Producto de la primera época de "Full Moon Entertainment", el -entonces- nuevo juguete de Charles Band, años antes de su inevitable y despiadada -actual- decadencia. Previamente a "Dollman" (1991), tenemos la primera "Puppet Master", "Subspecies" o "El pozo y el péndulo" y justo después encontramos "Netherworld", "Demonic Toys" o "Semilla negra". Ninguna destaca por sus valores cinematográficos, pero al menos tenían algo de entrañable y simpático, cosa que no podemos decir de las más recientes producciones de la casa. Eran los tiempos en los que a "Full Moon" la distribuía por video-clubs españoles nada menos que "Paramount", lo que no dejaba de resultar un poco chocante. Band se lo montó muy bien dando a todos sus productos un empaque parecido, con un diseño caratulil bien atractivo destinado a los fans del fantástico e incluso de los comics. Muchos fuimos los que picamos.
Situémonos. Resulta que hay un planeta llamado Arturo (????) que, una vez traspasas su atmósfera y te acostumbras al tono sepia que todo lo inunda, encuentras algo que no dista mucho de lo que tenemos en la tierra. Hay personas que hablan en inglés, existe la delincuencia, incluso la policía se llama policía y, por si eso fuera poco, tienen a su propio tipo duro, odiado por sus superiores pero infalible a la hora de imponer la ley, aunque sea a lo bruto. Un día se sube a una nave y sale tras el villano de turno, una cabeza con los dientes podridos pegada a un platillo. Traspasan un especie de agujero de gusano y llegan a nuestro hogar azul. Una vez aquí, resulta que miden solo 30 centímetros de altura (el de la cabeza voladora menos, se entiende), lo que no les frenará a la hora de seguir dando tiros o hacer el mal. Concretamente, el villano engatusa a un delincuente de baja estofa -y su gang- contra el que lucha la prota femenina, hispana y madre soltera para más señas. Esta contará con la ayuda del miniaturizado poli duro, "Brick Bardo", sobre todo cuando sea secuestrada por los chicos malos del barrio.
Resulta muy fácil comparar el personaje de Tim Thomerson, el mentado "Bardo", con "Harry el sucio", pero es que la propia película invita a ello, sobre todo al principio, con el super-poli llegando a la escena de un secuestro con la misma parsimonia, idéntico desdén y actitud pasotista del mítico -y maravilloso- personaje encarnado por Clint Eastwood, del que Thomerson toma prestados muchos tics, especialmente lo de hablar casi en susurros y la penetrante mirada lacónica. Cuando "Brick Bardo" cambia de escenario y el actor decide darle vida de modo sutilmente distinto, el regusto "Harrycallahanesco" inicial se pierde.... para mi mayor tristeza. Y es que, encima, luce un mega-pistolón con la capacidad de hacer estallar los cuerpos contra los que dispara (por aquello de que, una vez en gigantelandia, siga siendo un arma útil) y que nos proporciona algunos de los -pocos- momentos jugosamente "gore" de la función. Pues bien, dicha arma se parece mogollón -si es que no es directamente la misma- a la "automag 44", la versión automática de la famosa "Magnum 44", la que lucía "Harry, el sucio" himself en la ettttupenda "Impacto Súbito".
Como le ocurría a muchos de los productos "Full Moon" del periodo, lo que aquí tenemos es una buena idea, un buen concepto, arruinado por la lógica falta de medios. Supongo que no deberíamos culpar a sus responsables, sino aplaudirles por intentar hacer algo así con tanta poca guita en plenos años 90... pero es que, joder, es taaaaaan coñazo. Es decir, resuelven la papeleta como lo haría un Jim Wynorski cualquiera, a base de diálogos y diálogos, y escenas de transición, sobre todo con el personaje de Thomerson, que cuando va de un extremo del decorado a otro, y supongo que con la excusa del tamaño, se toman su tiempo. Luego, los efectos especiales se resuelven por la vía cómoda, a base de plano y contraplano, rara vez se integra al enanito en una imagen dominada por gigantes, y cuando lo hacen pues tiran de croma chungo. También hay decorados que se tambalean y "madelmans" en plan "stand in". Ya saben cómo es esto, no bases tu puñetera película en un reclamo que luego no explotas, maldito. Claro que esa es la gracia de todo esto, por mucho que nos joda. Y nos jode.
Tal vez la mejor idea de la peli sea que al final el jefe de la banda callejera se rebota al cabezudo criminal espacial y se lo carga de un manotazo, para pasar a ser él el malo de la historia. Eso me gustó, no me lo esperaba. Algo es algo.
En el reparto, y dejando a un lado un actor tan "B" como Tim Thomerson, acostumbrado ya a papeles de esa índole (interpreta a "Jack Deth" en la saga -también "made in Band"- "Trancers", otra historia de poli duro desubicado tras un viaje inesperado a otro mundo/época/dimensión/wathever), tenemos un par de rostros bien reconocibles. El de Frank Collison es especialmente destacable por esa singular mueca de alucinado que ha paseado por "El terror no tiene forma", "Alien Nación", "Corazón Salvaje", "O Brother!", unas cuantas de M.Night Shyamalan y un buen puñado de títulos "mainstream". Aquí, como no podía ser de otro modo y embadurnado con un buen montón de látex, otorga vida a la cabeza volante. El otro aún resulta más llamativo, ya que se trata de un jovenzuelo Jackie Earle Haley, al que conocerás como "el nuevo Freddy Krueger" o el "Rorschach" de "Watchmen", pero que cuando comenzó anduvo por los pantanosos terrenos de la "serie B" (por llamarla de alguna manera) tal y como demuestran sus papeles en "Maniac Cop 3" y "Nemesis". Justamente, en esta última Haley repetía con el director de "Dollman", el entrañable Albert Pyun, de cuya extensa carrera en esto del cine de género de todos los colores y todas las categorías ya hemos hablado otras veces. Únicamente añadir que no era "Dollman" su primera colaboración con Charles Band, previamente se había encargado de dirigir una olvidable y aburrida infra-producción "Empire" titulada "Vicious Lips" (o, como se llamó en otros países, "Pleasure Planet" que mola mucho más). Hay que decir en su favor que intenta compensar todo lo "poco" a base de esa estética de contraluces y humaredas que era su especialidad en los ochenta, pero que pa 1991 ya andaba algo anticuada. Buen intento.
Por alguna extraña razón (la novedad, me supongo), "Dollman" funcionó en lo suyo, tanto como para generar una secuela en la que Band -siguiendo la estela de la "Marvel"- la mutaba con otra de sus películas de éxito, "Demonic Toys", "Juguetes Asesinos" en España. El resultado, "Dollman contra los juguetes asesinos", del año 93, pues... no sé, no la recuerdo muy bien, lo que en mi caso es mala señal. Que las primeras entregas de ambas series funcionaran tanto como para esputar esa secuela conjunta únicamente podía deberse a la -por entonces- ignorancia e inocencia del aficionado medio. Una vez aprendido el truco, no volvimos a picar.