos dentro. Salen fuera y la lían con los vecinos, y justo cuando la cámara se coloca a espaldas de uno de los gitanos, vemos una avalancha de unos cincuenta gitanos más que vienen de lo lejos con palos, para correrles a hostias, en una secuencia coreografiada con maestría, puesto que se necesita una sincronización perfecta para rodar un plano así. Los gitanos lo consiguen con solo una indicación de los directores, un tío que va avisando a la horda de los palos –intuyo-  para decirles cuando deben salir de la esquina, y lo consiguen a la primera. Dudo que hayan rodado esta escena más veces.
Pero sobretodo, insisto, son dos horas de lo más entretenidas, de lo más artesanas y puras, que convierten esta película en algo único.
Sin embargo, la moraleja de toda película gitana, no falta en esta, ya que el final nos viene a decir, que si vendes droga, acabarás mal. De hecho, en los títulos de crédito iniciales, cuando el título aparece “Vida buena, vida mala”, acto seguido sale otro rótulo que nos invita a reflexionar nada más comenzar la película: “Tu decides”.
En el circuito natural del cine gitano (básicamente Youtube) la película fue un éxito, lo que propició que los artífices rodaran una secuela directa, que ya me muero por ver.