Una joven conduce su descapotable por pleno desierto, enseguida vemos que es una novia dada a la fuga, y en concreto la hija de uno de los magnates del pueblo. Se le pincha una rueda y de repente es sorprendida por una extraña tormenta de arena que se la lleva y deja el lateral de su coche corroído como por ácido. El joven ayudante del Sheriff parte en busca de la joven y siguiendo sus huellas es también arrastrado hasta un viejo y abandonado pueblo con su saloon, su herrería, su iglesia y su cementerio. La primera noche encuentra la tumba del Sheriff de aquella época y su cadáver agarra al joven ayudante y le pide que acabe con la maldición que asola al pueblo. Hace muchos muchos años, un forajido y su banda eran los dueños y señores del pueblo, cuando el Sheriff les enfrentó, lo capturaron, lo torturaron y lo enterraron vivo. Nadie hizo nada por el, y por ello cae una maldición sobre todo el pueblo.
La novia a la fuga resulta que se parece a una antigua cabaretera que era la favorita del jefe de la banda, así que al recordarla a esta, la secuestra para poder continuar con su “vida”. Nuestro protagonista intenta acabar con la banda de malechores, rescatar a la joven y salir de allí, pero sus disparos no parecen afectar a estos fantasmas en vida.
La película tiene un ritmo muy malo, se hace un poco pesada, y tampoco la historia es para echar cohetes. El nivel de truculencia es aceptable y tiene un par de escenas bien resueltas como el disparo que atraviesa la cara del jefe de los bandidos (al inicio de la película) o el maquillaje que lleva el mismo. Los tiroteos tampoco están mal del todo, no hay que olvidar que es un western, pero tampoco levantan la función hasta el bien, quedandose en un suficiente raspado, raspado, casi que seria de 4,5 y que volviera en Septiembre a examinarse, pero solo pensar de verla otra vez ya me da pereza. Y ya.