Dicen los expertos en el tema que "El justiciero de la ciudad" fue un
éxito en su momento debido sobre todo al hecho de que su estreno tuvo lugar en
agosto, un mes en el que a mediados de los 70 apenas se estrenaban títulos de
importancia en los Estados Unidos, viéndose así el film de Michael Winner
beneficiado de esta falta de competencia en la taquilla. Curiosamente uno de
los pocos títulos que a punto estuvo de hacerle sombra aquel verano al film de
justicieros protagonizado por Charles Bronson fue una película diametralmente
opuesta a ésta, la deliciosa “Érase una vez en Hollywood”, film que
recopilaba los mejores números de los musicales rodados bajo el amparo de la
MGM en los primeros cincuenta años de historia del estudio. De esta manera, “Érase
una vez en Hollywood” representó, al igual que el primer “Death Wish”, un
éxito inesperado: con un coste total de poco más de 3 millones de dólares, este
recopilatorio presentado por, entre otros, Gene Kelly y Fred Astaire, acabaría
recaudando casi 27, propiciando una secuela un par de años más tarde
(“Hollywood, Hollywood”), y originando asimismo que se desatara, acto seguido y
momentáneamente, cierto interés dentro de la industria por manufacturar films
sobre el nacimiento, el asentamiento y la consolidación de la industria del
cine hollywoodiense, en un variopinto ciclo de películas que tendrían como
nexo en común el ofrecer una mirada al pasado entre nostálgica y desmitificadora.
De esta manera, en el siguiente par de temporadas irían llegando a los cines títulos como “Los ídolos también se aman”, “El último magnate”, “Inserts”, “Así empezó Hollywood” o “Como plaga de langosta”. A esta moda pasajera se sumaría asimismo el director de “El justiciero de la ciudad” tras declinar un sinfín de tentadoras ofertas, entre las cuales destacarían el ofrecimiento de dirigir “Lápiz de labios” (una variante femenina de “Death Wish”), o hacerse cargo de la entrañable pero fallida versión del 76 de “King Kong”, proyecto que también rehusaron realizadores tan dispares como Roman Polanski, Sam Peckinpah o Steven Spielberg. El británico Winner se permitiría también el lujo de rechazar la jugosa oferta por parte de la Fox de ponerse al frente de “La profecía” cuando ésta iba a estar protagonizada por Charlton Heston, y no por Gregory Peck como sucedió finalmente.
De esta manera, en el siguiente par de temporadas irían llegando a los cines títulos como “Los ídolos también se aman”, “El último magnate”, “Inserts”, “Así empezó Hollywood” o “Como plaga de langosta”. A esta moda pasajera se sumaría asimismo el director de “El justiciero de la ciudad” tras declinar un sinfín de tentadoras ofertas, entre las cuales destacarían el ofrecimiento de dirigir “Lápiz de labios” (una variante femenina de “Death Wish”), o hacerse cargo de la entrañable pero fallida versión del 76 de “King Kong”, proyecto que también rehusaron realizadores tan dispares como Roman Polanski, Sam Peckinpah o Steven Spielberg. El británico Winner se permitiría también el lujo de rechazar la jugosa oferta por parte de la Fox de ponerse al frente de “La profecía” cuando ésta iba a estar protagonizada por Charlton Heston, y no por Gregory Peck como sucedió finalmente.
En lugar de abordar cualquiera de estos proyectos el director toma la
determinación de no encasillarse en el género en el que parecía haberse especializado
hasta ese momento en su periplo yanqui. Según comentaba el propio Winner, “Tras
rodar “El justiciero de la ciudad” quise aprovechar mi condición de director cotizado para volver a la comedia, pero cuando acepté hacer “Won Ton Ton” el estudio me
dijo que yo no era el hombre adecuado para el proyecto porque era un director de acción.
