En esta ocasión, la barbería de
Calvin verá su existencia en peligro por culpa de las grandes corporaciones que
querrán instalar en ese barrio sus centros comerciales y negocios, incluyendo,
una moderna cadena de barberías que situará uno de sus establecimientos justo
enfrente de la que regenta nuestro protagonista. El cómo las fuerzas vivas presionan a Calvin
para que convenza al resto de pequeños
empresarios a vender sus establecimientos a los poderosos, compondrán el resto
de la trama. Una trama que no es más que un hilo conductor para que el
espectador disfrute de lo que realmente interesa, que no es otra cosa que las
típicas conversaciones dentro de la Barbería. El posible contenido social hace
referencia a lo necesaria que es la pequeña empresa para mantener la entidad de
las comunidades, así que arremete ante las grandes corporaciones que absorben
todo, hasta lo más histórico.
A eso podemos sumarle otras subtramas,
más bien débiles, como la que protagoniza Isaac (Troy Garity), el peluquero
blanco que en esta ocasión se ha convertido en la estrella de la peluquería en
el barrio; todo el mundo quiere sus diseños y sus cortes de pelo, los cuales
firma marcando una “i” en el cogote de sus clientes. Se le sube a la cabeza y
abandona la peluquería. La otra subtrama sería la que protagoniza Gina (Queen Latifah), ex novia de Calvin que
también regenta su propio salón de belleza y que durante toda su intervención
deja claras señales de seguir enamorada de este o, por lo menos, guardarle
mucho cariño. Esta subtrama existe dentro de la película con la única intención
de servir como punto de partida del Spin Off que protagonizaría Gina; la
película “Salón de belleza”, una versión
femenina de las correrías eminentemente masculinas de “la Barbería”. No tuvo
ningún éxito, pizca más o menos, lo mismo que la que nos ocupa.
Y sin embargo “La Barbería 2: de
vuelta al negocio” no es en absoluto mala película, simplemente, que en contenido
y formas no aporta nada nuevo, es demasiado parecida a la que le precede, por
lo que en taquilla se tradujo en unos modestos 65 millones de dólares para una
película que costó 30 millones, más del doble que la primera entrega. Ganó
pasta, sí, pero no era un negocio
redondo. Con estas cifras, para el target americano, podemos hablar de fracaso.
Aún así, generó beneficios.