En esos cursillos, el director llevaba consigo unas cintas
de Mini-DV, que nos mostraba para enseñarnos el material que tenía filmado de
la película en la que estaba trabajando bajo esa premisa. Esta película era “El
Lado Oscuro”, en esas imágenes aparecía Paul Naschy entre otros muchos, y quedé
absolutamente fascinado por lo que vi, y por la filosofía de aquél director que
aseguraba que todavía le caía pasta de autores de una película que había rodado
en los años setenta titulada “El Buscón”. De hecho, este director, a nivel
personal, como cortometrajista, es una de mis mayores influencias.
En cuanto a su película “El Lado Oscuro”, decía que esperaba
–utópicamente- estrenarla en cines.
El caso es que quedé obsesionado con aquella película.
Necesitaba verla, puesto que había sido una influencia bien grande en mi vida,
sin haberla visto.
Pasó el tiempo, y no había noticias de la película, hasta
que en 2008 entrevisté a Luciano Berriatúa para el documental en el que estoy
trabajando, “Te en-video” y le volví a
preguntar por la película. Las noticias que obtuve fueron que ya no se titulaba
“El lado Oscuro” sino “Viajes Astrales” y que aunque se había pasado en algún
festival, aún no estaba terminada (¿).
Y pasaron más años aún, unos 12, y gracias a los festivales,
por fin pude verla.
Cuenta la historia de un joven cuyo padre, un conocido
Satanista, ha muerto de manera, que no queda demasiado clara. Investigando su
muerte, descubre que este andaba metido en una secta, la cual sacaba pasta con
supuestos viajes astrales, que no resultan ser más que una estafa.
12 años montando una película, son muchos años. Demasiados,
por mucho tiempo que te tires sin hacer nada entre sesión y sesión. Ahora ¿Es
buena? Ahí está la gracia, porque yo tenía una idea preconcebida en la cabeza
de cómo podía ser esta película. Me la imaginaba más o menos correcta, bien
filmada, con trazos de película estándar, y cuya particularidad radicaba en la
excentricidad (o rebeldía) que suponía en pleno 2001, el rodar una película en
vídeo. Pero no. El resultado, estando realizada por un director
profesional, es el de una película
amateur en todos los sentidos, en la que por la pantalla van desfilando un
montón de actores famosos. Pero no es la obra de un amateur más o menos
habilidoso, es una autentica chapuza, vaya.
Está fatalmente montada. El sonido pertenece siempre al
plano que estamos viendo, por lo que los cortes se notan en todas las
conversaciones, y da la casualidad que la película está llena de estas. Como el
sonido está recogido en cámara, hay muchos momentos en los que apenas se oye.
Berriatúa, consciente de esto, dobla los momentos en los que no se oye nada,
por lo que la película se queda en una cosa en la que se entremezclan momentos
bien audibles con otros inaudibles.
A todo esto añádanle que le faltan planos que no tenía
filmados, por lo que el tempo se ve tremendamente trastocado, amén de un
sentido del ritmo absolutamente nulo.
Además, todo el argumento es terriblemente confuso, no nos
enteramos de que pasa, el clímax final es fallido, e incluso, diría yo que no
está ni terminada. Eso si, muchos fundidos en negro y transiciones durante su
metraje.
Ok. Tras leer esto, ustedes pueden pensar “Hay que ver al
Olid lo poquito que le ha gustado esta película”… Pues no. Me ha encantado. Por
un lado, tenemos el despropósito resultante, que no es debido a la falta de
talento de Don Luciano Berriatúa (que lo tiene), ni tan siquiera debido a la
obvia falta de medios. Se trata de un atentado contra los academicismos en toda
regla, una patada en los cojones de lo políticamente correcto, técnicamente
hablando, una anti-película. Luciano tiene una historia que contar, actores,
una cámara y listo, así que ha realizado la película como le ha salido de los
santos cojones.
Además el montaje de la misma es intuitivo, supongo que este
ha sido realizado sin tener unas nociones de los programas de edición, mayores a las básicas de cortar y pegar y con
eso es suficiente. Todo lo que no sea eso, no son más que artificios. ¿Que es
una chapuza, que unos trozos del audio estén doblados y otros no? de acuerdo,
pero aunque se oiga mal, si se entiende ¿Para que doblarlos? Eso son
caprichitos de cineastas pijos.
La historia no es muy buena, los actores no están dando lo
mejor de ellos (recordemos que son actores españoles) la película es una cosa chapucera y vergonzante, pero
además, tiene la facultad de, teniendo todas las papeletas ¡¡no resultar
especialmente aburrida!! Lo que es un logro.
Así que, según entiendo yo el cine (de una manera muy
particular) esta es una de esas películas puras, de las de una cámara y tíos
delante actuando, cine de verdad, que no necesita de las fruslerías del cine
convencional, ni pertenecer al mismo. En definitiva, cine en estado puro, el
cine que me gusta consumir.
Y además de todo esto, es una película que contaba con mi
simpatía desde el momento mismo de su concepción. Lo que no entiendo es ¿Por
qué ha necesitado Luciano Berriatúa 12 años para montarla? Si el montaje es una
mierda maravillosamente infecta…
Para terminar decir, que esta película es muy similar a lo
que podría haber hecho Jess Franco, si este tuviera algo de interés por lo que
hacía, que se conformaba con el hecho, tan solo, de hacerlo.
En cuanto a las caras conocidas que vemos en esta película
amateur, tenemos a medio cine español de finales de los noventa actuando
gratis: El hijo del director (elegido por disponibilidad, según Berriatúa) Zoe
Berriatúa, Paul Naschy, Manuel de Blas, Kiti Manver, Amara Carmona, Fernando
Chinarro, Javier Gurruchaga, Fernando Ramallo, Oscar Ladoire y el propio
Luciano Berriatúa interpretando al Satanista, que nos proporciona los escasos
momentos de comedia involuntaria que posee esta película.
Doce años de espera para verla, que han merecido la pena.
Una delicia, no apta para aquellos que A) solo ven cine de
autor B) solo ven súper producciones C) no respetan el cine en todas y cada una
de sus variantes y expresiones. En lo suyo, obra maestra. De las que me gustan,
vaya…