En los albores de los 90, en los USA se hablaba de un cambio
generacional, o no se que zarandajas, metiendo en un mismo saco a un
determinado tipo de jóvenes al que bautizaron como “Generation X”.
A la culturilla española —madrileña más bien— de aquellos años
le hizo gracia el término, por lo que no tardaría en dedicarle en gacetas,
suplementos dominicales y revistas de tendencias, extensos artículos sobre la
“Generation X” y el desencanto que provocaba pertenecer a esa generación
desarraigada y en tierra de nadie, bla,bla,ba.
Como en España tampoco se puede decir que la culturilla
tenga muchas ideas propias, sí en los 80 copiaron el concepto de la gala de los
Oscar haciendo un plagio de la misma en lo que llamaron premios Goya —y encima
esa misma culturilla, se tiró ventitantos años despreciando, a posteriori, los
Oscar y todo lo americano, manda cojones—, en los 90, como niño con rabieta que
anhela el soldadito del otro niño, la culturilla también quiso tener su propia
“Generación X”.
Casualmente, un niñato pijo que se dedicaba a salir de copas
por ahí y ponerse hasta el culo de todo, José Ángel Mañas, escribe una novela
titulada “Historias del Kronen” en la que, inspirándose levemente en sus
vivencias, un grupo de jóvenes de entre 20 y 25 años, salen por ahí de fiesta,
se ponen hasta el culo de todo y follan. Vamos, una novela que podría escribir
cualquiera con unas nociones mínimas de literatura. Pero como la novela habla
de drogarse, de follar y de ese tipo de excesos, resulta entretenida.
Entonces, una cosa así viene de perlas para que toda esa
culturilla tenga, por fin, al máximo
representante de nuestra patria “Generación X”, y en consecuencia, la novela es
promocionada a bombo y platillo, y Mañas comparado con Brett Easton Ellis, e
incluso con Hemingway. Ya teníamos a un escritor joven y outsider con el que
reivindicar nuestro derecho a tener las mismas etiquetas generacionales que los
americanos. Y la flauta sonó para Mañas que desde entonces no ha parado de
escribir, si bien es cierto que en los últimos años ha tenido que volver a
revisitar el universo “Kronen” para que se le haga algo de caso.
Poco después, como era de prever, se rueda una adaptación al
cine. Entonces, qué mejor para que se nos cuente la historia de unos
veiteañeros desfasados, que un viejo trasnochado meta sus manos en todo este
asunto. Así, Elias Querejeta produce una película en la que Montxo Armendáriz dirige,
además de co-escribir el guion junto a José Ángel Mañas.
Entonces tenemos una película con unos jóvenes que no se
sabe muy bien a que extracto social pertenecen, porque por un lado parecen
pijazos niños de papá, pero asisten a conciertos punk que muy poco (o nada)
tienen que ver con su aspecto o maneras, que se divierten bebiendo, esnifando,
viendo cine gore —como no…— y follando todo lo que se mueve, mientras se
cuestionan sus identidades sexuales constantemente, y un final en el que se
recurre a una primigenia estética “Found Footage” (antes del “Found Footage”).
Todo esto, con unos diálogos surgidos de la mente de un viejo que imagina como
hablan los jóvenes en los 90 y mete expresiones de treinta años atrás, cuando
él era joven y usaba jerga. Cosa que no se explica, estando el autor de la
novela escribiendo el guion ahí con él (¿o es que, quizás, si hablaban así los
jóvenes en los 90?).
Y pasa como con la novela, que como es de drogas y de
follar, la película resulta harto entretenida.
En su momento se estrenó, se marcó sus buenos 700. 000
espectadores (aunque se rumorea por ahí que ni por esas recuperaron los 450
millones de pesetas del presupuesto gastado) e incluso tuvo su buen tirón mediático.
Ya se consolidaba la tan deseada “Generación X” española. Pero como eso resultó
ser una moda, la película se evaporó con ella quedando relegada posteriormente
a pases televisivos, si bien, sigue siendo recordada por los jóvenes que la
vieron en su momento, pero como una peli entretenida, sin más, no como el
símbolo generacional que pretendía ser.
La gracia está en que la película es una puta mierda y casi
25 años después, la manera en la que ha envejecido, los diálogos y las
interpretaciones, llevan a uno a hacerse la pregunta de cómo percibiría la
cinta en la época del estreno, porque no tiene ningún desperdicio. Por lo que a
mí respecta, “Historias del Kronen”, hoy por hoy, es una obra cumbre del
“Trash” español. Te descojonas vivo, comedia involuntaria de primer calibre, a
la altura de “The Room” por lo menos. O peor.
Tiene primeros papeles para actores que debutaban y que, al
menos, si perteneces a una generación; la de la hornada de actores jóvenes de
los 90. El enchufado de Juan Diego Botto. Enchufado, no, enchufadísimo, porque
si no fuera hijo de quién es ¿A santo de qué un actor tan HORRIBLE iba a hacer
carrera en el cine? Claro, luego con los años, a fuerza de hacer muchas películas
ha aprendido a actuar algo, pero aquí…. Madre de mi vida ¡verlo para creerlo!
Cuando suelta por su boca torcida la frase “La amistad es para débiles, los
fuertes no necesitamos amigos”, en un momento en el que el personaje está
borracho y puesto de coca, es el bochorno, la vergüenza ajena, el despiporre.
¿Qué opinará Botto de su interpretación en esta película? También decir, que el
parecido de Botto con Sylvester Stallone
de joven en esta película, es alarmante.
También están, risibles completamente, Jordi Mollá, Aitor
Merino y Armando del Río. ¡Qué panda tan graciosa!
Así pues, recomiendo su visionado, pero como aquél que se va
poner una película de serie Z con amigos para echarse unas risas. “Historias
del Kronen” no decepciona, así como se trata una obra cumbre del elitismo,
estupidez, ignorancia, arrogancia y subnormalismo, de lo que vengo denominando
desde el principio de la reseña, “culturilla” española de principios de los 90.
Ah, y Montxo Armendáriz, que mal dirige.