lunes, 8 de julio de 2019

WILD STYLE

Charlie Ahearn, director de esta película, es más un artista grosso modo que un director de cine, y pese al bien que le hizo a la cultura Hip-Hop con la película que les paso  reseñar, en el fondo no es más que un hombre blanco de clase media fascinado por una cultura callejera que le queda bastante lejos. Un señor encandilado por esos chavales que creaban una nueva forma de arte que se extendía desde la creación musical con el rap (donde también hizo su excursión otra blanca burguesa, Blondie), hasta la pintura con esa nueva forma de expresión llamada graffiti que usaba las paredes de las calles o los vagones de tren como lienzo. Gracias a esto, Ahearn aprendió a separar el arte del negocio. Tanto él como el fotógrafo Henry Chalfant, se dedicaron a documentar, ya fuera en forma de fotografías, ya fuera en imagen y movimiento, los orígenes del Hip-Hop, dejando un legado cultural a sus espaldas tan grande y puro, que en realidad sobrepasa a lo que es en sí la cultura que retrataron. El Hip-Hop evoluciona con los tiempos hasta tal punto que, a día de hoy, siendo la cosa más volátil del mundo (en cada país le dan al asunto la interpretación que más le conviene. La que se le da en los barrios periféricos de la zona sur de Madrid, es lamentable: confunden la velocidad con el tocino), este ha perdido toda su esencia, y la única forma de saber como fueron en realidad las cosas es a través del trabajo de años y años de dedicación  y fascinación de estos artistas blancos.
Ahearn en concreto, se dedicaba a filmar en Super 8 los graffitis primigenios de las zonas más pobres de Nueva York, Bronx, Queens… ese tipo de barrios. Y cuanto más investigaba, más filmaba. También filmaba a los jóvenes bailando Break. Y se hizo amigo de ellos. Como era un tipo con una cámara de cine, pronto se dedicó a hacer películas se súper 8 de artes marciales con los jóvenes de los barrios, porque tras un sondeo, detectó que este era el género favorito se aquellos chicos y, en 1980, absolutamente absorbido por la cultura Hip-Hop, decidió hacer una película que retratara aquél movimiento cultural, asombrosamente creativo, y con los amigos que había hecho por el camino comenzó a rodar, con pocos duros (que se fueron la mayoría en pagar los pertinentes permisos para poder filmar los trenes en las cocheras), lo que fue la primera —y definitiva— película sobre Hip-Hop: “Wild Style”. Según la crítica, esta película es ver las cosas tal y como sucedieron. El retrato más exacto de la, por aquel entonces, tan emergente cultura subterránea.
Se trata de una pequeña película de vanguardia, casi guerrillera, tosca y cruda, y rodada en 16 mm. en la que se utiliza una forma de narrar absolutamente innovadora y curiosa. Hay un delgado hilo argumental de ficción que servirá para enlazar escenas rodadas al mas puro estilo documental. Así, con la historia de “Zoro” (el artista de graffiti, Lee Quinones), grafitero al que una periodista quiere entrevistar por lo concurrido de sus piezas en las calles de Nueva York, somos testigos de otras muestras de rap, Break Dance y Djing, al tiempo que se va sucediendo la historia. Vemos así piezas míticas de graffiti en los trenes de Nueva York o asistimos a fiestas y conciertos que, al tiempo que se filmaban, sucedían en la vida real. El culmen es un concierto multitudinario en un anfiteatro abandonado, por el que irán desfilando los rappers más representativos de la época, muchos de los cuales ni siquiera tenían discos en el mercado.
“Wild Style”, obviamente, es una obra de culto dentro de los circuitos Hip-Hop, pero más allá de eso, cinematográficamente hablando, es una rareza totalmente vanguardista cuya  forma de estar rodada, lo que cuenta, cómo lo cuenta y siendo honesta a la hora de afrontar que algo innovador no tiene que ser contado con pedantería o desde el punto de vista de una elite artística, la han convertido en una pequeña obra maestra del cine de arte y ensayo. Porque “Wild Style” es ante todo, cine de arte y ensayo. Y una reivindicación del Hip-Hop que ya les gustaría hacer a la mayoría de raperos que se adscriben a este. Y también, la más bonita carta de amor hacia esa cultura. Y no la hacen chicos negros del geto, no la hace Spike Lee, si no un artista cuyo campo de acción son los museos, y blanco de clase media que no ha pisado el gueto más que para hacer sus books de fotografías.
La película se proyectó en pequeños sótanos y locales acondicionados para el underground neoyorquino de la época y tuvo un estreno reducido en Times Square durante tres semanas para el público, público, mayormente graffitero que acudía a verla a tropel y que hizo a la película batir records de taquilla para lo que viene siendo una película underground, hasta tal punto que se distribuyó por todo el mundo en vídeo y a día de hoy es un clásico incuestionable que se edita en DVD cada vez que cumple años. La última vez, se editó en Blu Ray en 2012, por su trigésimo aniversario, pero es que ya vamos camino del cuadragésimo.
Líneas improvisadas por pandilleros reales a los que se contrata in situ y que usan sus propias armas (en este caso, una recortada), el logotipo de la película, hoy mítico y que fue creado por los artistas de grafitti Sharp, Zephyr y Revolt —también in situ—, y que formó la imagen principal del póster o ni un solo actor profesional, todo rodado tan sobre la marcha y de manera tan libre, hacen pensar que a día de hoy, con el underground y el Hip-Hop agonizando, sería totalmente impensable que surgiera de alguna parte una película como esta. Tampoco es que haya habido muchos movimientos revolucionarios en los últimos tiempos que merezcan la pena ser retratados. Quizás el Trap, la evolución natural del rap, sea el movimiento urbano más revolucionario de los últimos 10 años, pero, creativamente, está en las antípodas del Hip-Hop primigenio, y no es más que un hijo bastardo que nada tiene que ver con todo esto tan maravilloso. El Trap, musicalmente, culturalmente, con toda esa reivindicación cholilla del analfabetismo, no es Hip-Hop. Hip-Hop es esta película, Hip-Hop es Rap, Grafitti, Break Dance y Djing y DIY.  Todo muy punk, muy puro.
Warner Bros. iba a haber distribuido la película en su momento, pero al ver su acabado tan tosco, casi casero, se echó para atrás con la idea de que iba a ser difícil sacar dinero de algo como eso. Warner acabó explotando la película de una manera u otra, pero lo curioso de todo esto es que “Wild Style” resultó, y sigue resultando, una de las películas más rentables de la historia.
Yo la recomiendo encarecidamente a los no fans de la cultura Hip-Hop, o por lo menos a los cinéfilos más inquietos, porque verán una película rara, misteriosa y desperada, pero también, un documento absolutamente histórico. Es como esas filmaciones de la guerra mundial, pero con peña graffiteando y rapeando.