viernes, 15 de marzo de 2013

EL SEXO ESTÁ LOCO

“El sexo está loco” es uno de esos claros referentes que hacen que sea firme en mi decisión de decir que Jess Franco, mola. No son sus imposibles (y reconocidas) películas de terror las que le convierten en un autor, son estas en las que, de corte más desenfadado y con dos perras ( y con dos pesetas también), el tío Jess se pone a rodar sin saber muy bien el qué, ni el cómo.
Si me preguntan de qué va la película, yo tengo que responderles que ni puta idea. Ya que si al comienzo de la película, la cosa va de unos extraterrestres que se aparean y preñan en cuestión de segundos a una terráquea dentro  de su nave (que es el interior de una discoteca ¡Como en “El E.T.E. y el oto”!), pronto eso es el resultado de una especie de performance en la que una serie de actores trabajan para una audiencia que llevan caretas de monstruos.
Por si eso fuera poco, pronto aparece el propio Franco para darles instrucciones de lo que tienen que hacer, o filmarse el mismo delante del espejo de donde transcurre la acción, sin que los actores dejen de interpretar sus papeles. Pero es que eso no es todo… los actores saltan de un personaje a otro, de escena a escena, sin inmutarse, y sin que el espectador sepa muy bien si el personaje que está en pantalla es el tal Flannagan o el tal Gutiérrez, ambos interpretados por Tony Skios (o sea, Antonio Rebollo), en muchas de las escenas, con la misma ropa ¡una locura!
La peli en general, es una serie de tonterías filmadas, unas con más gracia, otras con menos, que sirven como material de relleno para lo que esta película “S” viene vendiendo, que no es otra cosa que las escenas de folleteo. Erotismo soft en este caso.
Sin ser el colmo del entretenimiento, si que sería una de las películas más visibles del señor Jess, y toda una oda al histrionismo por parte de los actores (Robert Foster, está enorme, en su salsa, desgañitándose si es preciso).
Junto a los mentados Skios y Foster (Antonio Mayans), tenémos a Lynn Endersson, y, como no, entradita en carnes, a Candy Coster, o lo que es lo mismo, Lina Romay, asumiendo con estoicismo, y alegremente, su protagonismo.
Un desbarajuste personalísimo, un caos técnico y artístico maravilloso y una comedia surrealista y pizpireta como pocas.
En definitiva, una película de “gente feliz”, dónde, efectivamente, el sexo está como una puta cabra.
Muy recomendable.