miércoles, 2 de abril de 2014

WAXWORK II: EL SECRETO DE LOS AGUJEROS NEGROS

Los noventa y la introducción de humor en las cintas de terror hicieron mucho daño, sobretodo a la serie b de aquella década, dónde todo (con excepciones como “Leprechaun” que no deja de ser una saga víctima de esas circunstancias) era especialmente malo y dónde, a rasgos generales, se estaba más por hacer reír que por causar terror en las producciones de corte fantástico.
El caso es que, muerta y enterrada la “Vestron”,  y en plenos noventa, queriendo repetir el éxito de “Museo de cera”, Anthony Hickox con menos duros y, al fin de al cabo, buenas intenciones se pone manos a la obra con una secuela directa de aquella, que empieza justo dónde terminó la primera y que propone un poco de lo mismo, en un entorno distinto, pero vamos… que repite formula. Así, vemos metida a la pareja protagonista en un lío, en el que para demostrar ella en un juicio que no tiene nada que ver con el asesinato de su padrastro, se meten en la casa de un tipejo que tiene los dichosos “Agujeros negros” que harán viajar a nuestros protagonistas, más que a través del tiempo, a través del cine de terror, buscando pruebas que la declaren inocente. Así, vemos a los protagonistas metidos de lleno en películas como –paso a enumerar  guiños detectados- “Amityville”, “Nosferatu”, “Alien el octavo pasajero”, “Terroríficamente Muertos”, “Poltergeist”, “Los Pájaros”, “El Cuervo”, “Zombi”, “Godzilla”, “Fiebre del Sabado Noche”, “La invasión de los ultracuerpos”o “Regreso al Futuro III” , que yo recuerde, además de pasarle factura, como en la primera, a la mayoría de monstruos clásicos. Todo esto con un Zach Galligan ya con papada, haciendo una serie de ridículas cucamonas, y con el humor por bandera, y el sentido del ritmo en el culo, ya que todas estas referencias, aparecen en su mayoría en los primeros cuarenta minutos de película, mezclados todos sin orden ni concierto, para de ahí en adelante, viajar al medioevo y desenlazar ahí el resto de la película, enfrentándose los protas a un tal Scarabis, que para rematar, en el flojo doblaje castellano lo bautizan como otro personaje mítico: Scaramouge.
La cosa al final es un revoltijo de parodias, homenajes y cameos (Bruce Campbell, David Carradine, Drew Barrymore, Martin Kemp, Michael Des Barres o Alexander Godunov), unos títulos de crédito finales en los que vemos que a los personajes secundarios se les pone nombres como Romero, Argento, Hitchcock, etc… servido todo con muy poca gracia, torpemente y convirtiendo algo, a priori, súper divertido, en un coñazo de los de “Por favor, que se acabe ya”. Y es que Anthony Hickox era un autentico manazas. Además de un osado, porque si la primera era una serie b resultona y altamente entretenida, en esta se empeña en hacer, con menos pasta, una película que pedía a gritos que se le metieran millones y millones para llevarla a buen puerto.
Noventera hasta tal punto de que, para ser promocionada, y al igual que “Tortugas Ninja” y otras tantas de esos mismos años, cuenta con un vídeo-clip de raperos que a consecuencia de hacer el soundtrack de una peli, automáticamente fracasaron-caso de “Partners in kryme” en el caso de las “Tortugas Ninja”, “Big Dad Pierce & L.A. Posse” en este caso- y fue, tardía y discretamente estrenada en nuestras salas, gracias a un José Frade que en los noventa ya agonizaba (en la misma tanda estrenó “Pollo Jurásico”), con un póster (el adjunto) que era feo de pelotas, en el que citaba "El retorno del Jedi" y lo hacía mal -pone "El regreso del jedi-  y que trataba de ocultar su condición de secuela, porque, bueno, tampoco es que “Museo de cera” fuera una película muy conocida en nuestro país. Así que la distribuidora de Frade, que tantas películas había convertido en falsas secuelas, convertía una secuela real en una película independiente de una saga. Cosas del “Exploitation”.
Con todo, no deja de ser curiosa. Pero es una mamarrachada. En definitiva, un “Quiero y no puedo”.