jueves, 17 de febrero de 2011

NELLA TERRA DEI CANNIBALI

En el año 2003 el entrañable cabronazo de Bruno Mattei se encargó de recuperar un subgénero al que ya creíamos muerto: las películas de caníbales (es curioso que mientras la mayoría de cineastas originarios reniegan de ellas, Mattei tuvo el morro de hacerlas en unos tiempos tan políticamente correctos como los nuestros).
A la “espera” del anunciado return de Ruggero Deodato al tema que –para bien o para mal- le dio la inmortalidad, podemos "disfrutar" de la que fuera primera aportación al asunto según papá Bruno (esta vez bajo el alias de Martin Miller), "Nella terra dei cannibali". Luego vendría "Mondo cannibale".
¿Para que perder el tiempo divagando?, la peli no es más que una mezcla de "Holocausto Caníbal" (ideas directamente robadas, como el aborto a pedradas) y "Depredador" (sin monstruo). Un comando de garrulos -tan del gusto de Mattei- se interna en una selva repleta de caníbales afilipinados (deberían hacer en Filipinas un monumento al director italiano, ya que se pasó más años de su vida allí que en la tierra que le vio nacer). Naturalmente los aguerridos muchachos van siendo testigos de las atrocidades acometidas por los devora-hombres para luego, y por tandas, ir cayendo bajo sus zarpas.
Todos los tópicos del cine de caníbales desfilan por esta peli, pero, no nos engañemos, lo hacen de un modo extremadamente light, soso y nada imaginativo. La sangre parece vino de tetrabreak, en ningún momento vemos la mutilación frente a la cámara y, mucho menos, si es sexual (vamos, que ni castraciones, ni senos agujereados por ganchos...). Lo único, la siempre criticable muerte de un animal filmada sin truco ni cartón, en este caso un jabalí.
Resumiendo, que Mattei se ha quedado en la superficie y, en lugar de sacarle partido al video (por sus posibilidades de dotar de verismo a las imágenes) se limita a usarlo como si fuera un formato fotográfico al uso. Los caníbales del nuevo milenio nada tienen de la crudeza, el feísmo intencionado, la violencia gratuita y la moralidad dudosa de sus precedentes setenteros (y ochenteros)... ¡ya nos extrañaba a nosotros! (eso si, gritan mucho, muuucho, se pasan la película berreando como locos... si te vale con eso, adelante).
Pero esa carencia de mala folla tiene sentido. El italiano, vil mercachifle antes que cineasta, tiene en cuenta que un producto excesivamente desagradable tampoco sería fácilmente vendible. ¿Coherente a su manera, no?.