Cuenta la historia de Pedro Navaja, un chulo de putas de los
suburbios muy respetado en el barrio, pero acosado por otros chulos y la
policía. En ella vamos viendo extractos de su día a día, sus trapicheos, sus
romances… hasta que a trompicones se va construyendo un final con el que poder
poner la canción y ofrecernos con imágenes lo que en ella va ocurriendo.
La película es bastante mala, no nos engañemos; de hecho la
escena final que se supone que es el momento álgido de la película, está fatalmente
rodado y fatalmente montado… estando el resto de la película más o menos
decente técnicamente. Sin embargo, a
pesar de esto y de una historia que no acaba de desarrollarse bien, la película
es condenadamente entretenida, pasa en un suspiro, y por eso le perdonamos las
posibles cagadas. Una macarrada que recuerda por momentos al “Cine quinqui”,
pero rodada con más clase, e intuyo, que incluso bastante menos dinero.
Un par de años después hubo una secuela, “El hijo
de Pedro Navaja”, que no tuvo nada de repercusión.
El director, Alfonso Rosas Priego hijo, debuta en
el largo con esta película, y al contrario que la mayoría de directores
mexicanos de su quinta, su filmografía es escuetísima, contando con tan solo
cuatro títulos, sin la menor relevancia comparándolos con este.
En el reparto, tenemos a Andrés García, que después triunfó
en televisión llegando a aparecer en muchas populares series de Telecinco, a la
imprescindible Ana Luisa Peluffo, “Scream Queen” oficial de las películas de
género mexicanas, y al cómico Pedro Weber “Chatanooga”, que pone la gotita de
humor al producto.
Aunque haya envejecido mal, se trata de un clásico.