“Cabezas Rapadas” no es la historia de un grupo neo-nazi, ni
es una película de contenido social, ni nada que se le parezca. “Cabezas
Rapadas” es una historia de brujería y delincuencia.
Un grupo de ladrones y delincuentes comunes es asediado por
una policía casi más violenta en sus redadas que los propios maleantes. Un
individuo con algo de gigantismo, está hasta los cojones de que la poli no le
deje hacer sus transacciones, a saber: traficar con drogas, o con lo que sea.
Así que contacta con los ladrones protagonistas, a priori, a
juzgar por su aspecto, punkis, para formar con ellos una banda. Lo que nadie
sabe es que este gigante es en realidad un brujo (cuando esto se desvela, nos
damos cuenta de por qué va con túnica) que domina la magia negra, y tras un
rito de iniciación, y con unas interpretaciones sobreactuadísimas, nuestros
protagonistas se rapan la cabeza al cero. No para reivindicar la raza aria,
aunque uno de ellos llevara un esvástica mal hecha tatuada de antemano, sino para
adorar a Satán. A partir de ese momento se volverán indestructibles y harán
maldades tales como comerse el caramelo de una niña, escena esta especialmente
hilarante, porque al ver la rabieta que se coge la niña, serie de llantos
sobrecogedores incluidos, intuimos que esa escena es improvisada, y que encima
se obtiene el resultado deseado; que la niña llore…
La película, por todo esto que cuento, no deja de tener
mucha gracia, pero hay que tener en cuenta que González rueda por inercia, y
si empieza con un argumento policial mas o menos bien resuelto (pero fatalmente
rodado), y con un ritmo llevadero, una vez que nuestros protas se han de rapar
la cabeza, ya no sabe que hacer con la película (quizás porque a la vez está
rodando otras dos más) y la rellena como puede, haciendo que
cuando los mastuerzos estos se rapen, lo hagan en un plano fijo que dura lo que
tardan ellos en raparse, mientras jadean… y no lo hace con uno, sino
con tres. Una escena para el recuerdo… ¡vaya putas risas!
Llegados a este punto,
la película se transforma en un puñado de escenas de transición, en la
que los skins diabólicos hacen el mal a todas horas, mientras suena el tema
central de la película, que ya sonó en los créditos del principio. No contentos con esto, y como se queda corto
de tiempo, González rueda una actuación en directo del conjunto que
¡toca la misma canción de los cojones del principio!.
Luego la cosa vuelve a tener un poco más de argumento para
llegar a un final abierto, dejando a la magia negra que practica
el brujo que ha creado a los cabezas rapadas como triunfadora de la función. Y
en los títulos de crédito finales, por
cuarta vez ¡Suena la canción de siempre!.
Una absoluta bazofia. Eso sí, muy divertida, que en el “Home
Vídeo” Mexicano se rentó como si no existiera otra película en el mundo, dando
lugar a dos secuelas más, según leo por ahí, aún más desastrosas, pero de
indudable fandom por aquellas tierras.
Y es que, digo yo, que los Mexicanos son bastante ingenuos a
la hora de alquilar sus vídeos, porque en España seremos paletos y todo lo que
quieras, pero un producto de similares características, jamás conseguiría el
beneplácito del público. Lo cual es igualmente patético, porque en la variedad
está el gusto, y en España no solo no tenemos gusto para nada, sino que la más
despreciable mierda es la que se aplaude, solo si esta es pretenciosa y engaña
al personal por su acabado técnico más o menos decente.
En el reparto Gustavo “Manotas” Aguilar, el actor con
gigantismo visto en mil y un productos del “Home Video”, y que cuando el género
de acción dejó de funcionar en las pantallas de cine para triunfar en vídeo, se
metió de lleno en este tipo de productos.
Como la única mujer que va con la pandilla de los cabezas
rapadas, tan malvada como ellos, y con larga melena, tenemos a la actriz- Al
loro con el sutil nombre artístico que se me calza la colega…- Roberta D´Nero.
Manda cojonazos, guey.