viernes, 30 de junio de 2023

ALGO MÁS QUE COLEGAS

Francis Veber probablemente sea el director/guionista franchute con mayor proyección internacional en la historia del cine comercial. En los setenta se hizo un nombre gracias a sus comedias de acción para lucimiento de Daniel Auteuil y Pierre Richard, así como con ese mastodonte en forma de comedia homosexual que era “Vicios pequeños” y cuyo guion firma. Tanto era el éxito que sus comedias tenían en Europa que pronto los americanos se fijaron en él con la idea de remakear algunas de las más populares. Pero antes de eso, Veber se pegó el lujo de ser el primer guionista francés que vendía un guion a Hollywood para ser producido allí nada menos que por Paramount, esta “Algo más que colegas” dirigida por James Burrows, director curtido en televisión que firmaba con esta su única película para cines.
A mediados de 1982 se avecinaba una huelga de directores en Hollywood y, como plan de emergencia, previamente a eso, Paramount decidió hacer un experimento produciendo una serie de películas de corto presupuesto, entre 2 y 6 millones de dólares, con el fin de ver cómo podían funcionar estas producciones de bajo coste. Una de ellas era “Algo más que amigos” que fracasó de pleno en la taquilla. Aunque otra de ese mismo plan fue “Oficial y Caballero” que se convirtió en un hito. Según el ejecutivo de Paramount, Barry Diller, “Algo más que amigos” es un ejemplo de lo que es una película hecha deprisa y mal.
Lo curioso de todo este asunto es que el film escrito por Veber nace tras haber visto este el hoy clásico “A la caza” de William Friedkin y decidir que en esa película los homosexuales no salían muy bien parados, así que tomó ese mismo argumento y lo desarrolló a modo de buddy movie y comedia de situación. El resultado de esta vuelta de tuerca se traduce en que la opinión pública se la tomó a la tremenda obteniendo críticas tan demoledoras como las que un par de años atrás recibió la misma película de Friedkin. Fue tildada de homofóbica y acusada de mostrar en pantalla a los homosexuales de la misma manera estereotipada que los mostraba “A la caza”, o peor aún, haciendo vestir al protagonista homosexual con ropas rosas y conducir un coche del mismo color. También se decía que la película insinuaba que no se podía hacer trabajar a dos policías de distinta tendencia sexual porque el gay acabaría enamorándose del hetero.
La cosa va de un duro policía heterosexual al que se le asigna un compañero que trabaja en los archivos que, aunque está en el armario, todo el cuerpo nota que es homosexual. La idea de juntar a estos dos policías es hacerlos pasar por pareja gay y que así investiguen el asesinato  de una serie de homosexuales, infiltrándose en el ambiente. Naturalmente en su día a día saltarán las chispas, máxime cuando durante la investigación el gay se enamora del hetero y acaban siendo, como reza el título castellano de la cinta, “Algo más que colegas”… Claro que la presencia de una guapa fotógrafa ayuda a que predomine lo hetero.
En un principio concebida para Clint Eastwood y Woody Allen en los papeles protagonistas (¿se lo imaginan?) —Eastwood dijo que aceptaría el papel solo si también lo hacía Allen… y Allen debió decir que él no interpretaba a ningún maricón— “Algo más que colegas” resulta una buddy movie resuelta, muy del montón, y para el lucimiento de los actores que finalmente la interpretaron, Ryan O’Neal en plena decadencia (gracias a esta película recibió una nominación al peor actor de la década de los 80 a los razzie que le arrebató el bueno de Stallone) y John Hurt (al que muchos creían gay tras una serie de papeles en los que había interpretado a homosexuales, pero era hetero y muy hetero), siendo probablemente una de las parejas con menos química de la historia del cine.
La película es ramplona y homofóbica cuando lo que pretende es dar un mensaje aperturista, lo cual la convierte en involuntariamente graciosa, pero es tan del montón y, al final, tan sosainas que, que quiere que les diga, como el revulsivo a “A la caza” que se supone es, la de Friedkin defeca desde lo alto encima de esta. Y con bien de diarrea.
Pero se deja ver una tarde tonta.
Si proceden, intenten reconocer a un jovencito Martin Kove haciendo una figuración especial homosexualista (aunque, para 1982, ya se hubiese dejado ver en títulos de peso como "La última casa a la izquierda" o "La carrera de la muerte del año 2000")

lunes, 26 de junio de 2023

ESTO NO ES HOLLYWOOD

En sus memorias “It Would Be So Nice If You Weren't Here: My Journey Through Show Business”, Charles Grodin dedicó un buen capítulo a su involucración en las películas “El gran lío en la Universidad” (para saber la historia completa, si por un casual cuentan en su biblioteca un ejemplar de mi libro “Screwballs: 101 comedias sexuales”, ahí lo explico en profundidad…) y la que nos ocupa, “Esto no es Hollywood” (porque el proyecto de la primera propició que existiera la segunda).
Y es que los gerifaltes de Paramount a principios de los 80, en busca de material literario que adaptar a la gran pantalla, compraron los derechos de un libro que por aquel entonces era best seller, “The Joy of Sex” del Dr. Alex Comfort. Un libro que lo compró todo dios. El problema es que ese libro carece de narrativa porque es un manual sexual ilustrado, por lo que adaptarlo al cine era una misión poco menos que imposible.
De este modo, a alguno de esos mandamases de Paramount se le ocurrió hacer una película al respecto, aunque fuera para rentar el título que habían comprado, por lo que contrataron a Grodin para que escribiese el guion de “The Joy of Sex” (que es el título original de “El gran lío en la Universidad”). Como no había una historia que adaptar, le pidieron que escribiese una película sobre cualquier cosa. Grodin aceptó el trabajo, pero pensó que los ejecutivos eran una panda de gilipollas que no tenían ni idea de nada, y el encargo que había recibido le pareció poco menos que una marcianada. Y como le dijeron que escribiera sobre lo que quisiera, escribió una película explicando lo sucedido. Así, el guion contaba cómo un productor de Hollywood promete a un buen amigo suyo de la industria, en su lecho de muerte, que rodaría una película sobre el best seller del que acababan de adquirir los derechos. Contratan así a un guionista para desempeñar la ardua tarea de adaptar al cine un manual sexual. Además, Grodin desarrolló un par de subtramas secundarias para darle un poco de vidilla al asunto.
Cuando entregó el guion, tuvo una trifulca con los ejecutivos que pensaban que les estaba tomando el pelo.
El proyecto siguió en pie, pero desestimando el guion de Grodin, quien fue despedido. “The Joy of Sex” se tiró unos cuantos años dando vueltas por el estudio barajándose la idea de ser una comedia dirigida por Penny Marshall al servicio de Jonh Belushi, para acabar convirtiéndose en una grosera sex comedy adolescente (la “El gran lío en la Universidad” tal y como la conocemos) dirigida por Marta Coolidge, que fracasó en taquilla estrepitosamente.
Tras el despido, Charles Grodin amplió el contenido de su guion de “The Joy of Sex” que ahora llevaría el título de “Dreamers” y, como había sido rechazado por Paramount, ahora tenía completa libertad para moverlo, así que con la firme idea de llevar a cabo esa película sobre lo imbéciles que pueden llegar a ser los ejecutivos de Hollywood, envió el guion a varios estudios que, como era de esperar, lo rechazaron.
Años después Metro Goldwyn Meyer se interesó por el proyecto, que a estas alturas se titulaba “Movers & Shakers”, y el director William Asher estaba dispuesto a dirigirlo, siempre que el presupuesto no fuera mayor de dos millones de dólares. Y se dio luz verde a la producción que sería de bajísimo presupuesto, yéndose a parar un millón del mismo al salario del protagonista, Walter Matthau, que dadas las circunstancias había rebajado su caché considerablemente. Por otro lado, ni Charles Grodin ni el resto de los actores verían un duro hasta la llegada de los beneficios tras su estreno, y esa fue la única manera de llevar a cabo esta producción. No obstante, Grodin era un actor muy querido en Hollywood y consiguió que actores y actrices de la talla de Gilda Radner, Vincent Gardenia o Steve Martin se sumaran al proyecto cobrando una miseria.
La película se rodó no con pocas dificultades presupuestarias y, finalmente, en 1985, Asher la tenía completada, por lo que se realizaron varios pases de prueba que no funcionaron. Para los ejecutivos de Metro Goldwyn Meyer era lenta, poco graciosa y deslavazada. No se entendía nada del argumento, y el ejecutivo Greg Morrison exigió que se le añadiera una narración en off por parte del protagonista, Charles Grodin, explicando un poco lo que estaba sucediendo para que los espectadores tuvieran una mayor comprensión del argumento. Se grabó la narración y la cosa mejoró sustancialmente, pero no lo suficiente como para que la Metro apostara su dinero en la promoción y distribución; según estos, la película era una mierda. Así que “Esto no es Hollywood” se estrenó deprisa y mal, apenas en un par de cines americanos, pensando que con un poco de suerte lograrían recuperar la inversión en el mercado del vídeo y las ventas al extranjero. El resultado se tradujo en una recaudación total de 373.000 dólares, por lo que nos encontramos ante uno de los grandes fracasos de un estudio hollywoodiense.
Charles Grodin echó la culpa a la compañía, que se desentendió de la película totalmente. En consecuencia, el actor y guionista se tiró años hablando mal de los ejecutivos de Metro —que en esos momentos se encontraban depositando ingentes cantidades de pasta en la distribución de las películas Cannon— y lidiando con depresiones de la más variada índole, porque al final se echó a perder el que podía haber sido el gran proyecto de su vida.
Lo cierto es que la idea de Grodin de plasmar en celuloide la estupidez supina de los ejecutivos de Hollywood era muy buena y quizás hubiera necesitado una producción un poco más de postín, porque, por lo que a mí respecta, no me queda más remedio que darles la razón a los ejecutivos de Metro: La película es mala de cojones, aburrida como una mala cosa y no se entiende nada. Tan solo vemos a Walter Matthau más perdido que un hijo de puta en el día del padre deambulando por el metraje y hablando de dinosaurios, a Charles Grodin poniendo caras y sonriendo sarcásticamente enseñando sus dientes y una serie de cameos de diversos actores que tampoco es que se encuentren en estado de gracia. Además de eso, se la ve pobre y chusca, se nota a la legua que está rodada por poquísimo dinero y en la economía de planos y el tosco montaje canta que, en el rodaje, no les llegaba. Casi parece una mala producción de serie Z con actores de renombre.
Así que, sí, amigo Charles, tu idea era buena, pero orquestaste un enorme trozo de mierda con ínfulas.
En consecuencia, la película es ignota a más no poder y una rareza a tener en cuenta, pero ha de visionarse con paciencia y teniendo en cuenta que es mucho mejor la historia que hay detrás.
Por otro lado, el film que lo originó todo, “El gran lío en la Universidad”, sin ser demasiado popular, sí que le fue un poco mejor que a “Esto no es Hollywood” y, siendo asimismo mala, resulta bastante mejor. Pero, si sienten curiosidad… véanla.
A nuestro país llegó directamente a través de la televisión, que la emitió en algún pase de madrugada del UHF.

