“Soltero y padre en la vida”, al margen de tratarse de un
film alimenticio de tantos que realizó Javier Aguirre, que a su vez explotaba
el tirón de otra película también de su autoría para lucimiento de Lina Morgan,
“Soltera y madre en la vida”, dónde una señora tiene que cuidar un niño sin
ayuda de padre alguno, es un film de consumo y uso absolutamente popular que
nos presenta la geometría de un Javier Aguirre, artesanal, mercenario, en
absoluta forma física. En esta vuelta de tuerca, un meapilas interpretado por el estupendo José Sacristán
pre-pedantismo, se enamorisquea de una hippie —con la cara y forma de Nadiuska—
que vive en el piso de enfrente. Cuando esta trata de escapar, ya que es
detenida junto con los hippies con los que vive, por escándalo público, se
afincará en casa de este meapilas, teniendo con él una relación sexual. Queda
embarazada, pero como es una hippie, decide largarse de allí dejando el bebé al
cuidado del hombrecillo, que como buen
macho, no tiene ni idea de cuidar a un niño. Así que comienzan las
descacharrantes peripecias de este hombre con un bebé.
Y se podría hablar del subgénero de “Papás solteros” con
esta cinta y tantas otras que hay de semejante índole y que fueron un éxito de
taquilla (a saber; “Las locas peripecias de un señor mamá”, “Tres solteros y un
biberón”, “Un genio en apuros”…)
Por otro lado, la película refleja una España del franquismo
en la que los hombres no sirven para cuidar niños y las mujeres traen esos
cuidados de serie. El personaje de Florinda Chico, vecina cotilla del personaje
de Sacristán, acude al rescate ya que aunque nunca ha tenido hijos, sabe
exactamente que hacer porque, y cito textualmente, “las mujeres, ya se sabe”.
Asimismo, el jefe del personaje de Sacristán, interpretado por un enorme
Antonio Ferrandis, al que no se sugiere ninguna ideología política, pero que
por su modus operandi suponemos de extrema derecha, es un acosador sexual de
padre y muy señor mío que no hace más que soltar improperios —y vanagloriarse
de ello— a cualquier fémina que se le pone a tiro durante toda la película.
Todo esto, sin condenarlo, mostrándolo con cierta chufla, como si fuera normal.
No es para llevarse las manos a la cabeza siendo una ficción de 1972, lo triste
es que este tipo de seres existen hoy en pleno 2018. Sin embargo es una actitud
condenable de una película de otro tiempo dónde todo funcionaba de otra manera.
Por ello a día de hoy se le critica. Bien, yo no quiero este tipo de seres en
la vida real, pero en una película, son inofensivos. Lo fueron en los setenta y
lo son hoy. Lo demás, son tonterías, así que, pasen páginas, señores defensores
de los valores humanos, la moral y la corrección política.
Por otro lado, decir que si tuviera que poner un ejemplo de
lo que entiendo por “Españolada”, uno de los que pondría, sería este “Soltero y
padre en la vida”, que responde a la etiqueta como si la película hubiera sido
concebida para ella.
Y sin más, tan solo decir que se trata de una película
dinámica y divertida, con un pulso narrativo y cómico como solo podían tenerlo
aquellas “españoladas” y que casi 50 años después de su concepción, esta
película se disfruta ¡a las mil perfecciones!
Para pasar el rato, que es lo que yo pretendo cuando me
pongo una peli, aunque esta sea de arte y ensayo, “Soltero y padre en la vida”
es una película adecuadísima. Compruébenlo.