Por un lado teníamos a Mariano Ozores, Pajares y Esteso, llevando a millones de espectadores, al pueblo llano, a las salas a la vez que
“El nuevo cine Español” capitaneado por Colomo y demás, se abría paso a codazos
con sus aires progresistas y culturetas, mirando por encima del hombro ese cine
populachero y comercial pero, ni por asomo, llegando a las cuotas de pantalla
como si llegaban las comedias de Ozores –y clones- .
Sin embargo, entre medias, había otro tipo de comedia muy de
los 80 que no dejaban ni un duro en pantalla, pero que eran verdaderamente
entretenidas, e incluso, si buscamos bien, superiores a muchas de ambos
subgéneros imperantes antes nombrados.
Películas como “La Miel” de Pedró Masó, “El poderoso influjo
de la Luna” de Antonio del Real, entrarían junto con esta “De hombre a hombre”
dentro de ese subgénero mediano.
Y quizás como consecuencia del éxito de aquellas películas
protagonizadas por el niño Lolo García –y en particular la títulada “Dos y dos,
cinco”, pese a que no fue un taquillazo- Tito Fernández se dirige un
guion de Joaquín Oristell, en el que se le coloca como compañero de tropelías
de Fernando Fernán Gómez, al niño Jorge Nogera, ni la mitad de guapo, salao y
gracioso que Lolo García y se cuenta la historia de un anciano que ante la
irremediable decisión de sus familiares de meterle en el asilo, decide fugarse
y vivir de ocupa en Galerías Preciados de Madrid (lo que ahora es la Fnac). Por
otro lado, como sus papás curran demasiado y parece que no le hacen mucho caso,
decide escaparse cuando le llevan de compras a dichos almacenes comerciales,
quedandonse dentro del edificio y entablando amistad con el anciano. Un grupo
de carteristas capitaneado por Fernando Conde –el tercero de “Martes y 13” que
tenía un gracejo increíble y que no tuvo suerte en el cine tras su salida del
grupo cómico. Demasiado encasillado, quizás- y un Súper Héroe llamado Silvestre
Tex, serán parte importante de una trama en la que el niño protagonista, acaba
siendo secuestrado.
Lejos de ser cine infantil ya que está destinada a un
público meramente adulto, si que formaría parte de ese subgénero tan de la
época al que llamaremos “pelis de niño con viejo” al que también se
adscribiría, por ejemplo “Mi amigo el Vagabundo” de Jacinto Molina.
Se trata de una película muy agradable y entretenida, que al
contrario que sus coetáneas, apenas congregó 40.00 espectadores a las salas,
que hace pensar, como si de un abuelo cebolleta me tratase, que los ochenta
fueron unos años de gran creatividad que dio a nuestra cinematografía un tipo
de cine único, que jamás volveremos a ver. Y es que lo de ahora… pues como que
ni de forma, ni de modo.