sábado, 24 de junio de 2023

EL INTERNADO

"Pesadilla en Elm Street" y su respectivo exitazo en 1984 marcaron el inicio de un nuevo tipo de cine slasher. Uno de tirón más sobrenatural. Menos aposentado en rutinas y "realismo". Tal es así que, personalmente, no suelo situar las aventuras de Freddy junto a las de Jason o Michael. Igual que tampoco coloco en el mismo saco a Leatherface. Claro que yo soy muy purista. En cualquier caso, el pirata de Roger Corman, siempre atento a las nuevas tendencias del mercado, especialmente aquel de tirón "exploitativo", algo habría oído sobre el fenómeno y mandaría a uno de sus exprimidos currantes a ver la película y tomar nota (siempre he dudado mucho que Corman consumiese esa clase de cine en su tiempo libre, seguro que es un "cinéfilo de gustos exquisitos" cuando no lleva la gorra de empresario) Este le contó no se qué sobre pesadillas e imágenes oníricas y surrealistas. Pero hablamos de mediados de los 80, cuando Freddy aún no había mutado a fenómeno social, así que, sin entenderlo del todo, Roger Corman acabó encargando a sus mataos la perfecta combinación entre aquel "nuevo slasher" con el de toda la vida. De este modo nace "El Internado", sosísimo título español para "Sorority House Massacre" (sorprende mucho que, viendo la cantidad de imaginación que los distribuidores patrios invertían a la hora de echar adelante sus chanchullos y triquiñuelas, dedicaran tan poca a poner títulos a las películas, no me digan que "Masacre en el internado" no habría molado más) En ella se nos narra la historia de una fraternidad habitada por chicas muy dispuestas al despelote (obvio) que, una década y pico atrás, fue escenario de un cruento asesinato. El hijo mayor de una familia masacró a esta por completo... bueno, salvo a la hermana pequeña. Bien, dicho demente consigue escapar del manicomio donde anda encerrado y dirigirse raudo a su antiguo hogar, dispuesto a seguir asesinando por doquier.
Vale, hasta aquí nada nuevo bajo el sol. Los esquemas del slasher de toda la vida, con "La noche de Halloween" por montera. La novedad es que la chica de la película tiene algo así como premoniciones y sufre pesadillas muy extrañas y surrealistas en las que el psycho killer la persigue, materia de la que se abusa más de lo habitual en esta clase de productos. Y, de este modo, obtenemos el perfecto equilibrio arriba comentado. En cuanto la Freddymanía petó a lo bestia, Corman corrió a repetir la jugada, pero esta vez logrando un mimetismo mucho mayor. Estoy hablando, claro está, de la "célebre" "Slumber Party Massacre 2", para la que el mercenario productor se valió de un previo slasher mucho más clásico -auspiciado por él- al que dio la vuelta por completo. Ya sabemos los pocos escrúpulos y la generosa jeta que gastaba.
El caso es que me puse a ver "El Internado" con muchas ganas y voluntad. Seguramente porque aquella había sido una buena jornada para mí, y arrastraba una actitud positiva. Y sí, debo reconocer que me sentó muy bien. Mucho mejor de lo que es habitual. Logró su objetivo de entretenerme. Los personajes no son tan odiosos como de costumbre (sobre todo ellas) y el asesino, que no lleva disfraz ni máscara alguna, funciona. Hay una dosis justa pero agradable de tetillas (atención a las de Nicole Rio) y algo de sangre. Nada muy extremo, pero bien. La banda sonora de sintetizador y toda la amalgama de tics ochentosos (esos posters de Sting a mansalva, -y otro del barbudo Dan Haggerty ¡las mozas de entonces sí sabían lo que era un hombre!-, el colorido vestuario...) contribuyen al disfrute.

Viniendo de Roger Corman, era imposible que "Sorority House Massacre" no esputara secuelas. Claro que, menudas son. Firmó ambas el desvergonzado Jim Wynorski el año 1990. "Sorority House Massacre 2" fue rodada a toda pastilla en escasos días, reutilizando decorados de otras producciones Corman previas y, ¡cuidao!, a espaldas de este. Únicamente con el consentimiento de su esposa Julie. Cuando Roger vio el resultado y, sobre todo, se percató de lo poco que había costado, quedó encantado. Claro que, de entrada, el film no tenía ninguna conexión con "Sorority House Massacre". Sin embargo, el sagaz productor pensó que se vendería mejor como secuela. Para la tercera parte, Wynorski sí repitió actores y personajes de la segunda, enfocándolo esta vez más hacia el thriller, así lo que en principio iba a titularse "Sorority House Massacre 3: Hard to Die" terminó como "Hard to Die" a secas. De esta guisa, lo de considerarla una tercera entrega real queda así como un poco diluido.
Retomando al personal de "Sorority 1", pues encontramos algunos nombres reconocibles como los del ya fallecido Robert Axelrod (interpretando a un enfermero. En sus buenos tiempos llegó a ser rostro habitual -muy muy secundario, casi figurante- en varias producciones "Cannon" para mayor lucimiento de Charles Bronson. Acabaría especializándose muy mucho en doblaje) o Deborah Brock perdida entre el equipo de producción, es decir, la mujer que poco después se encargaría de firmar la mismísima "Slumber Party Massacre 2", todo queda en casa. El protagonismo de "Sorority House Massacre" recae en la muy guapa Angela O´Neill, que tras ver como su carrera interpretativa no terminaba de despegar, se pasó a la del atrezzo, donde logró créditos en pelis mucho más gordas y respetadas. Obviamente, a la hora de desglosar su currículum, evita citar la existencia del film reseñado.
Escribe el guion y dirige -por primera y única vez- doña Carol Frank. Venía bien preparada, habiendo ejercido de asistenta de dirección nada menos que en el primigenio "Slumber Party Massacre". ¿Fascinante no? Su puesto de responsabilidad explicaría que en "Sorority 1" no solo veamos chicas en cueros, también el culo de uno de los varones.
Buena mierda.

