Más por intenciones que por talento, en este último grupo podríamos
incluir asimismo al responsable (¿o sería mejor decir culpable?) de “The
Demolisher”, el canadiense Gabriel Carrer. Carrer ya demostró con su ópera
prima, “If a Tree Falls”, ser por encima de todo un pedantuelo
que filma con la aspiración de quedar constantemente por encima del género que,
según la película, se le ocurra abordar en cada momento. Además, y lo que es aún peor, el director ha evidenciado desde sus inicios ser un exploiter puro y duro, un oportunista que saquea sin el menor reparo hallazgos e ideas ajenas: de este modo, y
si ya en su primer film abordaba el género survival, incorporando a su vez toques de ese torture porn que
tan en boga estaba hace una década, Carrer dirigiría en lo sucesivo un par de
sucedáneos de la saga “Saw” (“Kill” e “In the House of Flies”) para rodar tras “The Demolisher” la
demoníaca “Death on Scenic Drive”, una película que, de acuerdo con el alarde
de originalidad del que hace gala el director en cada uno de sus trabajos,
parece que se mira más en “La casa del diablo”, de su coétaneo Ti West, antes
que en ejemplos más representativos del cine satánico de anteriores décadas.
De esta manera, resulta más que evidente que los referentes manejados por el canadiense están muy lejos de ser el exploitation o el grindhouse setenteros:
si conoce estas películas, y dudo mucho que lo haga, es única y exclusivamente
a través del trabajo de terceros como pudieran ser Ti West o el antes mencionado Winding Refn, al que, por cierto, se llega a citar en los agradecimientos de esta “The
Demolisher”. Desafortunadamente, y al contrario que el director de "Bronson", Carrer carece del talento y de la erudición cinéfila necesarias para reinterpretar u
ofrecer una visión personal de los géneros de toda la vida, y eso resulta dolorosamente obvio en “The Demolisher”, su particular aproximación al cine de
vigilantes y justicieros urbanos.
En ella se nos cuenta la historia de Bruce (el espantoso Ryan
Barrett), un técnico informático que decide convertirse en “El demoledor” (una figura vengadora con ecos de El castigador) cuando su mujer, que fue agente de policía,
queda paralítica en acto de servicio al intentar impedir que una secta
satánica sacrifique a un bebé recién nacido. Por muy atractivo que pueda resultar este punto de partida, y por más simple que sea su argumento, Carrer lo echa todo por la borda
al optar por un estilo de cine contemplativo y arty que no encaja en ningún momento con el género y/o con la historia
que pretende contarnos: de hecho, este debe ser el único film de justicieros
de la historia donde su protagonista no sólo no dispara un solo tiro en toda la
película, sino que, además, se pasa más tiempo sentado en el sofá de su casa que patrullando
las calles. De este modo, el director no duda a la hora de recurrir a todos
los truquitos propios de las películas de prestigio de última hornada para
alargar el metraje hasta la náusea y poder alcanzar los noventa minutos de
rigor: aquí no faltan el uso indiscriminado de la cámara lenta
para las pocas (y mal rodadas) escenas de acción, así
como la vacua experimentación con el montaje, la irritante música de sintetizadores o
el añadido de una serie de escenas oníricas, no quedando demasiado claro de si éstas últimas son ensoñaciones del poco carismático protagonista o si se tratan simplemente de flashbacks.
En última instancia, “The Demolisher” es un film que se
avergüenza tanto de su condición de simple película de género que, de no ser
por su título, nos resultaría muy difícil adivinar que nos
encontramos ante un film de vigilantes. De hecho, y con el propósito de
demostrar que él juega en otra liga diferente del resto, Carrer llega a exhibir en cierto plano, y de forma nada disimulada, un libro del poeta y músico Nick Cave y otro de Chuck
Palahniuk, el autor de “El club de la lucha”, para que le quede claro al espectador que sus modelos a seguir no tienen nada que ver con el fascistoide y descerebrado cine de acción. Quizás esta frialdad de la que hace gala Carrer se
pueda achacar al hecho de su origen canadiense, pero no creo que debamos caer en el error de confundir
contención con inutilidad: “The Demolisher” es una película sin redención posible, un título inaguantable de principio a fín que representaría la antítesis, a pesar de
pertenecer en teoría al mismo género, de la infinitamente más honesta “El justiciero” de Eli Roth, estupenda película que, afortunadamente, se encuentra en las antípodas de esta aproximación al cine popular repugnantemente pomposa y hipster.
Y si "The Demolisher" acaba salvándose por los pelos del más absoluto de
los desastres es debido al hecho de que Carrer sabe, o, mejor dicho, cree que intuye el aspecto que debe
tener una producción respetable, un film festivalero en definitiva, consagrándose con ahínco a la hora de intentar imitar en lo posible su propio
concepto de esta idea de cine de prestigio. El canadiense es un director nefasto, pero tampoco creo que sea tonto: sabedor de su incapacidad, intenta disimularla a toda costa con el propósito de que el asunto no se le salga de madre. Básicamente es este control lo que acaba evitando que “The Demolisher” caiga en el más absoluto de los ridículos y llegue a convertirse en un nuevo “The Room”: y es que, por no
servir, ni para echarse unas risas sirve… ni para eso vale la hija de la grandísima
puta. ¡Ni os acerquéis a ella!