Casi como si se tratara de una película de sketches con un
hilo conductor que sirve de nexo de unión, “Black Socks” básicamente es una
película en la que su primer tercio es palique insustancial por parte de este
señor que quiere revolucionar la televisión y, el resto del film, lo compone el supuesto programa televisivo que
este produce en el que vemos una serie de secuencias picantes en teoría graciosas
y provocaciones de todo tipo. No contentos con filmar a señoritas de buen ver
en distintas situaciones de tipo sexual, también veremos una secuencia en la
que una de ellas recibe una brutal paliza a base de cinto, cañería, fusta y
látigo, que podría ofender a cualquiera de no ser porque la simulación es
demasiado mala; se nota demasiado, diría que intencionadamente, que el
individuo golpea el suelo y no a la señorita.
Un batiburrillo de lo más estúpido y falto de carisma,
aburrido, sin mucho interesante que ofrecer, que se deja ver por liviano, pero
que no supera ningún tipo de expectativas. Su naturaleza exploiter es la única
razón de ser para interesarse por ella, pero yo creo que ni por esas. Se estrenó con un cartel que ofrecía un elenco que no salía en la
película, pero en posteriores ediciones videográficas a cargo de la Troma, el
pirata de Lloyd Kaufman hizo exactamente lo mismo; darnos carátulas de vídeo
que ofrecían chicas que no aparecían en la película y situaciones que tampoco.
Con el título inicial de “Black Socks” y en un intento de
aprovecharse del tirón de las películas de Russ Meyer, esta sandez en celuloide
pronto pasó a titularse “Video Vixens!” y así es como se la conoce hoy en día,
incluida en la versión que distribuyó la Troma y que es la que rula en DVD por
todo el mundo. Es precisamente por el parecido de su título con el de los más
populares de Meyer que esta película está en el mapa. La gente la ve, porque en
su ignorancia, cree que va a ver los súper melones de las películas de Meyer. Y
verá alguno que otro, pero esta cinta va por otros derroteros.
Con gran parte del equipo técnico de “La última casa a la
izquierda” de Wes Craven implicado en la producción, la película la dirige una
leyenda de los nudies —y los roughies—, Red Sullivan, quien algo raro le vería
a esta película cuando decidió firmarla
bajo un pseudónimo, Henri Pachard. Después continuaría firmando sus películas
con su nombre real hasta que en los 80 se pasó al porno y a partir de entonces
solo utilizaría su seudónimo. “The Devil in Miss Jones Part. II” o
“Sexcapades”, serían dos de sus películas porno más populares.
En el reparto, donde abunda el seudónimo a tutti pleni por
parte de los actores, cabe destacar la presencia de ese entrañable actor de
tercera fila habitual en todo tipo de subproductos (y también películas
mainstream) que es George “Buck” Flower que aquí da vida a un extraño director
de cine.
Bastante prescindible y, como digo siempre, solo
recomendable a los que les pueda la curiosidad; esta siempre será saciada.