viernes, 23 de junio de 2023

VAMPIYAZ

Ya es una cuestión de masoquismo —y de completar la gran colección de cromos que al final es el blog de AVT— el sacar las dosis de paciencia justas para sentarte frente a la pantalla para ver una película que de antemano sabes que va a ser horrorosa.
Y es que algo (y nada bueno) había leído yo anteriormente sobre el director de este “Vampiyaz”, Zachary Snygg, que cámara de vídeo barata en ristre, y mezclando siempre los géneros de “gangstaz” y horror, se saca de la manga unas piezas amateur de dejarle a uno pasmado.
No obstante, Znygg tuvo un pasado un pelín (solo un pelín) más relevante dentro del cine erótico de tercera categoría, en el que, firmando bajo el seudónimo de John Bacchus, dirige el que probablemente sea su título más popular, “Play-Mate of the Apes”, semi parodia erótica de “El planeta de los simios” que es para mear y no echar gota y que, si me animo, lo mismo algún día cae reseñada por aquí. También hizo lo propio con “El proyecto de la bruja de Blair” con su “The Erotic Witch Project” y, ya centrado en el subgénero que nos ocupa (y con el que se desvirgó en 1998 con “In The Hood”), durante la primera década de 2000 realiza clásicos del cine tercermundista facturado en Nueva York con las insufribles “Zombiez” o “Bloodz vs Wolvez”. En los últimos años ya expolia lo mismo que expolian todos, con cosas que no pienso ver jamás como “Bravengers: Age of Buldgetron” (parodia semi-erotica de “Los Vengadores: La era de Ultrón”) o “Mad Maxine: Frisky Road” (jodiendo la marrana con “Mad Max: Fury Road”).
“Vampiyaz” es lo peor de lo peor. Lo único que podría destacar de esta infra-producción es su tosquedad: Cámara de vídeo que traquetea, efectos especiales realizados con palos y piedras y nulo sentido del ridículo. Es una película amateur con todas las de la ley, incluso muy por encima de cosas ya tan pobres como el Zen filmaking. Y encima de vampiros, con sus dientes de plástico y todo. Y la sangre es ketchup.
Unos atracadores de bancos (que además son raperos) con cierta destreza para abrir cajas fuertes sin necesidad de recurrir al uso de herramientas (que de hecho, las abren fácil porque ya están previamente abiertas) se dedican a lo suyo. Uno de sus atracos sale mal, por lo que uno de ellos acabará metido en el trullo. Cuando sale de prisión unos años después, se encuentra con que su compañero es ahora un vampiro. Y ahora tenemos un montón de negratas cazando vampiros en el gueto (con pistolas de pistones).
Ciertamente, no hagan mucho caso a la sinopsis porque el argumento en realidad brilla por su ausencia. Sí que hago especial hincapié en lo de las cajas fuertes porque estos ladrones las abren con el clásico truco del estetoscopio pegado a la puerta; un clásico del cine amateur, así no es necesario romper la caja fuerte a la que han tenido acceso, ni partirla con una radial, ni explotarla con dinamita.
En definitiva, “Vampiyaz” es una de estas películas sin demasiada razón de ser, primero, porque esto, aun estando comercializado en diversos formatos —y ahora disponible en plataformas—, dudo que genere dinero. Y segundo, porque difícilmente Zachary Snygg (entre tantísimos otros directores) verá cubiertas ciertas inquietudes creativas con esto. No debe dirigir por amor al arte porque esta película, al igual que tantas otras de la misma índole, carecen absolutamente de alma.
“Vampiyaz” es, simplemente, una cosa que existe, pero que muy bien podría no haber existido.

miércoles, 21 de junio de 2023

MINUTOS MUSICALES 14: UNA ENTRE MUCHAS

Hoy vengo con varias bandas que comparten una misma característica: todas surgieron oportunamente durante el respectivo auge de su respectivo "movimiento". Fueron una más del montonazo, y tampoco hicieron mucho ni por destacar, ni por durar... salvo una canción o dos o tres. En el caso de "The Members", combo número un millar aparecido a consecuencia del bombazo punk inglés del 77, hablamos de "The Sound of the Suburbs", su clásico, "Solitary Confinement" -también muy potable- y la no tan popular pero, a mi juicio superior, "GLC"...

Si una tendencia destacó durante la eclosión del punk británico de los ochenta más estándar (no cabe aquí el anarco-punk), fue la absoluta despersonalización de los respectivos grupos. Todos sonaban igual, de machacones, monocordes, elementales, tirando de las mismas temáticas para sus letras, etc, etc. Unos parecían clones de otros (básicamente vestían y peinaban igual) y, en general, aburrían hasta las cabras. De entre la morralla, y sin salirse de lo predecible, destacaría a los "English Dogs". Tan dogmáticos en su "nada" que, superada la fiebre del punk crestudo, hicieron lo que muchos otros, pasarse al metal. Dicen que para mejor, pero no sabría yo.
Puede que sus éxitos más reconocibles sean "The Fall of Max" y "Left me for dead", pero yo prefiero "Never Die", perteneciente a su primer lp de gracioso nombre -y graciosa cubierta- "Invasion of the porky men"...

Seguimos con "más de lo mismo". En pleno boom de la escena punk USA situada entre finales de los setenta e inicios de los ochenta, aparecen bandas como setas. Ninguna sobresale demasiado, salvo por un acierto. Y, en este caso, ese acierto se titula "Hightime", canción de los "Zero Boys" localizable en su primer lp, "Vicious Circle". Dicen que se formaron tras escuchar a "Germs" -combo al que aborrezco-, y dijeron "Queremos sonar así". Por suerte suenan mejor... ahí va la prueba...

"The Lewd" fueron la primera banda punk rock -conocida- surgida de la hoy mitificada Seattle, a finales de los 70, a la par con el auge del imperdible. Sacaron sendas grabaciones, tocaron en sendos escenarios, pero nunca abandonaron la oscura segunda, incluso tercera división. Y como muchos de aquellos, escuchados hoy suenan casi perfectos. Ni una velocidad desbocada, ni ruido ensordecedor, simplemente crudos, intensos, rockanroleros, honestos y molones. Disponen de un puñado de muy buenas canciones pero, a gusto personal, entre todas ellas sobresale "Trash Can Baby", de -según creo entender- despiadada letra (sobre un bebé que acaba abandonado en el cubo de la basura), algo muy propio del estereotipo punk impuesto por el amarillista y elemental Media...

lunes, 19 de junio de 2023

BAD JOHNSON

A priori, tras consultar alguna reseña de esta película y comprobar que se trataba del típico producto incorrecto que pone de mala hostia a gacetilleros varios (que juzgan la película a partir de su tono sexista y misógino sin entrar a valorar nada más a parte de eso), me dieron una ganas locas de verla a pesar de la mala pinta que tenía.
Y es que “Bad Johnson” propone una suerte de híbrido, supongo que involuntario, entre la estupenda “Don Jon” y la extraña “Lo mío y yo”. Lamentablemente no se acerca ni a milímetros de ninguna de las dos, ya que esto es una de esas películas independientes a medio camino entre lo amateur y lo profesional, una de esas medianías cuya sola existencia es un lastre para sí misma, a la que hay que sumarle el hecho de que, además, es especialmente mala. Es odiosa.
Un individuo casi adicto al sexo se relaciona con mujeres teniendo siempre experiencias traumáticas. Harto de pensar con la polla, un buen día le explica a un amigo lo harto que está y desea quedarse sin polla para acabar con esa situación. Así, no solo se le caerá el pito, sino que este tomará autonomía propia convirtiéndose en un ser humano de las mismas características que nuestro protagonista, pero más egoísta, más ladino, más follador. Por lo tanto, el individuo se pasará toda la película intentando que su pene vuelva al lugar de proveniencia, mientras este siembra el caos por donde quiera que va.
Suelo ser un gran fan de las películas en las que el pene de una persona cobra vida, pero esto es una tontería como un templo. Mala a rabiar, antipática y aburrida. Y mal rodada. En “Lo mío y yo” Griffin Dunne hablaba telepáticamente con su falo, el espectador escuchaba una voz en off de este y ya con eso bastaba, teníamos película y entretenimiento para un ratillo (y eso que la película, de alguna manera, iba de cultureta por la vida), esta en cambio, con un pene que se transforma en persona humana, tenía el triple de posibilidades de convertirse en algo divertido, pero nada. Es la cosa más insulsa del mundo.
Por otro lado, cuando leí la indignación por parte del público que se ha molestado en publicar entradas en sus medios sobre este engendro haciendo referencia al sexismo y demás, pensé que iba a ver algo realmente desagradable y garrulo, pero no. Pasividad.  La gente también tiene la piel como el papel de fumar y se ofende por el mero hecho de que el protagonista va follando a diestro y siniestro, y por un par de chistes sobre asiáticos sin la más mínima importancia. Lo verdaderamente indignante es que esta medianía infame haya tenido cierta vida comercial. No mucha, eso sí, que en su paso por cines en 2014 apenas logró recaudar 23.000 dólares que, supongo, es una cifra menor a la de su presupuesto. Como sea, pulula por plataformas de streaming digitales de baja estofa, haciendo catálogo con lo más granado del cine insípido, barato y sin alma.
En cuanto al director de eso, Huck Botko, tras tontear en el supuesto underground a base de falsos documentales en los que regalaba a sus familiares dulces previamente babeados o meados por vagabundos callejeros, dirigió en 2010 una mezcla de sex comedy adolescente con found footage —anticipándose así al “Project X” de Nima Nourizadeh— que no estaba mal (o al menos tan mal como esto) titulada “Entérate, soy virgen” y unos cuantos títulos posteriores que carecen de interés alguno para quien esto escribe. Sin embargo, se colgó una medallita por ser el principal guionista del exitoso found footage “El último exorcismo” consiguiéndose, de esta forma, un crédito en cada una de las secuelas por ser el creador de los caracteres.
Y poco más… no se acerquen a esta infamia… por mucho que el argumento gire en torno a un tipo al que se le cae la polla y esta se convierta en humano.

