Conforme pasaba el curso, el chavalito en cuestión se iba
haciendo cada vez más hermético y acusaba pulsiones homosexuales que no acababa
de aceptar del todo.
Este individuo resultó ser nada menos que Jeffrey Dahmer, el
asesino de Milwaukee, uno de los asesinos en serie más sanguinarios de la
historia a la par que uno de los más populares al que se le han dedicado no
pocas películas, algunas de corte biográfico (“Dahmer”), otras de corte incluso
paródico (“Gacy Vs. Dahmer”).
En 1991, cuando se descubrió el pastel sangriento que giraba
en torno al individuo, a Bakderf no se le ocurrió otra cosa que contar sus
experiencias adolescentes junto al carnicero de Milwaukee en un cómic book que
le otorgó fama mundial ya que llegó a convertirse en un best seller, “Mi amigo
Dahmer”, dibujado en 2012.
Así, era de esperar que la versión para la gran pantalla se
realizara. Así, y adaptando el comic, “My friend Dahmer” cuenta un poco lo mismo
que el cómic, solo que si este daba la versión de aquellos hechos desde un
punto de vista ligeramente cómico, la película se toma el material un poco más
en serio y al final resulta una especie de melodrama.
De corte absolutamente indie (de hecho lo es tanto que el
cine indie corre el peligro de convertirse en una corriente paródica) “My
friend Dahmer” lo que hace desde que empieza hasta que acaba, a pesar del
interesante material que adapta, es aburrirnos hasta la saciedad como lo hacen tantos otros films independientes
autoconscientes de su condición. Insufrible esa cadencia interminable, esa
música Folk suave que ilustra las imágenes, ligeramente sepiaceas y
amarillentas, y esa tendencia al naturalismo en las formas y en las
interpretaciones del elenco que llegan a crispar al espectador. De hecho, la
producción, en un intento de ir de guay, se permite la licencia de ser rodada
en la casa real donde se crió Dahmer, así como se intentó rodar también en el
instituto donde Dahmer y Bakderf estudiaron, pero el colegio se negó en rotundo
a esta oferta.
Por otro lado, es tan serena, que hasta los títulos de crédito
son discretos, con una fuente arial que no rompa el “sosiego” que trata de
desprender la película.
Y es que con el cine independiente americano, sobretodo con
esta tendencia a que lo de “indie”, más que una situación de la producción acabe
siendo un subgénero dentro de los parámetros del cine más artístico y de autor,
nunca sabes lo que puede ocurrir; te puedes encontrar una película deliciosa
como por ejemplo “Personas, lugares, cosas” y te puedes encontrar un bodrio
como este, a pesar de la buena pinta —y credenciales— que previamente tenía.
Por supuesto, la película fue carne del festival de Tribeca
el año pasado dónde se estrenó, inesperadamente, sin demasiado ruido, máxime
cuando se trataba de uno de los guiones más interesantes de las listas negras
de hollywood del año 2014, rescatado para la ocasión.
En el reparto, tenemos actores usuales de las películas
indie como puedan ser Ross Lynch, visto también en “El tour de los Muppets” o
Alex Wolff que pasea su inexpresivo rictus en películas como “Ni un pelo de
listo” o “El Canguro”.
También se rescata a Anne Heche, lesbiana recalcitrante que
no tuvo reparos en hacer de la tía buena en Hollywood cuando era lozana o de
madurita cachonda en “American Play Boy” ya cuando pasó los 30, ahora, rondando
los 50 ya le toca hacer de mamá. En este caso, lo es del personaje de Jeffrey
Dahmmer.
El director de la cinta, Marc Meyers, indie hasta la médula,
no cuenta en su haber con otra película que yo haya podido ver (o conocer)
antes de esta. No parece especialmente interesante.
Por supuesto, los fans de lo truculento, olvídense de saciar
sus instintos primarios con esta película, no van por ahí los tiros, panda de
mentecatos. Aún así, contamos con un par de secuencias un tanto desagradables.