Para la ocasión y sin que la pareja de adolescentes
protagonistas sean unos auténticos zoquetes como si lo eran los de la pelí que
homenajea, tenemos una inmersión en el
mundo de You Tube. Y cuando digo una inmersión, lo digo literal, porque nuestros
protas, tras colgar en la red un vídeo en el que uno de ellos no sale muy bien
parado, deciden ir a hablar con Steve Youtube, ficticio dueño de Youtube con la
intención de pedirle que borren el vídeo del servidor. Steve Youtube les
asegura que una vez un vídeo se sube a la red se queda ahí para siempre, a no
ser que entres en Youtube y lo borres desde dentro; y no se refiere al
servidor, si no al interior de Youtube, desde dentro de los vídeos. Así que los
muchachos se meterán en el mundo de Youtube desde un portal dimensional que les
trasportará a los vídeos y, desde el interior de estos y con la ayuda de un
móvil, irán navegando con el fin de encontrar el vídeo de marras y desde dentro
cambiar la situación, encontrándose en el trasiego con youtubers a los que
siguen, comentarios que dejaron que son echados en cara y demás zarandajas
internautas.
Obviamente, la película con ese presupuesto y con los pocos
medios de que dispone, no se acerca ni de lejos a “Las Alucinantes Aventuras de
Bill y Ted”, de hecho, el propio visionado de la cinta se antoja meramente
anecdótico, porque lo que vemos no trasciende en absoluto. Lo vemos, no nos
aburrimos en exceso, tampoco nos entretenemos demasiado, y al final lo único
que hace gracia es el hecho de que sea una películita de Alex Winter como las
que hacía él, como actor, cuando era jóven.
Dura hora y cuarto que pasa en un suspiro, y con las mismas,
nos olvidamos de ella.
Puro y duro Fast Food.
En cuanto a los protas, los tales Anthony Padilla e Ian
Hecox (cuyos roles en la película se llaman igual, Anthony e Ian), no tienen ni
una pizca del gracejo y/o carisma que
tenían Reeves y el propio Winter allá a finales de los ochenta.