sábado, 17 de junio de 2023

ROBOT NINJA

Si levantas la vista en plena noche y miras al cielo, verás estrellas. Siempre me fascinó saber que las que NO parpadean, son en realidad planetas de nuestro sistema solar. Pero la mayoría sí parpadean. Y cuando digo mayoría, me refiero a miles en el firmamento. Casi tantas como decepciones en este blog. He usado esa palabra infinidad de veces. Si la buscas en el diccionario de la Real Academia, sale mi jeto justo al lado de su definición. Son incontables las películas que he abordado con ilusión y me han dejado hecho trizas porque no eran lo que esperaba. Especialmente siendo jovencito, en plena efervescencia de mi curiosidad y aprendizaje. Pero puede que el podio lo encabece una sola, "Robot Ninja". ¿Por qué esta en particular? porque además de las obvias expectativas propias del inocente consumidor de cine que era cuando alquilé la edición patria cortesía de "Lauren Home Video", estaba el hecho de que conocía su existir, gracias a la prensa especializada franchute, y a parte del personal implicado, admiraba a su máximo responsable, J.R.Bookwalter... antes de ver nada genuinamente suyo, aunque dispusiera de una copia totalmente auto editada de su book(walter) "Attack of the B-Movie Makers". Al productor, David DeCoteau, sí lo tenía perfectamente ubicado, y ya me había dado unas cuantas sonoras castañas consumiendo sus ñordas, pero entonces aún sentía afecto por él. Llámenlo síndrome de Estocolmo. Resulta que en pleno apogeo de sus años encabezando el "top ten" de los exploiters modernos, a DeCoteau se le ocurre crear un sello dedicado a producir y distribuir basurilla directa a los estantes de los video-clubs, "Cinema Home Video". Y para rellenar las arcas, busca material a un nivel inferior del que él mismo transita. ¿Da miedo, eh? Claro, así, lo que se agencia son cosas prácticamente amateurs, muy muy zopencas. De entre el mogollón destaca su asociación con ¿el rey de todo ello? J.R.Bookwalter, que por entonces lo había "petado" con su largometraje de muertos vivientes en súper 8 "The dead next door" (me niego a mentar el título español) DeCoteau ficha al ilusionado aspirante y le encarga que de vida a una idea, un título y un póster super-chanante que tiene ahí, entre sus papeles, "Robot Ninja". Por supuesto, a cambio de cuatro reales, lo que le obligará a currar con una cámara de 16 mm y los colegas (muchos de los cuales, o casi todos, estaban en los créditos de la epopeya zombie superochera) A Bookwalter no le mola nada el título, le parece ridículo, pero acepta el encargo y, muy influenciado por "Robocop" -según él mismo ha declarado-, le da la vuelta a la idea, contando la historia de Leonard Miller, un dibujante de comics con mucho éxito, creador del mentado robot, que presencia el cruento asesinato de una inocente parejita en manos de una panda de delincuentes realmente malvados (con una latina por jefa, y a los que se tilda de "punks" en más de una ocasión) Ello motivará que Leonard decida convertirse en "Robot Ninja" para acabar con los villanos. Pero claro, la vida real no es como los comics, y correrá la sangre a borbotones.
Retomando el tema de las decepciones, les aseguro que la resultante de ver "Robot Ninja" en su día fue de órdago. La encontré tan cutre, oscura, tosca, chabacana, aburrida e incluso desagradable en su forma de abordar la violencia (el modo sádico y despiadado en el que los malos ejecutan a sus víctimas y como la cámara se recrea gustosamente en ello) A partir de ahí, no quise saber más de J.R.Bookwalter. De haber tenido un póster de su peli previa en mis paredes, lo habría arrancado con ira (en todo caso, lo que hice fue venderme su libro) Los años pasaron, pero mi opinión sobre "Robot Ninja" no cambió un ápice. Hasta que hace poco, y empujado por la siempre peligrosa nostalgia, Bookwalter, entonces "retirado" del "cine", la relanzó en Blu-Ray con un notable lavado de cara digital y sendas mejoras. Apelando no a la nostalgia sino a la más enfermiza curiosidad, decidí volver a consumirla.
Es cierto que, uno, sabiendo a lo que me exponía, no habría decepción. Dos, la mejora estético formal del film, ayuda. La imagen es mucho menos oscura, los colores brillan más, y los 16 mm cantan hermosamente. Consciente Bookwalter de que los títulos de crédito de la época eran especialmente horribles (los parió él mismo con ayuda de su Commodore Amiga 2000, convencido de que era lo más de lo más), estos han sido actualizados y ahora son "demasiado cool" para el tipo de película que parapetan. Aunque sigan contando con, probablemente, una de las mayores flaquezas del film, las viñetas del supuesto tebeo de "Robot Ninja", by la torpe mano de David Lange. Eran espantosos entonces, y lo siguen siendo hoy día, por mucha mariconada computeril que los acompañe. En cuanto al resto... pues bueno, siendo compasivos, y teniendo en cuenta todo lo que hay que tener en cuenta, la peli se erige como una cosilla simpática, maja, chapucera pero de buen corazón. Ves que había ilusión tras ella, y eso compensa. No mata de aburrimiento, no más que muchas otras de su misma catadura. Y, sobre todo, la historia que narra tiene un plus. He hablado mucho de cagadas en esta reseña, pero toca hacerlo de aciertos. El mayor de "Robot Ninja" es que se adelantó por completo a conceptos como los de "Kick-Ass" y "Super", es decir, el tipo normal que decide convertirse en superhéroe y descubre, a través del dolor y mucha sangre, que la realidad queda lejos de parecerse a los tebeos. Así que, un gallifante para J.R. por ser pionero en ese sentido y reconocerle también que, sí, entre interpretaciones malas, chorros de inverosimilitud, fallos de raccord e incongruencias narrativas, consigue que su pequeña película transmita algo de sordidez, de mal estar, logre desmitificar al superhéroe de tebeo y, oiga, eso tiene su mérito.
Podría doblar la longitud de la reseña llenándola de datos, fricadas y demás material pajero. Es algo que me gusta, y suelo hacer. Pero pal caso he decidido contenerme. La cantidad de guiños (chorromil posters de películas de género bien conocidas y -algunas- adoradas), homenajitos (todos los personajes llevan apellidos muy sonoros y reconocibles), citas y demás mandanga fan-osa (de fan, como una escena desarrollada en un video-club) son incontables. Interminables. Si les apetece, vean el film y jueguen al juego.
Entre los amigos de Bookwalter y demás peña, destacan unos pocos nombres. Papelitos para el "Robin" de la serie de los sesenta, Burt Ward, haciendo guasa de su propio legado. Linnea Quigley como rubia tonta. Scott Spiegel desplegando su vena más payasa. Y David DeCoteau + Kenneth J. Hall en una pantalla de televisión.
Déjenme rubricar la reseña anunciando que, tras años de parón, J.R.Bookwalter ha vuelto a la dirección con una cosa de estupenda + espantosa pinta titulada "Side Effects May Vary". La veré, por supuesto, porque, esperando nada de nada, se que esta vez no habrá decepción. Ventajas de la vejez.

