Carlos Díaz Maroto ya me proporcionó en su momento un buen rato gracias a la lectura de su libro "Los hombres lobo en el cine". Así pues, cuando vi este "King Kong, el rey del cine", con su firma, en los estantes de mi biblioteca habitual, no dudé ni un segundo en llevármelo al queo. Y leerlo, claro, cosa que he hecho en pocos días.
Y es que el librillo, que no tiene nada de tocho en ningún sentido, se lee rápido y de forma sencilla. El autor no se sube por las ramas ni hace gala de un estilo pomposo, paposo y cargante, como unos pocos hay por ahí, al contrario, resulta muy cercano sin por ello recurrir a chabacanadas como hago yo (y faltas, que también se me da muy bien).
Es obvio de qué va el asunto. Un repaso a la vida ficcionada (la única que hay, añado) del gran gorila del cine. Su film de debút, sus imitaciones, sus remakes, sus secuelas... sus pases por la tele y por el mundo de la viñeta. Ha sido una alegría para el cuerpo que Díaz Maroto no haya pasado por alto cosas del calibre de "A.P.E." o "Queen Konga", auténticas rarezas (la primera, aún así, resulta francamente divertida) que otros ni hubiesen recordado mencionar, volcándose en los copietas oficiales del monster, en este caso los Japoneses, que también tienen su generosa porción en este libro.
No hace falta decir que se escribió con la intención de sacarle jugo al entonces recientísimo estreno de la versión de Peter Jackson, y en algunos aspectos adolece un poquillo de evidentes prisas. Especialmente molesto me resulta que, mientras habla de las versiones bastardas del Kong original y el de los 70, no haga lo mismo con la más moderna... cuando este, lógicamente, propició tanto merchandising y tantas copias (con la gente de Asylum en cabeza) como lo hicieron las otras dos. Lástima. Aún así, el libro es del todo recomendable, no solo para fans de la octava maravilla del mundo, sino para cinéfagos curiosos en general.
Nota personal: Soy un defensor a ultranza del "King Kong" de John Guillermin/De Laurentiis. ¿Por?, porque mientras el de Peter Jackson se limita a actualizar técnicamente el asunto con respecto a la versión primera, pero mantiene el resto intacto ambientándola en la misma época, la de los 70 tuvo los cojones de arriesgar... de ignorar el miedo que da en ocasiones tocar un clásico del cine y adaptar la obra a los tiempos modernos (de esa década, claro), no sólo en lo técnico y estético, sino en su espíritu, su lenguaje y su forma, haciendo cambios y apostando por ideas osadas. Y esa es, sin duda, una actitud que yo admiro y respeto. ¡Aaaaay, el añorado Hollywood setentero!.