martes, 15 de julio de 2014

OZ, UN MUNDO FANTÁSTICO

Los ingredientes son, a priori, los adecuados para dejar huella en toda una generación: Año, 1985. Producción Walt Disney de imagen real que se anuncia como continuación directa de "El mago de Oz", adaptando a la par los dos libros secuela originales escritos por el mismo L. Frank Baum, "The Marvelous Land of Oz" y "Ozma of Oz". Y, sin embargo, ahora que todo lo ochentero mola tanto -más aún si hablamos de cine-espectáculo- pocos parecen acordarse de "Oz, un mundo fantástico", traducción que recibió en España el mucho más directo y adecuado "Return to Oz" (no confundir con "Oz, un mundo de fantasía", el puto estropicio que perpetró Sam Raimi en 2013). Por lo visto 1985 no fue precisamente el año de Disney, porque también entonces estrenaron la famosa "Taron y el caldero mágico" que fue un desastre comercial por resultar demasiado siniestra. ¿Es ese el mismo caso de "Oz, un mundo fantástico"?... pues en parte sí, pero en parte no.
Veréis, según he leído por ahí, hay quien achaca el fracaso a que la peña esperaba una continuación pura y dura del clásico de 1939, el colorido musical con Judy Garland y, no, esta nueva aventura queda bastante, bastante lejos de aquella. No incorpora canciones y, como decía, Disney insiste en apostar por un tono tirando a oscuro y extraño. El cocktail resultante, obvio, fue lo bastante indigesto como para que las familias no acudieran en masa al cine a verla, quedando así como una pequeña pieza anómala en el siempre reivindicado panorama cinematográfico de tan florida década. Es más, ni tan siquiera yo piqué a pesar de que "Fotogramas" inundaba sus páginas con enormes fotos del film y su peculiar fauna. Tal vez también se debiera a la edad, en 1985 cumplí los 13 y prefería ver cosas como "Regreso al futuro" antes que productos -aparentemente- para críos. Ayer noche fue mi primera vez.
Han pasado seis meses desde que Dorothy llegó del mundo de Oz. Desafortunadamente nadie cree las historias tan raras que cuenta sobre leones cobardes y hombres de hojalata, así que deciden llevarla a un inquietante psiquiátrico para someterla a electroshock (!!!!!). Pero, justo antes de que el doctor pueda darle al "On", se funden los plomos y Dorothy escapa. Cae en un río y la corriente se la lleva hasta... el mundo de Oz.
Una vez allí, y en compañía de una gallina habladora (esta vez Totó se ha quedado en Kansas), descubre que el paso del -poco- tiempo no ha tratado nada bien ni al camino de las baldosas amarillas, ni a la ciudad Esmeralda, que se encuentran en ruinas. Para colmo, los habitantes parecen haber sido convertidos en piedra, incluidos el león cobarde y el hombre de hojalata. Al Espantapájaros lo han secuestrado. ¿Quién es el culpable?, un personaje llamado Rey Gnomo que habita en el interior de una montaña. Así las cosas, Dorothy hace nuevos amigos, un soldado mecánico que funciona a cuerda (Tik-Tok), Jack Pumpkinhead (con una calabaza sobre los hombros) y un alce disecado y, tras enfrentarse a una malvada bruja de cabeza intercambiable, pone camino a la montaña para rescatar a su viejo amigo relleno de paja.
Pues sí, "Oz, un mundo fantástico" hace gala de algunos ingredientes bastante rarunos y oscuros. El arranque ya tiene tela, con esa Dorohty a la que dan por chalada y su ingreso en un manicomio donde piensan freirle el cerebro. O el deprimente estado en que se encuentra el mundo de Oz. Telita. Pero es que luego la cosa no mejora mucho. Todo es bastante surrealista y absurdo. La secuencia en que la bruja mala despierta sin cabeza y persigue a la niña mientras los perolos que tiene guardados en vitrinas gritan como posesos. La llegada a la montaña, donde el Rey Gnomo la someterá a una prueba de los más chorra y arbitraria, sin mucho sentido ni justificación. O, ya puestos, el poco coherente modo en que los héroes acaban con él.
Tampoco resulta tranquilizador cuando, una vez resuelto el entuerto, Dorothy se despide de sus amigos apresuradamente, casi contra su voluntad y no demasiado "happy-mente", mientras la princesa que la devuelve a Kansas se la mira fijamente y sin transmitir ninguna emoción (tal vez ello se deba al talento limitado de la actriz que le da vida, ¿quién sabe?). Claro que también podría pensarse que lo narrado se trata de, simplemente, el efecto del electroshock sobre el joven cerebelo de la protagonista. El Rey Gnomo se parece mucho al doctor y la antipática enfermera de aquel es igual que la bruja de las cabezas intercambiables (ambos son los mismos actores). O el hombre mecánico, que recuerda vagamente a la máquina de electroshocks. En fin, saquen sus propias conclusiones que yo sacaré las mías.
