Infra-producción Argentina mala de pelotas, pero de aquellas que con la compañía adecuada, puede solucionarnos la papeleta. Ustedes ya saben de qué va la cosa.
Comienza a lo terror gótico, con una pareja que se ama, pero cuyo amor es imposible, porque ella se va a casar por voluntad de su padre millonario, con un galán acorde con la familia. Ella pide por favor a su hombre, que vaya a hablar con su padre para pedirle la mano. Por lo que sea, se niega. Ella acaba casándose, con el novio que le ha buscado la familia… lo que no sabe es que el hombre que ama es un vampiro que no dudará en convertirla a ella en vampira, con el fin de pasar la eternidad juntos. Se traslada la acción a la actualidad, (es decir, los años setenta) y tras muchas fiestas de sexo y drogas, un grupo de yeyés, yendo en coche a no se sabe donde, se quedan tirados en medio del bosque, dando a parar a un caserón, cuyos anfitriones son la pareja de vampiros de la que hemos hablado antes. Comenzarán a hacer de las suyas.
Desde luego, una sucesión de tópicos se desencadena durante el metraje, acompañados de momentos hilarantes e incomprensibles, que convierten la película en un divertimento sin precedentes.
Mucha sangre, tetas a cascoporro, actuaciones desmadradas y diálogos vergonzantes, hacen que te partas el culo sin ningún tipo de problemas.
Resulta curioso ver como la película, aun con un montaje desastroso (con planos detalle de, por ejemplo, árboles que no vienen al caso) va follada que te cagas. En siete minutos se nos cuenta la historia de amor de los dos vampiros protagonistas, con boda y transformación incluidas. Parece que la cosa va a estar entretenida, y que van a ocurrir cosas, pero una vez trasladada la acción a la actualidad, el ritmo desciende a trompicones, y si en siete minutos se nos contó una historia interesante y apasionante, los siguientes siete minutos se nos muestra una fiesta yeyé, cargada de alcohol y sexo en la que no ocurre nada. Solo se nos muestran planos y más planos, en un montaje dinámico, eso si, de aquellos que convierten accidentalmente, una película de serie Z en una película vanguardista.
A destacar el “Modus operandi” del vampiro protagonista (un Drácula, vamos, con su peinado de raya a un lado y su capa), que siempre, al atacar a sus víctimas femeninas, antes de morderlas, les chupa una teta. Erotismo sin sentido para poner cachonda a la platea; como muestra, la lencería trasparente que ponen a una jovencita, que tras ser mordida acaba en un hospital, aunque sea su hermano el acompañante y se le vean claramente los pezones.
Descacharrante resulta también, el comprobar, al principio de la película, claramente ambientada en 1800 y pico, que la casa de los padres de la protagonista, es un chalet tipo años setenta, ahí, ¡con dos cojones¡
Por otro lado, todos y cada uno de los personajes femeninos de la película, son unos zorrones redomados, que se dejan manosear por sus compañeros mientras bailan en pelotas, amén del sexo que, intuimos, han tenido en sus alocadas vidas… luego, ¿Dónde está la sangre de las vírgenes del título? Me temo, que por ningún lado.
Muy mala y farragosa, pero para echarte unas buenas risas, una de las más adecuadas.
Dirige la divertida ponzoña Emilio Vieyra, el cual tiene una filmografía plagada de títulos sugestivos e hilarantes como EXTRAÑA INVASIÓN, PLACER SANGRIENTO, QUIERO LLENARME DE TI o NARCOTRAFICO: JUEGO MORTAL. Un individuo, cuanto menos interesante.