Siempre he sentido una incurable simpatía hacia Javier Gurruchaga. ¿Debo pedir perdón por ello?. Y no se trata de algo reciente, la cosa viene de cuando salía de la infancia para entrar en la adolescencia. Justo en ese punto descubrí a la "Orquesta Mondragón", que no tardó mucho en pasar a formar parte de mi nómina de grupos favoritos. Definidas ya del todo mis preferencias musicales, la "Mondragón" bajó muchos puestos, pero mi simpatía por su carismático frontman no se disolvió.
Hace poco, y empujado por una cada vez más preocupantemente habitual ataque de nostalgia, tuve oportunidad de repasar la discografía entera de la banda, y cual fue mi sorpresa al descubrir que su primer LP "Muñeca Hinchable" seguía siendo tan bueno y disfrutable como me lo parecía ya en mis años mozos. "Muñeca Hinchable" (magnífico título), editado en 1979, es un gran disco, y lo digo sin sarcasmo posmoderno que valga. Desde que lo he redescubierto, lo he escuchado ya innumerables veces (hasta más de una por día). Lo que sorprende de el es su festivo tono entre la pachanga incendiaria y el puro espectáculo de cabaret, o incluso circense, tan bien explotado por Gurruchaga y los suyos. Las canciones, de partitura burlesca, hacen gala de unas letras surrealistas, provocadoras (muchos tacos y referencias sexuales y escatológicas, algunas de orden muy muy políticamente incorrecto, rozando "la legalidad") y tremendamente inventivas que Don Javier, el vocalista ideal para semejante material, canta con lascivia y sutil mala uva. El tipo está en más que mejor forma, y suelta algunos chascarrillos que son, literalmente, de antología. Todo el puto disco es cojonudo, ni sobra ni falta, y no solo las canciones, también se llevan la palma ciertos interludios humorísticos. Escuchándolo, no me extraña que en aquellos tiempos, y gracias también al look que lucía el cantante en los escenarios, se asociara la "Orquesta Mondragón" al punk, ¡es que no era para menos!.
Todas estas virtudes se perciben todavía más cuando escuchas los siguientes vinilos. "Bon Voyage" mantiene aún vigente la magia presente en el disco de debut, aunque no en tan perfecto grado. Sin embargo, a partir del siguiente la cosa empieza a perder gasolina, pero de modo alarmante. Gurruchaga intenta actuar como un cantante normal, se desvanece el tono burlón y cabaretero, las letras son cada vez más tópicas (en los últimos discos se abusa de la temática romántica), se pone punto y final al elemento trasgresor y el sonido adquiere un escalofriante rollo AOR que, sinceramente, da verdadera grima. A veces aciertan intentando recuperar el fiesteo original, como en "Ellos las prefieren gordas", e incluso puntualmente con cosas más estandard como "I wanna dance", pero en general el aire almidonado se impone y acaba por aburrir de modo irreversible.
A la "Mondragón" la devoró el deseo de ser respetados y tomados en serio, dejaron de ser algo único y original y mutaron en más de lo mismo. Pero mientras podamos gozar de esa "Muñeca Hinchable", la mera existencia de la banda habrá merecido la pena más que mucho. Pasen y vean...