El manga que se divide en dos tomos, y cada uno de ellos en varios capítulos, nos cuenta la historia de Tsukiko, una joven que ya ha cumplido la treintena, con su trabajo de oficinista y una casa, pero que aun no ha encontrado un amor verdadero ni nada que se le acerque. Un día en una taberna se encuentra con un antiguo profesor del instituto. Intercambian un par de palabras, pero poco más. El es un hombre mayor, ya viudo y bastante serio, pero su presencia y sus conversaciones son agradables para Tsukiko. En siguientes días, los encuentros se hacen más regulares y las conversaciones más largas, llegando a ser para Tsukiko casi una necesidad el encontrarse con su profesor y charlar con el. Tal es la amistad entre antigua alumna y profesor, que incluso planean viajes y hacen excursiones juntos. Poco a poco Tsukiko, va sintiendo algo especial por su profesor, al principio no es amor, es una necesidad de cariño, pero los sentimientos aunque reprimidos acabaran aflorando.
Es una preciosa historia de cariño y amor entre dos generaciones. Al igual que en El Almanaque de mi padre, Taniguchi brinda al lector una historia reposada, que no lenta, con dibujos que son un placer ver. El dibujante consigue transmitirnos los estados de soledad, preocupación, ansiedad o cualquier otro sentimiento, o un acto como es el de pensar, algo difícil de dibujar, con unas simples líneas, que el mismo dice ha tenido que estudiar durante largos días (años si sumamos toda su carrera) para poder llegar al nivel alcanzado. Y no es para menos porque las expresiones faciales, que para nada son exageradas, son mejores que las de muchos actores reales.
Argumentalmente ya tenia el camino hecho, y en tema de dibujo, solo podemos decir que el estilo de manga realista de Taniguchi es una delicia.
Al final de segundo tomo se puede leer una entrevista entre Taniguchi y Kawakami, la escritora, viendo que ella ha quedado contentísima, nosotros no podemos poner ni una sola pega.