Dentro del cine español, con sus éxitos y, sobre todo, sus
fracasos, a veces se paren películas que aunque sea únicamente por la falta de
interés general que suscitan prácticamente desde el momento de su concepción,
ya se vuelven un producto exótico y sugerente, merecedor de, al menos, un
visionado. Este tipo de películas se daban mayormente en la década de 2000.
Llegaban a estrenarse una serie de títulos que tras un par de pases en salas
comerciales, desaparecían de la memoria popular como humo de un cigarrillo. No
me refiero a pequeñas producciones independientes cuyo estreno es parte de la
gracia de la película, que el estrenarse es casi un capricho que se pueden dar
los productores, no sin esfuerzo. Me refiero a películas con una distribución
estándar y producidas por profesionales del sector. Son películas que desde el
momento que se da la voz de acción, son susceptibles de no ser rentables de
manera comercial de ninguna de las maneras y, aun así, estas acaban
estrenándose aunque las vayan a ver cuatro gatos. Y esto me lleva a preguntarme
qué es lo que lleva a estos productores a estrenar estas películas que nacen
muertas. Supongo que serán tejemanejes extracinematográficos que tienen más que
ver con el eterno tema de las subvenciones y las evasiones de divisas que con
el mero hecho de hacer dinero con una película. Chi lo sa.
“El chocolate del loro” es un flagrante ejemplo de esto que
les digo. Producida por Enrique Cerezo y con una recaudación en taquilla de
283.000 euros aproximadamente según los datos del ministerio (no se lo creen ni
ellos), cuenta la historia de un joven opositor al que, como han cerrado la
biblioteca a la que iba a estudiar, se le fastidia la opción de estudiar
plácidamente hasta el momento de opositar. Como en casa no puede porque hay
mucho jaleo, a su madre se le ocurre que se vaya al chalet de su hermano en una
urbanización de lujo mientras este permanece de vacaciones, con el fin de que
este estudie tranquilo. Al final es peor el remedio que la enfermedad porque,
durante su estancia, todo se complicará en un enredo que propiciará que este
estudie menos todavía, debido a las distracciones externas.
No existe película más insípida que esta. Desde el minuto
uno, sabemos que el chaval no va a poder estudiar tranquilo, así como sabemos,
si me permiten el spoiler, que al final
aprobará las oposiciones. Esta previsión daría lo mismo si lo de en medio
funcionase o fuese divertido, pero es que precisamente lo de en medio es lo
anodino. Vamos, que al acabar de verla llegué a la conclusión de que esta
película da igual que exista o no. Porque es mala, pero no tanto como para que
lo que vemos se vuelva memorable por ser un despropósito, mientras que, por
otro lado, le queda muchísimo para ser buena. Es una película sin alma ¡Ojo! no
está mal hecha técnicamente, es funcional, realizada por profesionales… pero
que trabajan con el piloto automático. En cualquier caso, lo creativo es lo que
parece hecho sin ganas, sin esfuerzo. Si hay un talento, este tampoco aflora,
como si al propio director también le diera lo mismo la película. Pero
finalmente, su valor reside precisamente en eso, en que es una película
desalmada que existe, que se estrenó en cine y tuvo una posterior vida en vídeo,
sin tener ni un solo mérito para que eso fuera así. Naturalmente al público le
dio lo mismo y pasó inadvertida. Y si preguntas a cualquier cinéfilo de los
muchos que pululan por ahí, serán muy poquitos los que sepan de su existencia.
Ahí está el mérito.
Según me informo, la producción costó millón y pico de
euros, y no llegó a costar menos porque al final rodaron en España y no en
Argentina para abaratar costes como en un principio estaba previsto y, aun así,
y si su presupuesto no está inflado, me cuesta creer que en el momento que el
proyecto se llevó a cabo, no dudaran sus
productores que iban a gastar un dinero que ni de coña iban a recuperar.
Entonces ¿qué es lo que pasa? Es todo muy turbio… pero por suerte, ahí tenemos
una película, “El chocolate del loro”, para reforzar esta teoría.
Probablemente, el negocio ya estaba hecho antes siquiera de ponerse a rodar. No
en balde, el proyecto fue un encargo que le vino que ni caído del cielo a su
director, Ernesto Martín, tras ganar un premio con un cortometraje. ¿Martín
volvió a rodar? Sí, otro largo todavía más ignoto que este, “Perro flaco” en
2011. Pero después de eso un corto y poco más. “El chocolate del loro”, fue su
chocolate del loro y, probablemente, el director a día de hoy esté maldiciendo
el día que aceptó rodar esta película. Pero ahí está, para bien o para mal.
En el reparto, Borja Elgea tras un periplo de éxito
televisivo que duraría poco, Roger Pera en una de las peores y más desangeladas
interpretaciones que he visto en mi vida, Quique San Francisco y Miguel Rellan,
que tampoco están muy lúcidos. Y Paula Echevarría, que es muy mona.
Nada,
reseña testimonial.