viernes, 16 de junio de 2023

DEATH OF A VLOGGER

Se generó cierta expectación en torno a este found footage británico por parte del fandom, que por una parte decía que se trataba de una película que daba mucho miedo, y por otra, que era el equivalente actual a “Paranormal Activity”. Ni tanto ni tan calvo.
En realidad se trata de un found footage muy del montón que, efectivamente, tiene momentos de terror que funcionan (cosa esta que es más una cuestión de lo sensible que sea el espectador al formato, que de la destreza del director a la hora de generar terror. Quiero decir, que yo con el found footage he pasado miedo incluso con las muestras más mierdosas del subgénero…), pero que al final es más de lo mismo y servido exactamente igual que en otros títulos. Y, por supuesto, no le llega ni a la suela del zapato a “Paranormal Activity”. Lo único que salva de la quema a “Death of a vlogger” es cierta originalidad en el argumento.
Un Youtuber que hace vídeos misceláneos y humorísticos, en una de sus emisiones en directo hace testigo a sus espectadores de una contundente actividad paranormal. Una taza que hay en su mesa se mueve sola. A partir de ahí el tipo se obsesiona, se junta con otro youtuber especializado en la detección de fantasmas y emiten una sesión de ouija. Lógicamente los fenómenos extraños se disparan y, en consecuencia, lo hacen también las visitas. Lo bueno del asunto es que hay otra blogera que no se cree nada de lo que estos individuos hacen, investiga, descubre que están falseando los vídeos y los destapa ante su audiencia, quedando estos como unos farsantes. Sin embargo, tras el fiasco, la actividad paranormal parece continuar.
“Death of a vlogger” está montada a modo de falso documental, con entrevistas a los implicados en este caso y se va combinando con la inserción de los vídeos que los protagonistas graban, por lo que la cosa resulta un pelín más dinámica que en cualquier found footage actual al uso, menos aburrido. Y esto es de agradecer porque, dentro del género, ya está todo dicho y contado. Por otro lado es evidente que la película está hecha con palos y piedras, rodada con toda suerte de webcams —en una secuencia se usa una de esas cámaras con grabación 360º— y cámaras de vídeo intuyo que baratas, y eso genera que cuando la cosa tiene que dar miedo, lo de, solo que son momentos escasos y contados. De hecho, hay instantes que no da el pego y eso jode al espectador sobre manera… pero que no de el pego casa estupendamente con la idea de que nuestros protagonistas son unos farsantes y tienen todos los vídeos falseados.
Resumiendo, “Death of a vlogger” es un pequeño soplo de aire fresco dentro del género, pero eso no es suficiente. Da igual el empeño de su director en ofrecer algo distinto, porque estamos del found footage hasta los mismísimos cojones y esta no deja de ser una más entre miles de mediocridades. Ya pasó el momento de found footage —que tuvo 5 años estupendos entre 2008 y 2013—, sin embargo, como es una manera de proceder cómoda y barata, los cineastas independientes (y amateurs) siguen erre que erre, aburriéndonos solemnemente y buscando nuevas maneras de asustarnos utilizando toda la tecnología audiovisual posible al alcance de nuestras manos.
Dirige (e interpreta) Graham Hughes, que proviene del cortometraje y que, con un par de largos de bajo presupuesto bajo el brazo, tiene en esta película su mayor baza. Después, ha seguido con los cortos, pero dudo que, más allá de la película que nos ocupa, nada de lo que ha hecho (o vaya a hacer) pueda despertar mi interés.

miércoles, 14 de junio de 2023

MARQUESINAS DE REFILÓN 3

Empezamos con otro tipo de marquesina. Este fotograma pertenece al thriller "Pánico en la ciudad", vehículo de lucimiento para el bueno de Jean-Paul Belmondo en el que, un poco a la manera de "Harry Callahan", interpreta al poli duro encargado de cazar, sin importar los métodos empleados, a un asesino que tiene atemorizado París. Francamente, a pesar de los prometedores elementos, el film no es nada del otro jueves. Lo más llamativo resultó ser ese anuncio, inevitable dado que "Pánico en la ciudad" se rodó en plenos años setenta, con "El Exorcista" petándolo.

No voy a hablar de los muchos encantos de "Los pasajeros del tiempo" porque ya lo hice en su respectiva reseña. Sin embargo, entonces pasé por alto este celebrado gag. En una escena, Malcom McDowell -como H.G.Wells- y Mary Steenburgen van al cine a ver una película. Claro, él desconoce totalmente la existencia del medio, y se asusta ante los estridentes sonidos que salen desde la gran pantalla. Por lo que oímos, estos pertenecen a una epopeya bélica, con sus disparos, aviones cruzando el cielo, explosiones, etc. Al salir, vemos la marquesina y resulta que se trata de la supuesta cuarta parte de "El Exorcista". Raro. ¿Cuál sería aquí el chiste? ¿Lo de la falsa entrega (ya entonces se criticaba el "abuso" de repetir éxitos, cuando en 1979 -año que se estrenó "Los pasajeros del tiempo"- "El Exorcista" únicamente contaba con UNA segunda parte) o lo de que un "Exorcista" se desmadre tanto en su efectismo como para asemejarse a una película de guerra? ¿No es, simplemente, que daba igual qué sonidos usar? Importa poco, porque el gag funciona y hace reír.
En cualquier caso, Nicholas Meyer -director- fue un visionario ya que, como saben, la saga de "El Exorcista" no se detuvo con la horrible segunda parte. Hubo una tercera oficial... seguida de reboots... series... y, sí, una genuina cuarta entrega a puntito de estrenarse.

lunes, 12 de junio de 2023

UNA VIDA BÁRBARA

De un tiempo a esta parte, a la hora de llenar las plataformas de contenido, el realizar biopics en forma de serie documental o de ficción sobre personalidades del mundo del espectáculo se ha puesto de moda, además con resultados la mayoría de las veces satisfactorios. Arnold Schwarzenegger, Locomia, Andrés Pajares, Wu-Tang Clan, Luis Miguel, Supreme NTM, Miguel Bosé, Nacho Vidal… todos ellos tienen una serie sobre su vida y mucho me temo que en adelante habrá muchas más.
Y en concreto me di cuenta que un personaje, podemos decir que menor, una actriz que asociamos más la prensa rosa que al mundo del cine como es Bárbara Rey, era el centro de atención de dos series, el biopic de ficción “Cristo y Rey” que está francamente bien y al que la única pega que le pongo es que, ni en mil años, me creo a Jaime Lorente en el papel de Ángel Cristo, y la serie documental “Una vida Bárbara” que se centra exclusivamente en los avatares y vicisitudes de la Rey.
Y uno tiende a pensar si la presencia de Bárbara Rey es lo suficientemente meritoria como para tener no una, sino, dos series en torno en su historia. Y vaya si lo es… Porque la Rey no solo fue una vedette de renombre en los 70 y actriz en la época del destape que trabajó en toda suerte de productos y subproductos, también fue un icono pop de los 80 junto a su marido el domador de leones (y protagonista de “El Cid cabreador”) Ángel Cristo, y personaje de prensa rosa en los 90 a raíz de los malos tratos a los que le sometía su esposo, cuya adicción a la cocaína, además, le convirtió en poco menos que un caricato cuyo deterioro físico fue más que sonado en televisión. Pero Bárbara sobre todo era, como reza uno de los capítulos de la serie de ficción, la puta del Rey. Bárbara Rey mantuvo una relación sexual/afectiva Don Juan Carlos I, Rey de España durante los años 70, que luego retomaría en los 90 y que me parece harto de interesante porque, sin comerlo ni beberlo, Bárbara Rey se vio inmiscuida en un entramado criminal, casi una guerra de mafiosos, en la que estaban involucrados Mario Conde, el Estado y la Monarquía. El Rey Emérito echaba un polvo a Bárbara Rey en cuanto tenía ocasión y, claro, en esos momentos de alcoba se revelan muchos detalles y secretos. Pronto su relación con la actriz supondría una molestia más que cualquier otra cosa y lo más prudente era deshacerse de ella. Pero Bárbara Rey aprovechó la coyuntura que, precisamente, le ofrecía la prensa rosa para enfrentarse a toda esta gente, y ya la cosa se pone calentita cuando entran en juego la extorsión, el chantaje y las escuchas ilegales. Bárbara Rey se merece, efectivamente, los dos biopics que llevan su nombre.
En cuanto a este “Una vida Bárbara” desarrollado a lo largo de cuatro capítulos, estructura divinamente todo esto que les cuento, centrándose el primer capítulo en sus inicios en el mundo del espectáculo, el segundo en su relación primeriza con el Rey durante los años en los que era una de las mujeres más deseadas de España, el tercero en su vida circense junto a su esposo Ángel Cristo —y aquí la cosa toma tornas de thriller. No en balde, la serie “Cristo y Rey” se basa exclusivamente en esta tortuosa relación—, y el cuarto y último se centra en el entramado criminal del que les he hablado más arriba. Todo ello narrado por la propia actriz que es entrevistada a tal efecto en profundidad, así como se ilustra todo con abundante material de archivo y entrevistas a los implicados en cada uno de los sucesos. Todo ello muy interesante y adictivo, aunque, como todas las series y documentales a Atres Media, más cercano a un reportaje para la prensa del corazón que a productos de mayor valor documental. Como fuere, la vida privada de Bárbara Rey yo creo que, efectivamente, es lo suficientemente interesante como para que trascienda a su vida profesional.
Creada por Daniel Écija, quien también es el responsable de “Cristo y Rey”, y dirigida por Óscar Bernàcer, director de trayectoria cortometrajíl y televisiva, “Una vida Bárbara” puede que sea una de las mejores series documentales de producción nacional que pululan por las distintas plataformas de streaming. ¡Se la recomiendo!