Tan sólo cinco años antes, cuando propuse hacer el western “En nombre de la
ley”, el estudio me acusaba en cambio de no ser capaz de rodar acción porque yo
era entonces por encima de todo un director especializado en comedias. Pero tras
el éxito de “El justiciero de la ciudad” rechacé nada menos que diecisiete
películas de acción. Me pasé todo un año rechazando este tipo de films en un
intento deliberado por mi parte de cambiar la dirección que, por entonces,
estaba tomando mi carrera y poder así regresar a la comedia.”
De este modo Winner opta por volver a sus orígenes cómicos y rueda “Won Ton Ton, el perro que salvó a Hollywood”, película de época ambientada en la Meca del cine y situada en lo temporal en los años 20 del pasado siglo. En ella Bruce Dern (“Los odiosos ocho”) interpreta a Grayson Potchuk, un conductor de autobús que sueña con llegar a convertirse en director de cine; por otro lado, la maravillosa Madeline Kahn (“Sillas de montar calientes”) encarna a Estie del Ruth, una ingenua aspirante a actriz que además representa la única persona a la que hace caso el pastor alemán protagonista de la película, en una relación que linda con la zoofilia (o, más bien, con la “humanofilia”) ya que el perro no duda en atacar a cualquier hombre que se atreva a ponerle la mano encima a Estie, en el que supondrá el running gag más recurrente a lo largo de la hora y media que dura el film.
De este modo Winner opta por volver a sus orígenes cómicos y rueda “Won Ton Ton, el perro que salvó a Hollywood”, película de época ambientada en la Meca del cine y situada en lo temporal en los años 20 del pasado siglo. En ella Bruce Dern (“Los odiosos ocho”) interpreta a Grayson Potchuk, un conductor de autobús que sueña con llegar a convertirse en director de cine; por otro lado, la maravillosa Madeline Kahn (“Sillas de montar calientes”) encarna a Estie del Ruth, una ingenua aspirante a actriz que además representa la única persona a la que hace caso el pastor alemán protagonista de la película, en una relación que linda con la zoofilia (o, más bien, con la “humanofilia”) ya que el perro no duda en atacar a cualquier hombre que se atreva a ponerle la mano encima a Estie, en el que supondrá el running gag más recurrente a lo largo de la hora y media que dura el film.
La comedia de Winner toma así como principal modelo al que
parodiar el caso real de Rin Tin Tin, asimismo un pastor alemán, basando la
mayor parte de los gags en lo absurdo del hecho de que un animal no sólo llegase a
recibir una estrella en el paseo de la fama, sino que también dispusiera de coche propio, de cuenta
corriente en el banco y que, además, fuera votado en 1925 por los estadounidenses como la estrella más popular de su cine. De hecho, su fama
llegaría a alcanzar tal magnitud que sus películas lograron salvar de la bancarrota a la Warner Bros en la
era de la Gran Depresión. Así, la película de Winner iba a titularse en un principio “Won Ton Ton, el perro que salvó a la Warner”, pero al pasar el proyecto a la Paramount se optó por cambiarle el nombre.
Hablando de desastres económicos, y para desgracia de las ansías de cambio de su autor, “Won Ton Ton” representa un absoluto fracaso comercial en su momento, como por otra parte lo fueron todos y cada uno de los films adscritos a esta efímera corriente revisionista de la edad de oro de Hollywood. En palabras de Bruce Dern: "Michael es un tipo muy, muy, muy divertido, pero no creo que la persona que dirigió “El justiciero de la ciudad” fuera la más adecuada para ponerse al frente de un film de estas características."
Hablando de desastres económicos, y para desgracia de las ansías de cambio de su autor, “Won Ton Ton” representa un absoluto fracaso comercial en su momento, como por otra parte lo fueron todos y cada uno de los films adscritos a esta efímera corriente revisionista de la edad de oro de Hollywood. En palabras de Bruce Dern: "Michael es un tipo muy, muy, muy divertido, pero no creo que la persona que dirigió “El justiciero de la ciudad” fuera la más adecuada para ponerse al frente de un film de estas características."