Supongo que el presupuesto de la película sería generoso, aunque no tanto como para superar pequeñas limitaciones técnicas propias de una época en la que los efectos especiales todavía eran mayormente artesanales. Por ejemplo, Jack Pumpkinhead y el Espantapájaros apenas lucen articulaciones en sus rostros. Uno estira la calabaza y el otro abre un poco la boca, pero de ahí no pasa (y según he leído, efectivamente ello se debió a que no quedaban más dólares en el banco). Pero tampoco molesta. A un anciano de mi porte ya le mola eso de encontrarse con trucajes de la vieja escuela: un porrón de stop-motion, otro porrón de animatronics, bastantes mate paintings, algunos cromas, etc, etc. Delicious!!.
Dichas limitaciones impiden que sus responsables puedan desmadrarse mucho más, centrando la historia en los personajes y las situaciones justas y exprimiéndolos lo máximo posible... aunque sea a base de diálogos. Pero vamos, que la peli está maja. Resulta entrañable toda ella. Cierto es que llegada la parte del Rey Gnomo se torna un pelín plomiza, pero aún así uno la puede disfrutar y, obvio, ponerse nostálgico en el proceso.
A pesar de que el invento no rulara favorablemente en las taquillas, generó cierto -bonito- merchandising y, como era de prever, un selecto club de fans. Pueden ponerse al día sobre todo eso y más en esta web. Habitando un mundo tan extraño como el nuestro, ¿quién necesita a Oz?.
En cuanto al personal implicado, encontramos nombres bastante curiosos, comenzando por el reparto. A Dorothy le da vida, en su debut cinematográfico, una requetejovencita Fairuza Balk, cuyas inconfundibles agresivas facciones volveríamos a ver en películas como "Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto" (interpretando a una puta teenager), "Jóvenes y brujas" (el film que la hizo popular), "American History X" (como la novia nazi del prota, aquí incluso pueden verle las ubres) o en el reciente "Teniente corrupto" de Werner Herzog. La acompañan Nicol Williamson (el Merlin del famoso "Excalibur" del 81. También cura en "El exorcista 3"), Jean Marsh (haciendo lo que era su especialidad a raíz de la famosa serie "Arriba y abajo", persona estirada y antipática), Piper Laurie (la madre de "Carrie" en el clásico de De Palma. Vamos, que esto de cuidar crías no se le daba muy bien, visto lo que hizo con aquella y lo que hace con Dorothy en esta -aunque no interpreta a su madre, si no a su tía-), Matt Clark (actor básicamente televisivo de muy familiar faz), el enano de rigor, Deep Roy (que a pesar de la currada que se pegó en el "Charlie y la fábrica de chocolate" de Tim Burton interpretando a todos los "Oompa Loompa", siempre le recordaré por su intervención en "Licencia para amar y matar"), Emma Ridley (básicamente famosa por el escándalo que lió cuando decidió contraer matrimonio con tan solo quince primaveras, dos años después de intervenir en la peli de Diney, de otro modo imagino que no la hubiesen querido tocar ni con un palo) y, en un papel muy segundón, la guapa Sophie Ward (que ese mismo año se haría popular como la novia del joven Sherlock Holmes en "El secreto de la pirámide". Su carrera posterior no acabó de despegar, interviniendo en productos segundones, telefilms o cosas de terror como "Waxwork: El secreto de los agujeros negros" y "Book of Blood").
El director, Walter Murch, venía del campo del montaje, actividad esta de la que se responsabilizó en pelis del calibre de "Apocalypse Now", "La insoportable levedad del ser", "El Padrino, parte 3", "El paciente inglés" o la reciente "El hombre lobo". Durante mucho tiempo "Oz, un mundo fantástico" fue su primera y casi única peli como mandamás (lógico después del fracaso que supuso), hasta que en el 2011 su amigo George Lucas le rescató para que dirigiera un capítulo de la serie "Star Wars: The Clone Wars" (previamente Murch había trabajado como montador para Lucas en el corto "Captain Eo", que dirigía su también colega Francis F. Coppola. No en balde Lucas aparece en los agradecimientos del film reseñado y, según Imdb, Coppola hizo de eventual asistente para Murch, aunque no figure acreditado). Desde entonces ha seguido dedicándose a aquello que mejor se le da, cortar y pegar celuloide (o frames).
Es en el apartado de los efectos especiales y de animación donde encontramos también unos cuantos nombres genuinamente interesantes. Por ejemplo, Will Vinton, reputado y respetado especialista en mover plastilina, aquí máximo responsable. Lyle Conway, creador del monstruo que protagonizaba "El terror no tiene forma". Y Henry Selick encargándose del storyboard. Justamente, Selick acabaría prosperando mucho como director, suyas son "Los mundos de Coraline", "Monkeybone", "James y el melocotón gigante" y, ¡¡YES!!, la famosa y fermosa "Pesadilla antes de Navidad". Que no, que el director no era Tim Burton, era Selick, al que el de los rizos hizo sombra (en realidad la función de aquel fue como guionista y diseñador de personajes, aunque este último dato resulte algo discutible a poco que conozcas la obra de Edward Gorey). Justamente, en "Pesadilla antes de Navidad" tenemos como protagonista a Jack Skellington, que en un momento dado aparece bajo la forma de un tipo con cabeza de calabaza muy parecido al Jack Pumpkinhead de "Oz, un mundo fantástico". ¡Alehop!, y así termino con una de esas piruetas con las que tanto me gusta finiquitar estas malditas y estúpidas reseñas.