lunes, 3 de enero de 2022

KILLER OF SHEEP

Charles Burnett es uno de los directores favoritos de culturetas —de los de verdad— e historiadores de cine norteamericano, que suelen etiquetarlo como uno de los mejores directores de la historia. También resultaría el director de prestigio menos conocido de cuantos son elogiados por estos mundos de dios, además de ser el padre espiritual de los Spike Lees y John Singletons de turno e inventor involuntario del subgénero hood films —esas películas que transcurren en el gueto como “Los chicos del barrio” o “Infierno en Los Angeles”, por ejemplo—.
Proveniente de un hogar humilde de Watts, en Los Angeles y con la conciencia negra por bandera (un cineasta negro que sea activista de la causa negra es casi un cliché, pero es que no puede ser de otra manera), Burnett iba para electricista, pero el tema de los cables pelados y los enchufes no se le daba demasiado bien, siendo sin embargo un consumado escritor amateur. Convencido de darle salida a su vena más artística, decide ingresar en la UCLA (University of California, Los Angeles) no sin esfuerzo, licenciándose en bellas artes y dirección cinematográfica. Durante el tiempo que duró su curso,  formó parte del L.A. Rebellion o Black Independent Movement, movimiento formado en la UCLA que estaba integrado por cineastas negros que pretendían hacer un cine que supusiera una alternativa al cine clásico hollywoodiense (concebido casi en exclusiva para blancos) y al emergente blaxploitation, ya que el L.A. Rebellion consideraba este cine una exaltación de los estereotipos y, aunque no lo condenaba, el movimiento en el que militó Burnett apostaba por un cine más artístico facturado por negros.
A principios de los 70 Burnett comienza a rodar sus primeros cortometrajes de estudiante con los que se mete en el bolsillo a todo el profesorado y a los críticos y gacetilleros que con curiosidad se acercaban al cine del serio estudiante negro.
Es durante esos años que, como ejercicio de final de carrera, Burnett concibe la que hasta hoy es su película más reivindicada, una de las 500 mejores películas de todos los tiempos según la prensa, el primer hood film al que le podemos poner cara y ojos sin que el tirón comercial del hip-hop de los 90 influyera a la hora de situar la historia que nos cuenta, y una obra maestra infravalorada según los críticos.
Burnett  rodó la película durante los fines de semana de 1973 y 1974, parando su rodaje durante unos años porque a uno de sus protagonistas lo habían metido en la cárcel, y retomando el rodaje cuando este fue puesto en libertad. “Killer of Sheep” está rodada con un marcado estilo documental delimitado por el neorrealismo y el cinema verité. Rodada en 16 mm y en blanco y negro, la película más que un hilo argumental mostraría una serie de secuencias que exponen la vida cotidiana en un barrio obrero —el propio Watts donde se crió Burnett—, que tienen relación unas con otras y en las que veríamos el sencillo día a día de un trabajador de matadero, que desayuna con un vecino, o compra un motor de segunda mano que cargará en una camioneta, o montones de escenas de adolescentes jugando en la calle, a veces jugándose la vida saltando de bloque en bloque a través de la azotea, o en edificios ruinosos. Completan la amalgama, las escenas cotidianas de la vida en familia. Todo ello con un fuerte afán contemplativo que se explaya en escenas en las que no ocurre nada durante minutos. Es casi dejar una cámara fijada a la ventana y filmar el vecindario.
Lo realmente bueno es que Burnett no nos da el coñazo. Me explico; siendo como es un miembro del Black Independent Movement, no intenta alentarnos con su película, ni hacernos partícipes del posible racismo imperante en la sociedad norteamericana, ni tan siquiera nos da la tabarra con la violencia del gueto —luego cuando se convirtió en un director de renombre, sí que daría la tabarra con todos estos temas, como no—, Burnett simplemente muestra lo que hay ahí afuera como ya lo hiciera, de manera mucho menos honesta, Luis Buñuel con su “Las Hurdes”, con el aliciente de que no es un documental, sino que tenemos a unos actores representando un papel. A todo eso hay que añadirle que la cantidad de tiempos muertos que hay nos son amenizados con clásicos de la música negra, con temas de Earth, Wind & Fire, Louis Amstrong, o Dinah Washington. Temas que, debido a la naturaleza semi amateur de la película, por supuesto, son robados e incluidos en la cinta sin haber negociado previamente el pago de los royalties.
Es por esto que, pese a que inicialmente había un gran interés general por que la película se viese y distribuidores interesados en poner esta película en los cines, no pudo ser, así que “Killer Of Sheep” fue exhibiéndose de tapadillo en sótanos, museos y cineforums donde fue ganando prestigio y culto, pero nunca pudo tener una vida comercial convencional.
Sin embargo, en 2007, teniendo en cuenta el estatus de la película, se decidió poner fin a las irregularidades legales de la misma, así que se hizo una colecta capitaneada por un gran fan de “Killer of Sheep”, el director Steven Soderbergh, y se negoció el pago de derechos por las canciones que incluía la película. Del mismo modo, se hizo una restauración del negativo que además se infló a 35 mm para tener por fin, 30 años después de su concepción, su estreno en salas oficial. No fue muy sonado, una cosa minoritaria, pero al menos se realizó una estupenda y completa edición en DVD donde se incluirían, además, los cortometrajes y películas que Burnett realizó como estudiante de la UCLA. Hoy ese pack está cotizadísimo.
La verdad es que se trata de una película estupenda a la que, más por prejuicios que por otra cosa —ya que la película solo muestra lo que hay sin animo de denunciar o juzgar—, quitaría todas las escenas en las que vemos a los trabajadores en el matadero, porque me resultan desagradables, porque no me gusta a mi edad el género mondo (¿por qué esto no iba a serlo, cojones?), pero por lo demás, es una delicia ver como Burnett planta la cámara en sitios estratégicos, lo bien que dirige a los críos y amigotes de la UCLA que hacen las veces de actores para él, ver como pasa la vida a ritmo de los clásicos de la música negra y todas las imperfecciones de las que hace alarde; el operador golpea la cámara contra el mobiliario, esta está sujeta todo el tiempo a un perceptible y cutre traqueteo, encuadres totalmente movidos o actores que miran a cámara o incluso se ríen, como herencia del no tan lejano entonces underground sesentero, convierten esta película en una curiosa y rara pieza de cine-arte que, no me atrevería a decir que es una obra maestra, pero sí diré que está francamente bien.
Después de eso, Burnett fue subiendo peldaños en el mundo del cine y, aunque en cierto sentido se fue estandarizando, aportó a sus películas, ignotas, aún teniendo en algún momento la distribución de alguna major e incluso incorporando estrellas en sus repartos —Ice Cube aparecía en "La placa de hielo" ("The Glass Shield", 1994)—, un toque sin duda personal, entre lo soso y lo hipnótico, que lo posicionan como un director al menos interesante.
Ya si eso, otro día les hablo de alguna de sus películas más “mainstream”, dentro de lo poco mainstream que es de por sí Charles Burnett.