lunes, 16 de febrero de 2015

PUNTO SIN RETORNO

Art Camacho es algo así como un Jim Wynorski especializado en acción (con muchas menos películas en su filmo, eso si) y además, coreógrafo de artes marciales, que se rodó durante los noventa  un buen puñado de películas protagonizadas por Don “Dragon” Wilson, y que en la actualidad se dedica a filmar películas de terror en español destinadas al público Latino-Estado Unidense.
Pero hasta ese momento rodó mucha roña de acción para la televisión, como esta “Punto sin retorno” que nos ocupa,  en la que el aburrimiento hace acto de presencia desde el minuto uno, la acción, que sería el único atractivo que podría tener esta película, brilla por su ausencia –un par de escenas de tiros muy cutres y poco más- y donde lo que destaca es el reparto de “loosers” con el que ha contado Camacho para esta película.
Sería una película de historias –muy mal- entremezcladas, en la que por un lado, tenemos a un agente de artistas de Hollywood que se enamora de la camarera del club de Streap-tease que regente su mejor amigo. Pero resulta que esta es la novia de un peligroso motero con asuntos turbios dentro del negocio de la venta de droga, lo que hará que se complique la cosa, cuando este se entera que el guaperas anda detrás de ella. Por otro lado tenemos a un poderoso narcotraficante, al que estos moteros cabrones tratan de engañar. Todo esto asociará de alguna manera a todos los protagonistas que, más tarde, tendrán su correspondiente desenlace en esta historia de mierda.
Bien, la película no vale nada, en otras circunstancias ni la habría reseñado, pero déjenme que les nombre el reparto. El protagonista, macarra y resolutivo lo interpreta Richard Grieco, con la cara más estirada que de costumbre, y el eterno rictus de mongoloide que va de guapo, aún luciendo criminales entradas. Se reserva los diálogos más estúpidos del film, tales como “¿Soy un tipo guapo, verdad? Y millonario. ¿Por qué ella no aparece?”. Le secunda nada menos de Andrew Dice Clay, muy querido en esta casa, como su amigo y gerente del club. Por supuesto, su papel está súper desaprovechado, y Clay, no se luce ni en el campo de la acción ni en el de la comedia, a pesar de que sus diálogos están concebidos, se supone, para darle el tono cómico a la película. No lo consigue. Es tan prescindible su papel que, aunque al final es el que resuelve la papeleta, si no apareciera en la película, no pasaba absolutamente nada. Luego tenemos al malo maloso de la película, el narcotraficante interpretado –es un decir- por Ice T. Y Ice T, siempre hace de Ice T, solo que en esta ocasión pone la guinda cómica involuntaria, en una escena en la que para demostrar que no le da miedo nada, se hace diversos cortes en la mano con un cuchillo, a la par que desencaja los ojos de sus cuencas. Esto estaría muy bien, sino fuera porque se ve claramente que no se está cortando, sino que el cuchillo de pega suelta la sangre por un tubito e Ice no hace más que pintarse la manita. Y lo mejor de la película nos lo ofrece Zach Galligan, que interpreta a uno de la banda de moteros, pero no uno cualquiera, sino el más cabrón de todos, uno que hostia, viola, vilipendia a la protagonista, insulta y reta a todo el mundo y se comporta como un despiadado y desperado matón. Bien, ahora imagínense al de de “Gremlins” con esa cara de buenazo cometiendo todas esas macarradas, y poniendo la cara de Zach Galligan… esto es, que no tiene ni puta idea de poner cara de chungo, y no le pega ni con cola nada de lo que hace… Zach Galligan tiene la virtud, en esta película, de ser el único actor que no puede hacer de malo ¡Está siempre con la sonrisita y la carita de buencha! Lo que provoca no pocas e hilarantes risas. Es más, solo merece la pena ver la peli por ver la interpretación de mierda de este pobrecillo.
Por lo demás, nada. Suficientemente mala como para no volverla a ver, ni tenerla en DVD (que ni ha salido), eso si, tener a todos estos “loosers” juntos, desubicados y con sus carreras en el retrete, tiene su gracia.