Es evidente que los años transcurridos desde que filmara su última
comedia no han pasado en balde para el director, ya que en momento alguno parece
que Winner tenga demasiado claro la clase de película que se trae entre manos: por
ejemplo, y aunque el británico toma como obvio referente las parodias que entonces rodaba Mel Brooks, hecho reforzado por la presencia en el reparto de
Madeline Kahn y Teri Garr (“El jovencito Frankenstein”), el resultado es, sin
embargo, tan desangelado y falto de timing
cómico que se encuentra mucho más cerca de olvidables sucedáneos del estilo de
“El mejor amante del mundo”, de Gene Wilder, antes que de la brillantez y del riesgo conceptual de
“La última locura”, por citar dos films ambientados asimismo en la industria del
cine. Siguiendo esta línea de indefinición, a causa del protagonismo canino se
podría incluso llegar a pensar que estamos ante una película infantil,
y aunque
“Won Ton Ton” recurre la mayor parte del tiempo a una concepción del humor más
bien ingenua, tampoco duda por otra parte a la hora de salpicar su trama con
chistes sobre violaciones, travestis, prostitutas y homosexuales. Incluso nos
llegamos a encontrar en su tramo final con una secuencia bastante larga que
detalla los diferentes intentos de suicidio en los que incurre el perro
protagonista y que, por supuesto, producen cualquier cosa excepto risa.
Rodada tan sólo un año antes que “The Kentucky Fried Movie”, la película de Winner incluye asimismo su cuota de spoof y también del slapstick heredero del cine mudo, atreviéndose incluso a emular el ritmo de la screwball comedy clásica, aunque en un intento desesperado por tocar todos los palos posibles el director añade también chistes sobre fluidos corporales y eructos, o rueda estampas con tan poca clase como ese Bruce Dern que simula follarse una silla cuando describe al magnate encarnado por Art Cartney (“Harry y Tonto”) que el próximo film que protagonizará Won Ton Ton será una película romántica. Winner y sus guionistas recurren incluso al anacronismo al hacer coñas a costa de éxitos de mediados de los 70 como pudieran ser “El padrino”, “Terremoto”, “El exorcista” o “Tiburón”: de esta manera, Grayson Potchuk le va proponiendo a lo largo de toda la película a su productor proyectos tan improbables para la época como un film sobre un escualo gigante que aterroriza a una ciudad de Nueva Inglaterra u otro sobre una niña que es poseída por el diablo.
Rodada tan sólo un año antes que “The Kentucky Fried Movie”, la película de Winner incluye asimismo su cuota de spoof y también del slapstick heredero del cine mudo, atreviéndose incluso a emular el ritmo de la screwball comedy clásica, aunque en un intento desesperado por tocar todos los palos posibles el director añade también chistes sobre fluidos corporales y eructos, o rueda estampas con tan poca clase como ese Bruce Dern que simula follarse una silla cuando describe al magnate encarnado por Art Cartney (“Harry y Tonto”) que el próximo film que protagonizará Won Ton Ton será una película romántica. Winner y sus guionistas recurren incluso al anacronismo al hacer coñas a costa de éxitos de mediados de los 70 como pudieran ser “El padrino”, “Terremoto”, “El exorcista” o “Tiburón”: de esta manera, Grayson Potchuk le va proponiendo a lo largo de toda la película a su productor proyectos tan improbables para la época como un film sobre un escualo gigante que aterroriza a una ciudad de Nueva Inglaterra u otro sobre una niña que es poseída por el diablo.
