El caso es que recordaba el cartel de la película de mis
tiempos mozos, de cuando visitaba el videoclub con mucha regularidad, y es que
“Screamtime” es una de esas muchas películas que vi cien veces en la
estantería, pero que, por los motivos que sean, jamás alquilé. Ese sexto
sentido que te dice que no lo hagas. Y nunca falla…
Por otro lado, en su
momento, yo tenía la firme convicción, porque el cartel es lo que sugiere –no
me digan que no- de que se trataba de
una parodia de horror, a los “Sábado 14” en cualquiera de sus versiones, por
ejemplo. Pero no, es una película de horror puro y duro; lo que pasa es que es
soberanamente mala.
Lo mejor, sin embargo, porque es más dinámico, tiene más
gracia y salen tetas, sería la historia
que sirve de nexo de unión, puesto que siendo esta una película Inglesa, sin embargo,
esa historia transcurre en Nueva York. Nos muestra a un par de macarras –porque
como buen inglés, el director decide que si ambientas aquello en NY, los protas
tienen que ser unos ladrones de tercera- que entran en un videoclub y roban
unas cuantas películas. Se van a casa de una amiga –a la que vemos las
maravillosas tetas que se gasta, porque se está duchando- y cuando uno de ellos
sentencia “Estas películas son todas inglesas, lo distingo en seguida”, se
disponen a verlas. Las películas que ellos ven, son las historias cortas que
vemos nosotros.
La primera de ellas trata sobre un titiritero que hace
espectáculos para niños, y que es acosado por su mujer y su hijastro, que no
toleran esa profesión. Pronto sus marionetas, tomaran venganza tras ser
quemadas por parte del hijastro de su dueño.
La segunda cuenta como un matrimonio se compra una casa y
como ella contempla los fenómenos extraños de rigor.
Y la tercera y última, cuenta la historia de un muchacho que
comienza a trabajar en casa de dos viejecitas redichas. En una de estas decide
robarles, y los gnomos y duendes que tienen las viejas por toda la casa,
cobrarán vida e impedirán que eso
ocurra.
Las tres historias son muy densas y pesadas, amén de no
enganchar por ningún lado al espectador. Además están rodadas como con desidia,
todo lo contrario que la que las enlaza, que además de molar más, cuenta con un
desenlace sorprendente que no te esperas, aunque, eso si, está al mismo nivel
cutrongo y verbenero del resto de la película.
Dirigen, al alimón, Michael Armstrong, conocido por “Las Torturas de la inquisición” y Stanley A. Long, cuya carrera deambuló,
sobretodo, por los terrenos del “Sexploitation” más ignotos.
Muy mala, la verdad.