lunes, 19 de octubre de 2015

BREAKDANCE 2: ELECTRIC BOOGALOO

Secuela directa de “Breakdance”. Y cuando digo directa, en realidad quiero decir directísima, ya que Golan y Globus, abrumados por el éxito de “Breakdance”, deprisa y corriendo se pusieron a rodar la secuela con el fin de estrenarla  antes de que pasara la moda del  Break Dance, por lo que este “Breakdance 2: Electric Boogaloo” se estrenó a los seis meses de ser estrenada la otra. Así que imagínense la preproducción que pudo tener esta película.
Si bien es cierto, que, aún siendo un desbarajuste, no es tan mala como quieren hacernos ver, entrañablemente, desde ese magnifico documental que es “Electric Boogaloo: la loca historia de la Cannon”, que se empeña en hacernos ver que todas estas películas eran poco menos que productos de serie Z, cuando eso no es cierto. En su momento las pelis de Cannon eran cine mainstream de primer orden, que quizás ha ganado en desmadre con el paso de los años, pero en su momento era cine más o menos respetable, como pudiera serlo el de Warner Bros.  o el de Columbia. Teniendo esto presente, si que es cierto que la película que nos ocupa es un pequeño desastre, una muestra de exceso por exceso  de oportunismo y, sobretodo, de la horterada más valiente y la vergüenza ajena más palpable.
Para la ocasión, y con el fin de asentar la película en circuitos más estándar que los de su publico natural – en teoría, los B. Boys-  se les introduce a nuestros protagonistas en una trama del todo telefilmesca y manida: Tienen que recaudar fondos para así evitar que la casa ocupa que les sirve de centro social en el que gracias al baile y al teatro, alejan a los chavales de las calles, sea derruida y se construya en ese solar un centro comercial. Vamos, básicamente, el mismo argumento que “El hombre más fuerte del mundo”. Y no hablo de plagio, que no lo hay, sino de poca –nula- originalidad. Pero vamos, eso es una constante en estas películas, porque “Breakdance” bebía lo suyo de “Flash Dance”.
El tema es que con el fin de hacer la película más vistosa y agradable, convierten a la misma en un “Musical Break”, esto es, se montan numeritos musicales de fantasía, de esos que alguien se pone a rapear y todo el mundo a bailar break al ritmo de la música, incluidos policías, carteros y albañiles. Máxime cuando estos numeritos  se repiten en lugares tan improbables como el hospital –con sus enfermos lanzando las muletas al suelo para hacer poppin’ o emular a un robot-  o el techo de una habitación (que hay que decir, que esta escena, por otro lado, estaba muy bien hecha).
Y a todo esto, añádanles unos ropajes coloridos e incombinables, fosforitos y chillones, que convierten la película entera en una caja de subrayadores Standler.
Ridícula, tonta, boba y vergonzante. Ahora ¿entretiene? Exactamente igual que la otra, y si pasamos por alto los momentos de vergüenza ajena, que a su modo la convertirían en entrañable, estamos ante una continuación natural de lo que empezaron Golam, Globus y Joel Silberg. Con todo, es bastante inferior que su antecesora.
Por supuesto, las prisas no son buenas, y esta no obtuvo el éxito de “Breakdance”.
Repiten el trío principal,  Lucinda Dickey (antes de irse a hacer “Ninja III: La dominación”), Michael Chambers y Adolfo Quiñones, quién con el tiempo afirmó que tras ver el desbarajuste que supuso “Breakdance 2: Electric Boogaloo” se puso a llorar. Perdona, Quiñones, pero no te creo.
También Ice – T vuelve a lucir sus pintillas pre-gangsta soltándose un par de temillas añejos en el escenario.
En la dirección esta vez, tenemos a  Sam Fistenberg, Polaco de nacimiento y en la nomina de la Cannon que dirigió películas tan cannoneras como por ejemplo “Lavenganza del Ninja”, la anteriormente mentada “Ninja III: La dominación”, “ElGuerrero americano”, “El Guerrero Americano II”, “Delta Force III” y luego ya, fuera de la difunta Cannon, cosas como “Cybor Cop”, “Conspiración en la casa blanca”” o “Criaturas asesinas”. Ahí es nada.