Así las cosas, y en su desesperado intento por hacer reír a todo tipo de
público, Winner mezcla en su heterogéneo cóctel, de manera por lo general bastante desafortunada, el humor adulto y el infantil y la comedia clásica y la
moderna, tanto en su variante negra como en la paródica que en aquellos años
representaban los Monty Python o el ya citado Mel Brooks. Aunque por encima de
todas estas corrientes prevalece el tono de farsa despiadada con la que el
director retrata al Hollywood de la época y a sus habitantes, con unos jefes de
los estudios que, para ganar tiempo, reciben a las actrices directamente en calzoncillos, o
pintando a las propias starlettes
como unas bobas e inútiles criaturas que no dudan en echarse a la calle para
ejercer la prostitución cuando no logran colmar sus expectativas de triunfo en
el negocio cinematográfico (¿?) Yendo aún más lejos, cuando en un momento dado
a Won Ton Ton le deja de sonreír el éxito los protagonistas se verán forzados a emigrar a México, país donde el pastor alemán y el personaje de Madeline Kahn protagonizarán
para subsistir toda una serie de cortos de aspecto inequívocamente erótico, por no decir pornográfico, y destinados al uso y disfrute del público local (¿¡!?)
Para que el visionado de la película resulte, si cabe, aún más bizarro, “Won
Ton Ton” cuenta además en su reparto con multitud de breves apariciones de ajadas figuras del Hollywood clásico como Victor Mature, Yvonne De
Carlo, Johnny Weissmuller, Virginia Mayo, Broderick Crawford o John Carradine, actor que, por
cierto, volvería a colaborar con Winner en “La centinela”. Con toda lógica, y debido
a la avanzada edad con la que ya contaba la mayoría del reparto, “Won Ton Ton”
supondría la última aparición en el cine de la mayor parte de los intérpretes aquí congregados. Según recordaba Winner, “La idea de incluir
a todas estas viejas glorias fue cosa del productor, no mía, aunque al final la acogí con entusiasmo. Lamentablemente muchas de las estrellas que
quisimos incluir en la película no estaban disponibles. Algunas ya hacía tiempo
que habían muerto, mientras que otras fallecieron justo cuando intentábamos dar
con ellas. A otras simplemente no las pudimos encontrar, como fue el caso de
Hedy Lamarr, la protagonista de la clásica “Sansón y Dalila”. De todas formas,
no creo que la idea de tener a tantas estrellas en pequeños cameos ayudara
precisamente al éxito de la película.” De hecho, el número de leyendas reunidas
era tan elevado que al final nombres como los de Mickey Rooney o Groucho Marx,
nada menos, se tuvieron que quedar fuera por problemas de tiempo.
En cierta manera “Won Ton Ton” pertenece a la misma estirpe que films como
“1941” o “Mars Attacks!”, significando así una producción de gran aparato y
repleta de caras conocidas, pero que, sin embargo y por desgracia, cuenta con
un único chiste que, con ligerísimas variaciones, se va repitiendo una y otra
vez. Una comedia en definitiva más ruidosa que graciosa, aún contando con la
ventaja de poseer el ritmo suficiente como para que el espectador no se percate de lo flojito que en realidad es su guión. Como era de
esperar, y al igual que les ocurriría a los títulos anteriormente citados de
Spielberg y Burton, “Won Ton Ton” representa asimismo una enorme decepción en taquilla.
Obligado por los malos resultados económicos de esta última película, y
seguramente también condicionado por su frustrada experiencia con “La profecía”, Winner decide a continuación cambiar de nuevo de registro y opta por pasarse al terror en su siguiente proyecto: el británico se encuentra enfrascado en la
escritura de “Madame Celeste”, un guión sobre una médium que nunca llegará a
filmarse, cuando en una fiesta un ejecutivo de la Universal le propone que lea
un libro del que posee los derechos con vistas a una posible adaptación. Esa novela acabaría dando lugar a “La centinela”, film que también se estrelló en
las taquillas estadounidenses y que obligó al director a volver a Inglaterra hasta que, a
comienzos de los 80, sería reclamado por Bronson para que regresara de nuevo a Hollywood y le dirigiera en la primera
de las secuelas de “El justiciero de la ciudad”. Pero eso, y recurriendo al
manido tópico, ya es otra historia.