Ya dije en una ocasión que con el cine evangélico gitano
pasa lo mismo que con las exóticas cinematografías Turca o Peruana, que una vez
descubiertas, vistos un par de títulos el chiste deja de serlo, puesto que
parecen unas calcos de las otras.
Pero hace tiempo, alguien en los “comments” de este blog, me
recomendó esta película, alegando que se trataba de una película amateur
gitana, alejada de las evangélicas que al final solo son panfletos religiosos,
y casi, el único género cultivado en su cine.
Se trata de una comedia con intención de serlo, rodada a
base de planos secuencia eternos, con la pericia de aquél que no tiene ni idea
de que existe el montaje y el plano contraplano y que para separar unas escenas
de otras, utiliza todas las cortinillas posibles y disponible en el Pinacle
Studio con el que se ha medio montado. O sea, cine amateur de verdad. Todo lo
demás es pose.
Cuenta la historia de una familia gitana que vive en una
chabola y que subsiste recogiendo chatarra. Pero la crisis hace que con ese negocio
no saquen ni para comer, con lo que el patriarca de la familia tendrá que salir
a buscarse la vida. Viendo que no es capaz de hacer nada bien por su falta de estudios y experiencia,
un famoso camello acaba convenciéndole para que venda droga, con lo que saldrá
de la pobreza y su vida cambiará, pero tendrá que sotear las situaciones que su
nuevo estatus conlleva.
Primordial; no deja de sorprenderme como los gitanos, con
solo una vídeo cámara y una idea de base que tampoco va a ninguna parte, son
capaces de hacer películas tan entretenidas. Si todas las del rollo evangélico
son de por sí entretenidas, esta con intencionalidad cómica, es ya la re-hostia.
Introducen un buen número de gags, bastante localistas y gitanos que sin
embargo, funcionan. Y las pelucas son una constante en esta película.
Como si de una película de los Monty Phython se tratara,
aquí las presencias femeninas se solucionan disfrazando de mujer a un gitano,
cosa que, lógicamente, induce a la risa en cualquier caso y con cualquier público.
Por no mencionar a un impersonator de Camarón, bautizado para la ocasión como
“Camaleón de Peña Perro”, que se canta, en directo, tres canciones seguidas,
con la peculiaridad de que, al contrario que cualquier gitano, este canta
horrorosamente.
Por otro lado, cuando anoche visionaba la película, pensé en
que es de alabar la voluntad y entrega de los gitanos a la hora de llevar a
cabo una película, no solo en el hecho de completar una peli de ¡¡¡Dos horas!!!
–que no se hacen largas- sino la manera de inmiscuir en ella al barrio entero.
Hay una escena que me parece de una maestría a la hora de dirigir, digna de un
Berlanga en buena forma. Y lo mejor es que estos gitanos, ni siquiera son
conscientes de ello. Recordemos que la película entera está resuelta a base de
planos secuencia (de los obvios y naturales, no intencionados. Todo aquél que
no tiene ni idea de hacer una película y decide hacerla, lo hace a base de
planos secuencia, no se si me explico),
pues hay una en la que un grupo de gitanos entra en un bar, quejándose
de que les detiene la policía porque llevan coches buenos. La cámara sigue a
los personajes dentro del bar estando ellos una serie de minutos dentro. Salen
fuera y la lían con los vecinos, y justo cuando la cámara se coloca a espaldas
de uno de los gitanos, vemos una avalancha de unos cincuenta gitanos más que
vienen de lo lejos con palos, para correrles a hostias, en una secuencia
coreografiada con maestría, puesto que se necesita una sincronización perfecta
para rodar un plano así. Los gitanos lo consiguen con solo una indicación de
los directores, un tío que va avisando a la horda de los palos –intuyo- para decirles cuando deben salir de la
esquina, y lo consiguen a la primera. Dudo que hayan rodado esta escena más
veces.
Pero sobretodo, insisto, son dos horas de lo más
entretenidas, de lo más artesanas y puras, que convierten esta película en algo
único.
Sin embargo, la moraleja de toda película gitana, no falta
en esta, ya que el final nos viene a decir, que si vendes droga, acabarás mal.
De hecho, en los títulos de crédito iniciales, cuando el título aparece “Vida
buena, vida mala”, acto seguido sale otro rótulo que nos invita a reflexionar
nada más comenzar la película: “Tu decides”.
En el circuito natural del cine gitano (básicamente Youtube)
la película fue un éxito, lo que propició que los artífices rodaran una secuela
directa, que ya me muero por ver.