sábado, 10 de junio de 2023

SKINNER

Si hubo un subgénero que destacó en los años noventa, fue el dedicado a las hazañas del serial killer, o asesino en serie. Gracias al exitazo de "El silencio de los corderos" no solo los criminales de corte realista se convirtieron en valor seguro de cara a la taquilla, también se dejó de usar la palabra "Horror" para dar paso a la de "Thriller". Era inaceptable que "una de terror" hubiese ganado el Oscar y se llevase toda suerte de buenas críticas, así que tocaba dar un lavado de cara al género. Ya nadie quería asesinos mudos o enmascarados, estos recién llegados tenían carisma, hablaban como cotorras y, en el mejor/peor de los casos, eran medianamente majos. A partir de ahí, la oleada fue imparable, esputando toda suerte de imitaciones, subproductos y una o dos realmente buenas, puesto este que ocupa, y con honores, el "Seven" de David Fincher.
Sin embargo, hoy toca hablar de una de las que caen justo en medio, en la zona crepuscular de las películas de bajo coste y resultados desiguales, "Skinner". Producida el año 93 (dos después de "El silencio de los corderos", dos antes de "Seven") y con un reparto bien curioso. Para empezar tenemos en el rol del asesino al hermano ilustre, Ted Raimi, un registro opuesto al recurrente en él (es decir, tío majo o víctima). Ricky Lake, habitual del mangante + vendido John Waters, y posteriormente personalidad mediática, da vida a una maruja insatisfecha. Y finalmente la ex estrella porno Traci Lords, feliz como una perdiz encarnando a una mujer atormentada y, sobre todo, deformada físicamente, lo que supongo esperaba contribuiría a acabar con su imagen sexy (recordemos que ella y Lake habían coincidido unos años antes en "Cry-Baby" del fucking Waters) Se suma al trío Richard Schiff, uno de esos rostros super-reconocibles gracias a sus intervenciones en toda clase de productos, incluidos unos cuantos de peso. Precisamente, haría de conductor de tren en "Seven".
Dennis Skinner es un asesino en serie al que le encanta despellejar a prostitutas de baja estofa y vestirse con sus pieles, tal y como hacía Ed Gein (referencia a un psycho killer real, cosa muy común entonces). Y sí, ya es mala suerte tener semejante hobby y apellidarse Skinner, que traducido al españolo es, eso, despellejador. No, no ayuda mucho a la hora de evitar sospechas. En cualquier caso, Dennis se instala a vivir junto a una pareja en crisis. Con ella hará buenas migas, demasiado buenas, mientras en su tiempo libre visitará zonas degradadas a por carne fresca. Paralelamente, una de sus primeras víctimas, que logró zafarse de sus garras, anda tras él, clamando venganza.
Más allá de su adscripción al cine de serial killers, "Skinner" es noventera en todos los sentidos. Ese estilismo tan artificial y plano, a base de luces de colores, y una supuesta sordidez que, de tan nítida y forzada, resulta anti-natural y, por tanto, no funciona. Cuesta tragarse que el asesino visite siempre el mismo barrio industrial, hasta las trancas de graffitis, en el que no hay una maldita alma... hasta que, por arte de magia, aparece una prostituta, andando sin rumbo y, casi casi, vestida únicamente con ropa interior, lista para ser asesinada. Además, todas gastan un aspecto muy decente. No hay gordas, no hay yonkis, no hay feas... cojones, que se den una vuelta por mi antiguo barrio y verán lo que son putas de esas que matan la libido.
Claro que, tal vez, toda esa "sordidez de postal", y los detalles poco verosímiles, estaban hechos aposta. Es decir, sin llegar a ser muy evidente o cargante, es cierto que la peli gasta sus intenciones "arty", con imágenes casi poéticas de Ted Raimi caminando por un riachuelo en medio de la urbe. Quizás su director, Ivan Nagy, iba de artista. En cualquier caso, acabó el resto de sus días rodando vídeos softcore. Palmó en 2015. Paul Hart-Wilden, guionista, también dirigió algunas cosas, pero nada interesante. Aquí el único nombre tras las cámaras que merece ser destacado es el del productor Jeff Pollon, pero por lo gracioso del apellido.
Bueno, ¡miento!, también es justo y necesario mentar a los responsables de los efectos especiales, la "KNB Group" al completo. Suyo es el despliegue de látex y tinte rojo. ¿Generoso? bueno, estamos en 1993 y, como sabrán, no fueron aquellos años muy gloriosos para lo truculento. Sí que hay una escena de despellejamiento bastante gráfica, pero, primero, se realiza a un cuerpo muerto (es decir, la caratula aquí expuesta de la edición argentina miente como una bellaca), por lo que no es tan angustiosa y, segundo, los trucajes, aunque encantadores al ser físicos, tampoco es que destaquen por su eficacia. Vamos, se nota el cartón.
La banda sonora viene compuesta íntegramente por un grupo de esos tecno-raro -"Contagion"-, cosa que también comenzaba a ser muy recurrente entonces.
Finalmente, lo mejor de "Skinner" es que únicamente dura 88 minutos. Pueden meterla en una carpeta, junto a las 350 películas restantes en espera de ser consumidas, y ya la verán algún día. Sin prisa
Gracias al bueno de Enorm por pasármela.

viernes, 9 de junio de 2023

LA MUJER DEL JUEZ

En un principio “La mujer del juez” nace, casi en exclusiva, como vehículo para el lucimiento no ya de Norma Duval, la súper vedette a la que tantos españolitos de la transición le dedicaron sus prácticas onanistas, si no para el de su escultural físico. De hecho, el póster promocional de la película no es más que una ilustración de la secuencia en la que vemos a la Duval en todo su esplendor. Y lo que importaba era su cuerpo y nada más que su cuerpo. Daba lo mismo hasta la propia actuación de la muchacha que, además, aparece doblada por una actriz del medio, porque, guapa a rabiar, Norma no es que fuese una gran actriz precisamente (el co-protagonista, Miguel Molina, hijo del cantante Antonio Molina que a posteriori sí que desarrollaría una —irregular— carrera como actor, tampoco era especialmente diestro pronunciando frases, así que también su intervención es doblada).
El caso es que, quizás de pura chorra, con la tontería de querer mostrarnos las tetas de Norma Duval, entre Paco Lara Polop, director y principal promotor de la película y Julián Ibáñez, se escriben un thriller de corte erótico que se anticiparía a la corriente americana de los 90 con “Instinto Básico” a la cabeza y que, generando un desarrollo y un clímax malsano y malrollero (y sexista, y misógino, y…), resultaría ser una de las mejores películas de las muchas que dirigió Lara Polop. Porque el film es resultón y eficaz, con una trama a priori trillada que se va complicando hasta captar por completo la atención del espectador y, encima, se consigue que el momento en el que Norma Duval se despelota no sea del todo gratuito porque se integra muy bien en lo que es la trama. Y luego, al final, otro pequeño giro. Y cuando termina, uno acaba exclamando: Chapó.
Tenemos a un señor juez interpretado por el estupendo Manuel Tejada, que anda hasta el cuello de trabajo y, en la otra mano, tenemos a su sumisa esposa que, harta de gastar un dinero que no se acaba en insulsas compras, se aburre en el hogar conyugal cosa mala. Así que, en una de estas, acaba manteniendo una relación sexual con el joven dependiente de diecisiete años de la zapaterías donde se deja la pasta.
Jugueteando amorosamente en el cobertizo propiedad de los progenitores del adolescente, la mujer del juez y el muchacho son sorprendidos por el vecino de esta que pasa por allí en bicicleta —y que ya le tenía echado el ojo a la jamba porque está muy buena—, justo un rato antes de descubrirse que la mujer de este ha fallecido en un aparatoso accidente. Se sospecha del vecino, pero el encontronazo casual con la mujer del juez le sirve de coartada. No obstante, como ha pillado a esta fornicando con el chaval, la chantajeará haciéndole participar en sus juegos de corte sexual, si no quiere que desvele su affaire con el muchacho. Naturalmente la cosa se irá complicando.
Pues está muy bien, sobre todo, porque pese a la ranciedad de su diseño de producción y la tosquedad de toda la película en sí, rodada en una época en la que el hecho de filmar con película barata otorgaba al cine español un tono muy característico, y sin grandes alardes ni técnicos ni estéticos, consigue una película de una factura pobretona, pero que se ve compensada por la solvencia de lo que nos cuenta con una historia curiosa y bien escrita que logra que le veamos las tetas a Norma Duval, pero con consistencia. Y vaya si se las vemos.
“La mujer del juez” no fue un gran éxito de taquilla, aunque pasaron por caja casi medio millón de espectadores, pero sí que fue un gran éxito en vídeo de alquiler, con aquellas cintas que iban en las fundas gordas y mullidas de Izaro films, que la distribuyó.
En el reparto, junto a la Duval, el Tejada y el inútil de Micky Molina tenemos a un Héctor Alterio que da gusto verlo —las secuencias en las que se encuentra con la Duval en fiestas de sociedad y en las que la mira con cara de sátiro son tan inquietantes como involuntariamente divertidas— luciendo prolongada calvicie y bigotazo, tenemos a  Beatriz Elorrieta y, eterno, Antonio Gamero.

