Héctor El Father
surge a finales de los 90, con el grupo Héctor y Tito, cuando el
reggetón estaba todavía en bragas y aún
se hacía, en cuestión de ritmos urbanos, básicamente rap, pero poco a poco, el
pseudo movimiento fue abriéndose camino hasta convertirse casi en la música
totalitaria de Puerto Rico y, Héctor El Father, pasó a convertirse en uno de sus máximos
exponentes. Ese género musical mueve millones en Puerto Rico, por lo que pronto
Héctor se volvió rico y excéntrico, y comenzó a hacer payasadas tales como
tirar cientos de dólares desde el escenario. Y aunque en todos los países de
habla hispana este individuo causó sensación, a mí me parece un tipo de lo más
mediocre. Digamos que nunca he podido escucharme un disco entero en el que
estuviera Héctor.
Al margen de esto, ocurre otra cosa muy graciosa con los
raperos latinos. Tras tirarse media vida cantando al hedonismo, a las mujeres,
el dinero, hacer el gangster y siendo completamente amorales, cuando empiezan a
pasar de moda y a bajar la venta de
discos tienen epifanías, por lo que se vuelven ultra-católicos. Entonces
reniegan de todo lo que han hecho, se retiran de la música, se ganan el favor
de un público al que les gusta mucho estas cosas y se convierten en pastores
evangelistas (o de la variante cristiana que sea) para pregonar la palabra de
dios a los cuatro vientos y volver a estar en el punto de mira ¡Menuda jeta!
Ya le pasó a Gerardo Mejía y le sucede, unos años después, a
este. Con lo cual, ahora ambos están viviendo de la sopa boba y sacando alguna
canción de rap cristiano ya en el meridiano de sus vidas, a pesar de haberse
retirado. Y su público pica y los jalea, y como ahora son hombres de dios, pues
resultan ser todavía más queridos.
Bien, pues el fenómeno del rapero latino que se vuelve
cristiano también me resulta fascinante, es uno de mis placeres culpables y
sigo y estudio —no hay mucho que estudiar en realidad— el caso de cada nuevo
rapero cristiano con devoción. Además es un caso muy de Latinoamérica dónde ya
les va más este rollo católico y religioso. En los USA hay casos menos
flagrantes y en España también hay casos de raperos católicos, pero no de
conversiones, quiero decir, que hay curas y sacerdotes que hacen rap, pero no
raperos malotes (porque en España todos los raperos son chavales de clase media
con un ligero retraso mental) que se vuelven cristianos.
Entonces, una película como “Héctor El Father, conocerás la
verdad”, que une tantas de mis fascinaciones, no podía dejarla escapar; tenemos
un biopic rodado dentro del seno de una
cinematografía emergente y tenemos un rapero converso.
El biopic es un tanto extraño, porque nos cuenta la infancia
del rapero para dar un salto en el tiempo a la época de su mayor esplendor,
saltándose todo el ascenso del artista y, por ende, la estructura clásica de
biopic, porque en realidad la película lo que pretende es dar un mensaje. No
existiría el biopic de no existir la conversión de Héctor el Father. Entonces
tenemos a este tipo inmerso en la industria musical y el mundo de las calles, y
no contento con ganar dinero con su música, también anda metido en líos de
drogas de los que parece no poder salir. La película nos cuenta, sobre todo, el
descenso a los infiernos de Héctor a través de sus intentos de suicidio, los
tiroteos en los que se vio envuelto y, en definitiva, la mala vida que llevaba
y su posterior “buena” decisión de dedicarse en cuerpo y alma a infundir la
palabra de Dios.
La película, totalmente digital, se comporta como una
película digital, es decir, no se escatima en montaje con planos a veces
gratuitos y que se ponen ahí por el simple acceso a la tecnología. No hace
falta el uso de drones, pero en la película los hay porque son accesibles, sin
más. Por otro lado, la película tiene muchos problemas, como suele pasar en
este tipo de producciones, en todo lo artístico. Narrativamente va a
trompicones, no se entiende bien el desarrollo de la trama y le cuesta mantener
un ritmo, amén de incorporar actuaciones musicales a cholón, porque claro, han
de tenerlas. Con lo cual, resulta una película deslavazada, torpe y por
momentos incluso aburrida, pero se sigue con interés por ser una propuesta
exótica, aunque el reggetón de los cojones de la banda sonora acabe a uno de
ponerle de los nervios. Voluntarioso que es uno.
Por otro lado, para interpretar a Héctor El Father se ha
elegido a un muchacho de 14 años para cuando es niño, pero durante el grueso de
la película, Héctor, que ejerce asimismo como guionista y productor, se
interpreta a sí mismo, cosa que es de lo más graciosa porque si en la película
tiene 22 o 23 años igual que el resto de los personajes, Héctor El Father tiene
ya cuarenta que se disimulan muy malamente, por lo que no da el pego como
veinteañero y todo resulta de lo más extraño, sobre todo cuando vemos como este
señor intenta tirarle los trastos a una adolescente. Todo muy loco e
involuntario.
El resto del reparto está compuesto por actores
puertorriqueños y cuenta con cameos de otros reguetoneros de renombre como
puedan ser Wisin o el archipopular Daddy Yankee.
Por supuesto, la película ha sido un éxito en cines de
Puerto Rico donde ha congregado a más de 200.000 espectadores (una cifra muy
alta para una película puertorriqueña) e incluso se ha estrenado en Estados
Unidos en circuitos de cine latino para latinos residentes en los USA (otro
fenómeno del que ya les hablaré, es el de las películas hechas por latinos y
para latinos en los USA), con lo cual la jugada ha salido redonda.
El director de la película, el tal Joel Colón, debuta para
la gran pantalla tras haber ejercido como director en un episodio de una serie
de televisión.
Solo para curiosos con placeres culpables como los míos.