Con fama de moñas, de edulcorada y de estúpida, fui a verla
de adolescente al cine, como cualquier hijo de vecino (en España fueron a verla
cerca de 4 millones de espectadores) y pese a los cientos de pases televisivos
que se le ha dado, jamás volví a verla. Recuerdo que en su momento me
entretuve, pero no es el tipo de cine que suscite mayor interés en mí. Así que
recientemente, y aprovechando que la tenían en un “Cash Converters” por un
pavo, dedico ver como ha aguantado el paso del tiempo.
Cuenta la historia de un banquero que está a punto de
casarse con su novia, hasta que este es asesinado por un ratero, y quedar en
tierra su fantasma. Este, vagando por la vida, descubre que su asesinato no ha
sido fortuito, sino planeado por un compañero suyo que está robando unos
cuantos millones de dólares y que casi ha sido descubierto por él. Con la ayuda
de una Médium, nuestro protagonista hará que su novia descubra todo el entuerto
que gira en torno a su asesinato, para así poder irse en paz, no sin antes
decirle a su novia lo mucho que la
quiere y la cantidad de amor que se lleva al otro barrio. A las féminas, les
encantaba este argumento, y les encantaba el bueno de Swayze, temprana y
tristemente fallecido hace algunos años.
Teniendo en cuenta lo mal que queda a día de hoy el cine
noventero, he de decir que no ha envejecido tan mal, ni es tan edulcorada ni
tan moñas, pero tampoco es una película a reivindicar. Es puro “Fast Food”, ver
y olvidar. Sin más.
Sin embargo, toda ella es una rara avis, puesto que fue un
enorme éxito a nivel mundial –y una peli muy de su época- con un director que venía de hacer un cine
opuesto a este, que luego no tuvo mucha suerte.
Y es que cuando el guionista Bruce Joel Rubin salió del
teatro de ver una obra clásica, y en ella, un fantasma le dice al protagonista
que ha de vengar su muerte, se le ocurrió que ese era un buen punto de partida
para una película de Hollywood, por lo que desarrolló el guion de “Ghost”
y al verlo los ejecutivos del estudio, a
estos les entusiasmó, por lo que el producto tuvo luz verde en seguida. En la
mente de Rubin, estaba que la película
se convirtiera en un clásico moderno –lo consiguió, no obstante- Y producida por Paramount, mucho se tenía que
torcer la cosa. En su mente, la película estaría interpretada por Tom Cruise,
que rechazó la oferta. Tom Hanks, que parecía adecuadísimo en ese momento, lo
rechazó por el mismo motivo que Cruise; no quería interpretar personajes que
estuvieran muertos, por pura superstición.
Más avanzada la preproducción, Paramount vino con la
estupenda noticia de que ya tenían director para la película. Dijeron que
habían conseguido al mejor, al más rentable. Rubin se esperaba a Steven Spielberg o a Martin Scorsese, pero el estudio le dijo que no, que tenían uno
mejor todavía. Cuando preguntó que de quién se trataba, y el estudio respondió
que Jerry Zucker, Rubin se llevó las manos a la cabeza. ¿Cómo iba a dirigir uno
de los directores de “Aterriza como puedas” o “Top Secret” su película? No
parecía el adecuado, pero el estudio convenció a Rubin de que esas películas,
no solo habían sido taquilleras, sino que además de eso, eran muy buenas
películas a pesar de ser “Spoofs”. Nada más conocer a Zucker, y ver los puntos
de vista comunes, y el entusiasmo que le ponía al proyecto, pronto hicieron
migas y el trabajo fue armonioso. Zucker, estancado como estaba en esos míticos
“Spoofs”, quería cambiar de tercio y hacer algo distinto.
Así pues, con las presencias de Demi Moore, que despuntaba,
y Patrick Swayze que le encantó a Zucker tras verle en un programa de
televisión emocionarse con la reciente muerte de su padre, amén de ser uno de
los pocos actores que no rechazaron el papel por hacer de muerto, pusieron en
marcha una película que si ajustamos a los precios de hoy en día, sería una de las
más taquilleras de todos los tiempos. El contrapunto cómico lo puso una muy en
alza Whoopy Goldberg, que acometió el papel de médium sin chirriar demasiado, y
se convirtió, según la crítica yankie, en lo mejor de la película. No en valde
se llevó el Oscar a la mejor actriz secundaria ese año.
La película fue un bombazo en todos los sentidos, se metió a
público y crítica en el bolsillo, miles de parejas se enamoraron viendo la
película –o escuchando su banda sonora compuesta de viejos éxitos de décadas anteriores-
y dejó para la posteridad la romántica escena en la que, mientras los protas se
manosean un poco haciendo alfarería, hacen el amor de una manera sexy y
delicada. De hecho, esta escena propició que en 1990, se dispararan las
matriculaciones en las escuelas de alfarería. Cosas estas que solo provoca el
cine.
La carrera de los tres protagonistas se relanzó con mayor
fuerza, si bien es cierto que Zucker, aún habiéndose desencasillado, tan solo
haría dos películas después, “El primer Caballero” y “Ratas a la carrera”, sin
embargo, tuvo una prospera carrera como productor.
Y del resto, ya saben. Clásico moderno, de los pocos que dio
la década de los noventa en lo que a cine de estudio se refiere (que ya sabemos
que el indie de aquellos años está muy bien considerado).