miércoles, 7 de junio de 2023

MINUTOS MUSICALES 13: DIRT

Una de las cosas que más me enervaban durante la movida gore-caspa de los noventa, era que muchos grupos punk y hardcore, de tirón panfletario anti-sistema, cuando se ponían a hablar del cine que consumían, sacaran a relucir todos los títulos entonces recurrentes dentro del género del terror y, especialmente, el gore. Lo veía en parte incoherente. Entre otras cosas porque dichas películas chocaban de frente con su discurso. Eran productos ultra-comerciales, extremadamente violentos, donde abundaba la misoginia, mensajes moralistas, incluso puede que cristianos... y sin embargo, toda esta peña flipaba con ellos. Y eso me pasa exactamente con "Dirt", uno de los muchos grupos dentro del colectivo / sello / grupúsculo comandado por los anarquistas "Crass", tan admirables en su seriedad y dedicación como... un poco coñazos, y un muy plastas, a base de experimentos sonoros y, sobre todo, una brasa panfletaria que, por muy bien razonada que estuviese, no dejaba de ser eso, brasa.
A diferencia de otros combos del colectivo, al menos "Dirt" sonaban cañeros, veloces y estridentes. Y, curiosamente, a pesar de su condición okupa y politicastra, me sorprendí cuando en sendas canciones escuché extractos de dos películas que adoro y que, desde luego, nunca habría asociado al anarco-punk (claro que eran posteriores a su "etapa Crass", tal vez eso tendría algo que ver), por un lado las risas histéricas del mobiliario al completo en "Terroríficamente muertos" al final de "Plastic Bullets" y, más llamativo aún, el "speech" de "Emil Antonowsky" (es decir, Paul McCrane) en "Robocop" cuando aterroriza a un currante de una gasolinera diciéndole aquello de "Apuesto a que te crees muy listo, chico... ¿más listo que una bala, eh?", al inicio de "Man Hunter". Es cierto que el inmortal clásico de Paul Verhoeven tiene mucho de transgresión, es muy punk en su espíritu, pero daba por sentado que mentes tan cuadriculadas como -asumo serían- las de "Dirt" y bandas afines, solo verían una película made in Hollywood cargada de violencia, sin más. Parece que no, parece que estos cabrones tenían buen gusto a la hora de sentarse frente a la tele, decantándose por cine de género en lugar de aburridos tochos rusos sobre anarquismo. Bien por ellos.
Sin embargo, ni "Plastic Bullets" ni "Man Hunter" son lo mejor de "Dirt". Para redondear este rollete con la inevitable muestra sonora, me he decantado por la que, creo, es su más lograda canción, "Lunacy", disponible en el disco "Scent of the kill"... y suena like this...

lunes, 5 de junio de 2023

LAS AVENTURAS ERÓTICAS DE PINOCHO

Descendiente directa del nudie, “Las aventuras eróticas de Pinocho” no es más que una de tantas adaptaciones de cuentos infantiles al cine erótico, además una de factura muy rancia y vulgar. Sin embargo es un anticlásico del género porque, a pesar de contar con las presencias de mitos del cine de tetazas como puedan ser Dyanne Thorne, Monica Gayle o Uschi Digard, no es una película a la que tengan estima los fans del cine erótico/pornográfico, unos dicen que por la poca calidad, otros porque hay escaso y mal folleteo.
Y es que la película, de 1971, con toda una señora clasificación X a sus espaldas, se encuentra en tierra de nadie en lo que a cuestiones de follambre  se refiere porque se concibe en una época en la que está a punto de estallar el porno duro mientras que la reseñada está todavía poniendo sus ojos en las inocentes películas eróticas de los 60. Por supuesto, no contiene ni una escena de pornografía explícita y evita mostrarnos a toda costa pubis o nalgas; así que, sí, presenciamos unas cuantas escenas eróticas, pero en las que prácticamente no se ve nada. A eso añadan un humor tontorrón al que se le da más importancia que al mostrarnos carne y unos coloridos y estúpidos disfraces, puestos en actores y actrices de poca monta, con el afán de recrear el cuento infantil de Collodi. Pues, efectivamente, para paja no da. Al margen de lo guarrindongo, la película se compone en mayor medida de conversaciones huecas y chascarrillos malos, por lo que a rasgos generales es aburrida y plana, y verdaderamente cuesta dios y ayuda verla completa.
El cuento de “Pinocho” queda alterado en esta versión de la siguiente forma: Geppeta es una joven virgen que ansía la compañía de un hombre. Como no lo tiene, se fabrica uno de madera. Y se lo monta con el maniquí… Un buen día, un hada madrina de suculentas tetas aparecerá para dar vida al muñeco, y este se convertirá en un hermoso hombre de carne y hueso, tan hermoso, que acabará prestando sus servicios en un burdel siendo explotado por un proxeneta.
Y no se dejen engañar por el poster: lo que le crece a este Pinocho no es precisamente la nariz… ¡Es el cipote!
En fin, una chorradita que se ve más por hacer la gracia que por cuestiones eróticas y/o antropológicas y que, con su look amable, no llega ni a simpática.
Sin embargo, habría que tenerla en estima al menos por tratarse de la única adaptación al cine de la obra de Codolli que se omite en las filmografías oficiales en torno a Pinocho.
Al muñeco protagonista lo interpreta aquí un tal Alex Roman, de imponente físico y semblante, que no volvió a aparecer en película alguna posteriormente. La carne femenina la ponen las actrices mencionadas más arriba.
En las labores de dirección tenemos a Corey Allen que con “Las aventuras eróticas de Pinocho” firma su única película para cines. Manda cojones que sea un producto X de tan baja estofa. Eso sí, antes de este, y después, Allen es en verdad un reputado artesano televisivo con tropecientas series y telefilmes sobre sus hombros entre las que podemos destacar “Los casos de Cosby”, para lucimiento (obviamente) de Bill Cosby y, sobre todo, “Capitolio”, popular soap opera estadounidense donde llegó a dirigir la friolera de casi 1300 episodios.

