lunes, 9 de julio de 2018

EL IN... MORAL

Curiosamente, algunas de las películas mas perdidas e ilocalizables del cine español (en el sentido de que no existen más que una o dos copias en 35 mm. sin que hubiera tras el estreno de las mismas vida comercial en formato domestico y/o pases televisivos) son las películas de la primera etapa de los hermanos Calatrava, más concretamente, “El último proceso en París” o  la que nos ocupa, esta “El In…moral”. Prácticamente, es inviable el poder verlas, pero el hacerse con una copia es potencialmente imposible. Incluso, corre el peligro de que algunas de estas copias se hayan perdido para siempre, lo que imposibilitaría el hecho de poder echarlas un vistazo. Y es una autentica pena.
Sin embargo, en estas lides, puedo considerarme un hombre con suerte (o no), porque yo he tenido el placer de visionar una copia de “El In… moral”. Y dirán ustedes, si tan ilocalizable está, ¿cómo es que tú las has visto? bien, alguien a quién llamaremos “una buena amiga”, con acceso a una sala concreta de cine y a ciertas copias de películas en 35 mm. consideró que el trabajo de divulgación del cine cómico español que yo vengo haciendo desde hace años en este, nuestro querido blog, o en el podcast “Los Aristócratas” es encomiable, por lo que cuando se enteró de mi interés por visionar estas películas ignotas, ni corta ni perezosa, me organizó un pase privado ¡para mí solo! en una sala de cine de Madrid, de una de las dos o tres únicas copias que quedan en el mundo de “El In…moral”. Así que la he visto en una copia de 35 un tanto churretosa y en un cine. Todo un privilegio del que no muchos pueden presumir. Eso sí, esta “buena amiga”, me hizo prometer que no revelaría la fuente de la cual proviene esta cinta. Pero si me dio derecho a reseñarla —de hecho, se me hizo el pase para que yo haga la reseña posteriormente— siendo yo, probablemente, una de las cinco o seis únicas personas que han tenido oportunidad de verla tras su paso por la cartelera, dónde la vieron, no obstante, cerca de 350.000 espectadores.
Se trata de una de las dos películas que los Calatrava hicieron a las ordenes del actor especializado en aparecer en spaghetti westerns José Canalejas —la otra es “El último proceso en París” y que sirvieron para el lucimiento de estos dos cómicos que pese a tener el beneplácito del público, no se pueda decir que sean unos genios del humor. Quizás en su época, con la ingenuidad general si que resultaran efectivos, pero presenciar sus chascarrillos a día de hoy resulta de lo más bochornoso.
La película, que de puro raro empieza estupendamente para luego perder todo el fuelle —y el surrealismo del que hace gala— antes de llegar a la media hora, cuenta como los hermanos Calatrava, que se interpretan a sí mismos, están empezando a despuntar en el mundo de las salas de fiestas, por lo que cada noche, al acabar sus actuaciones, se van por ahí a divertirse con las señoritas. Paco Calatrava se queja de que su hermano Manolo se lleva a todas las tías buenas, mientras que él ha de conformarse con los cayos. Lo curioso de estos quince minutos iniciales, es que Paco Calatrava, como se interpreta a sí mismo, prescinde de la voz de tonto por la que es popular y escuchamos su voz tal cual era en la época, sin estridencias ni interpretación de ningún tipo, cosa esta que me ha llamado poderosamente la atención porque, casi, ni le conocía la voz.
El caso es que, en una de sus juergas, atropellan con el coche a una anciana. La llevan al hospital y esta necesita transfusiones de sangre, por lo que en un acto de buena voluntad, Paco, se ofrece a donar la suya. La cosa se vuelve totalmente majareta en el momento en el que al hacer la transfusión, esta, se vuelve joven tras recibir la sangre de Paco, por lo que se llega a la conclusión de que la sangre de Paco hace rejuvenecer a las personas (¡).
A partir de aquí, no solo Paco retomará su voz de mongoloide que le ha acompañado toda la vida, sino que, además, todas las ancianas quieren su sangre (motivo este que Paco aprovechará para tirárselas), y distintas organizaciones mafiosas querrán dar con el paradero del humorista para hacerse de oro con su sangre. La cosa alcanza cotas de locura inimaginables cuando el mismísimo Conde Drácula —¡un tío flacucho al que le han puesto colmillos usando papel Albal!— se acerca al hospital dónde está Paco con el fin de chuparle la sangre y rejuvenecer. A partir de ahí, la cosa se vuelve un ir y venir de personajes, en una película en la que se abren tres o cuatro subtramas que nunca llegan a cerrarse. Algunas, incluso, se plantean pero no llegan a desarrollarse.
Se trata de una película que tras los 10 primeros minutos, se vuelve absolutamente insoportable, hasta el punto de que si no fuera por las circunstancias especiales en las que la he visto, dudo mucho que hubiera llegado a completar su visionado. Una incompetencia artística y técnica difícil de digerir, e incluso de ser disfrutada como obra trash. Un cutrismo que, si bien no alcanza  los niveles de la película que ellos dirigieron, “Macarras Conexión”, si que hace mella en la retina del espectador que resopla y resopla porque no ve la hora de que ese tostonazo llegue a su fín.
En definitiva; me ha encantado verla en un cine para mí solo, las circunstancias en las que la he visto y la experiencia en general, pero lo cierto es que si jamás hubiera visto esta película, no habría pasado absolutamente nada. Ahora, eso sí, me alegro de haberla visto y aquí reseñado.
“El In… moral” hace parecer a las películas Calatravescas de Manuel Esteba obras maestras del cine Español. Ahí lo dejo.
Junto a los Calatrava, en un alarde de ortodoxia actoral, tenemos a Mirta Miller, Loreta Tovar, Rafaela Aparicio, Frank Braña, Manolo Zarzo o Mir Ferry.
He aquí el único testimonio de todo Internet. Gracias, mi “buena amiga”.