Por avatares del destino que no vienen a cuento, estos últimos días me he estado tragando algunos de los telefilms que, en los 70, se encargaron de llevar personajes Marvel a la pantalla... aunque fuese la pequeña. No voy a ser como esos esnobs idiotas que, ante las nuevas producciones inspiradas en el universo creado por Stan Lee y sus negreros, vaya a anteponer aquellas como "las mejores". Para nada, todos sabemos que incluso la versión de "El Capitán América" de Albert Pyun es mucho mejor que la serie en la que Reb Brown interpretaba al del escudo, y todos somos conscientes de que, aunque el "Hulk" con Lou Ferrigno era bien majo (el telefilm estrenado en Europa tiene su qué, en parte gracias a que su escasez de medios obligó a sus responsables a no perder mucho los papeles, de ahí que el producto sea agradecidamente sobrio), no le llega a la suela de los zapatos a la que firmó Ang Lee. Y aunque "Ghost Rider" sea una basurilla simpática, probablemente, de existir un precedente, sería peor. Como digo, el esnobismo es patético, pero si encima viene rodeado de nostalgia, es más chungo.
Sin embargo, repasando los dos primeros largos sobre "Spiderman" con el bueno de Nicholas Hammond y sus horribles pelos setenteros, caí en la cuenta de un curioso detalle: su realismo. Es cierto que en las películas de Sam Raimi se presta más atención al lado humano de los personajes, pero este queda lastrado por una fantasía de altos vuelos. En los telefilms, mientras Peter Parker y los suyos parecían muñequitos de un recortable, era en cuestiones estéticas donde ganaba puntos (en cuanto a su verismo, repito). En el momento en que un tipo decide ser un superhéroe y se confecciona él mismo su disfraz teniendo en cuenta que no es modisto, está claro que lo mejor que le podría salir es algo con sus arrugas e imperfecciones, donde canten las costuras y los pliegues. En el "Spider-man" de Tobey McGuire, este sencillamente aparece de la nada con su super-traje aerodinámico, sin que nos expliquen cómo cojones lo ha fabricado. En el televisivo el tema se aborda con gracia y salero (y es más creíble), la idea de confeccionarse un disfraz la tiene Parker mientras intenta venderle la moto a su jefe, el Sr.Jameson, y en más de una ocasión se hace burla de sus mallas. ¿Y que me decís de los lanza-redes?, muchos criticaron en su momento que el hombre araña de la caja tonta llevara esas muñequeras y esos cinturones tan feos, pero... ¿dónde si no guardaría "la munición" teniendo en cuenta que, a diferencia de las versiones actuales, y más acorde al comic original, lo de las telarañas es un mero gadget?.
Todo ello va totalmente acorde al tono general del producto, ya que en todas las pelis el superhéroe arácnido se limita a pelearse con otros seres humanos, nada de monstruos ni criaturas mutantes. Incluso a pesar de disponer de super-poderes, recibe más de un piño del que se queja. Lo sé, es una gilipollez, pero resulta muy curioso, y más teniendo en cuenta el marco setentero en el que se desarrolla la acción, tan urbano y sucio, muy de moda en esa época gracias a que al cine de Hollywood le dio por retratar el lado poco glamouroso de las cosas.
Supongo que ambas versiones se complementarían perfectamente... igual que ocurría con el "Punisher" de Lundrgen y el de Tom Jane (sobre todo en cuestiones de violencia), pero ese es un juego de los errores al que ya jugaremos más adelante.