sábado, 3 de junio de 2023

PASANDO PÁGINA

En ocasiones ser ignorante es toda una bendición. Ni que sea respecto a UNA cosa. En mi caso, esa cosa era "Pasando Página", originalmente titulada "Funny Pages", es decir, páginas graciosas o divertidas... luego hablamos de ello. Al terminarla e investigar, sí que me sonaron campanas. Algo había leído en su momento. O visto. Pero daba igual. Era poco. El caso es que me senté frente a la pantalla con el "chip" de la ignorancia a tope, convencido de que sería un mierdote, listo para quitar a los diez minutos... y, ¡jodo!, como cambiaron las tornas.
En cuanto, nada más comenzar, vi que el protagonista era un chaval aficionado a dibujar comics, que estos venían paridos, indudablemente, por uno de mis comicantes favoritos, Johnny Ryan, y que un señor mayor y gordo sube a una mesa y se queda en pelota picada para que el chaval, su alumno, le dibuje... me dije aquello de "Esto promete". Luego, el profe la palma en un accidente y su pupilo, perdido, intenta a la desesperada encontrar otro modelo adulto que le guíe, lo que le llevará a muchas situaciones absurdas. De por medio, una continua alusión al mundillo del comic, especialmente aquel de tirón underground. Peter Bagge (quien firma la inconfundible tipografía de los créditos. Cojones, si hasta el prota, ahí con su pelo moreno aceitoso, es un trasunto de "Buddy Bradley"), Daniel Clowes, Drew Friedman... muchísimos son los autores del estilo señalados o directamente replicados. Se hace mención a los mini-comics. Tiene un cameo el legendario zine rockanrolero "Kicks". El prota gasta un amigo, más tarado aún, que edita un fanzine. Hay un puñado de escenas ambientadas en una tienda de tebeos. Se raja de los superhéroes e, inevitablemente, aparece una ristra de gordos, deformes y medio mongers representando a los habituales del "mundillo", aunque en este caso no se limitan a esos parámetros. TODOS, y digo TODOS, los personajes del film son FEOS. Sin excepción. Algunos muchísimo, otros un poco menos. Pero no hay guapos en esta película (tampoco chicas, ¡¡ni una!!, por lo que nos libramos de una innecesaria historia de amor). Tal vez el prota sea el más "mono", pero ya se ocupan de que, como decía arriba, lleve el pelo bien grasiento y luzca un poco de acné, aunque menos que su super-amigo, al que da grima ver. Sí, todo muy Daniel Clowes.
El chaval tiene prisa en independizarse, no se lleva bien con sus padres, así que deja su bonito barrio de clase media/alta y se instala en una pocilga, situada en una zona peligrosa, con dos tipos bastante inquietantes, que se duchan con agua medio marronosa y, llegada la noche, ponen el volumen de sus portátiles a máxima potencia. Toda esta parte me resultó perturbadoramente familiar. Aquellos que me conocen, lo entenderán. Podría identificarme con el chaval, si no hubiese una diferencia de décadas entre nosotros. Así que me toca ser la réplica de sus compañeros de vivienda, pero estos están totalmente zumbados. Dan miedo. Y esa es una colleja que podría soltarle al director y guionista de "Pasando Página", Owen Kline (pijillo nacido del cruce entre Kevin Kline y Phoebe Cates... ¿cómo sentará ser hijo de una fantasía masturbatoria?), que aunque parece decantarse cariñosamente por el "excéntrico", el raro, el inadaptado, etc, al final, estos salen retratados como gente realmente turbia, peligrosa, medio psicópata, mientras los padres del prota y la abogada que le da curro, aún no siendo totalmente convencionales (nadie en esta peli lo es) sí resultan más tolerables, más aceptables. Vamos, que mola ser rarito... pero no demasiado, y al final, siempre es mejor tener un buen curro y vivir en un barrio limpio y ordenado. Digamos que la excentricidad es aceptable si eres joven, pero crecer manteniéndola activa, sería un problemón. La típica doble moral de esos lares.
Bien, a partir de que el film se aparta un poco del ambiente comiquero, centrándose en la relación del protagonista con ese nuevo modelo adulto -y muy muy pillado-, el interés desciende unos grados. Además, parece un poco ilógico que un joven que ha demostrado inteligencia, claridad mental, personalidad y responsabilidad, pierda el ojete de modo exagerado por complacer a un individuo tan chungo. Y que no se de cuenta de, eso, que no es aconsejable y tampoco está bien de la testa. Pero da igual, porque al fin y al cabo es una comedia, bueno, una tragicomedia, así que nos lo tragamos como una prostituta se traga la lefa de un viejo verde y nos dejamos llevar.
Ya, toda esa referencia al comic underground o alternativo, todo ese rollo de "ser rarito mola", "la inadaptación es cool", etc, puede sonar muy hipster, muy pose, muy repelente. Un poco como ocurría en "Ghost World", película con la que "Pasando Página" tiene muchos puntos en común. Consuela que, dentro de lo malo, está bien llevado, con conocimiento de causa, y se puede excusar.
Hablando del paralelismo con "Ghost World", aquella se suponía una peli de esas de "coming of age" que dicen allí, "hacerse adulto", "madurar", y la reseñada también lo es. De modo un pelín menos hipócrita. Ya saben que, al final, los yankis no pueden evitar moralizar. Y por mucho que chane ser un desgraciado, un dibujante de comics muerto de hambre, el mensaje siempre es "madura y conviértete en alguien de provecho, aunque para ello debas sacrificar tu pasión". En esta película no ocurre de forma clarividente, digamos que se insinúa. Y, gracias a dios, termina antes de que se oficialice. Pero es gracioso ver que, mientras en versión original su título es el que es -páginas graciosas o divertidas- en castellano ese supuesto mensaje redentor, pro-adultez, pro-rectitud, queda totalmente reflejado: PASANDO PÁGINA. Más claro, el agua.
En definitiva, y con sus aspectos discutibles, la película está un rato bien. Entretiene, divierte. Se agradecen los 16 mm con los que ha sido rodada (en contra de la ya habitual fría fotografía digital). Gasta sus leves momentos transgresores. Y, of course, todo aquel que conozca la materia que trata, las viñetas de orden marginal y tal, disfrutará con las referencias.
¡Ah! incluye papelillo para una cascadísima Louise Lasser.

viernes, 2 de junio de 2023

SEX HYGIENE

Resulta muy gracioso este corto documental del año 42, adscrito a los “hygiene films”, por dos motivos destacables: Primero, como es bien sabido, este tipo de productos vienen avalados por la exageración a la hora de mostrarnos secuencias escabrosas e “Higiene sexual” no escatima lo más mínimo en ello. Segundo, está dirigido nada menos que por el incontestable John Ford. Todo el metraje medico adicional es cosa de un tal Otto Brower, pero en esencia es una película de Ford. Aunque tiempo después el director de “La Diligencia” renegaría un poco de este producto sensacionalista y tirando a zetoso.
La cosa va de un escuadrón de soldados de los Estados Unidos que pasan sus horas de ocio como buenamente pueden; unos juegan al billar, otros en cambio practican sexo con prostitutas. Al descubrirse en el acuartelamiento que uno de los soldados ha sido infectado de sífilis, estos son convocados en una sala de proyecciones donde les proyectarán un documental que explica lo que son las enfermedades venéreas y como combatirlas, advirtiendo siempre que lo mejor para no contraerlas es la pura y dura abstinencia. Así, la pantalla se convierte en un festival de conservadurismo y, sobre todo, de pollas infectadas de sífilis, gonorrea y chancro. Todo se llena de pollas enormes y purulentas pertenecientes a afectados reales de las enfermedades que se nos muestran, por lo que el documental deambula a sus anchas entre lo humorístico (involuntariamente) y lo desagradable.
Por otro lado, lo más divertido es ver las explicaciones de cómo evitar contagiarse de esas enfermedades. Tengan en cuenta que se trata de una película de 1942 y por lo tanto todo es tosco y crudo, los preservativos no eran como ahora los conocemos y los métodos para prevenir una sífilis eran absolutamente abrasivos, por lo que uno se cuestiona si no es peor el remedio que la enfermedad… pobres los espectadores que viendo este documental siguieran al dedillo los consejos del médico militar que tenemos en pantalla.
Por supuesto, el mensaje conservador es divino y nos advierte que si algún ignorante nos echa en cara ser menos hombres por no tener sexo, no hagamos ni puto caso, porque las consecuencias de fornicar con una mujerzuela infectada pueden causarnos un gran sufrimiento no solo a nosotros, si no también a nuestras mujeres e hijos.
“Higiene Sexual” es una película propagandística francamente divertida.
Por supuesto, se trata de un encargo del Ejército de los Estados Unidos, que financió el documental con el fin de alentar a las tropas tras darse cuenta de la poca información que había al respecto entre los soldados americanos. El director y productor Darryl Zanuck, aunque llevaba una vida civil, era oficial del ejército en la reserva, por lo que fue la primera opción de los altos mandos a la hora de ponerse en contacto con la gente de Hollywood para llevar a cabo este proyecto. Sin embargo a Zanuck no le hacía mucha gracia filmar pollas descomponiéndose, así que pidió por favor que lo dirigiera a su colega John Ford. A Ford tampoco le apetecía mucho filmar pollas llenas de pus y heridas, pero como profesional que fue, tomó su cheque y rodó tantas como le trajeron. Y lo hizo en tan solo tres días. El ejército quedó más que contento con el documento entregado por John Ford. Y este después de de esta producción, continuó con lo suyo sin que esta película, de la que tampoco se sentía muy orgulloso, supusiera un borrón en su expediente.
A nivel anécdota, decir que dentro del reparto contamos con las presencias, más bien escuetas, de George Reeves quien fuera el mítico Superman en la televisión de los años 50 y Robert Lowery, menos mítico, pero que encarnaría a Batman en los seriales de, más o menos, la misma época.
Muy simpática esta “Higiene sexual”… Y también repugnante.