Este corto de 3 minutos de duración dirigido por George
Melies en 1896, es considerada la primera película de terror (y el primer vampiro del cine). En diciembre de
1895 los hermanos Lumiere realizaron la primera proyección pública, aquello dio
un vuelco a la forma en el que el ser humano iba a emplear su tiempo de ocio,
se había inventado el cine. Imagino que para la gente de aquella época, ver imágenes
en movimiento debía de ser como una nueva clase de brujería, algo mágico y novedoso
nunca antes visto, así que no es de extrañar que la historia de La Mansión del
Diablo, y como se cuenta, sería una historia terrorífica que dejo a más de
uno helado en el sitio.
El argumento es simple como el mecanismo de una boina, un
demonio vive en su castillo haciendo cosas de demonios, que si invocar a enanos
sirvientes, que si meterlos en el horno, y demás cosas diablescas. En esas que
dos jóvenes caballeros irrumpen en su casa, suponemos que en busca de refugio. Al poco de llegar empiezan a ver cosas
que aparecen y desaparecen, así que uno de ellos preso de terror, huye cual
cobarde quedando el otro a merced del diablo dueño del castillo. El amo de la
mansión aparece junto con su sequito de fantasmas, de los de toda la vida, de
los de sábana blanca, intentaran
ahuyentar al intruso, pero él, gallardo y arrojado se enfrentara a todo lo que
le echen.
Visto ahora, con los ojos de quien ha visto gore, torture
porn y demás atrocidades (afortunadamente irreales) ver esta La Mansión del
Diablo es casi como ver una obra teatral de niños de seis años, causa más risa
y ternura que otra cosa. Pero si nos ponemos en la piel de aquellos primigenios
espectadores de cine, esto tenía que ser todo un espectáculo terrorífico.
Es la raíz de lo que ha acabado siendo uno de los géneros más
prolíficos y rentables de la historia. Un documento que no debería de perderse jamás,
aquí abajo os lo pongo por si queréis verlo, pero lo dicho, hay que ponerse en
contexto para apreciarlo como una obra de terror.