Como fuere, hay que tener en cuenta también que se trata de
una película canadiense hablada en francés, motivo por el cual, posiblemente,
los estadounidenses también la cogieron manía. Y con todas estas motivaciones,
la prensa se negó a publicitar la película (que además en su título contenía la
palabra “negro” que en inglés sirve para dirigirse a los afro-americanos de
manera despectiva) y sufrió algún que otro boicot por colectivos tocapelotas de todo tipo de ideologías.
Sin embargo, si la película existe, es porque está basada en
un popular best seller quebequense que, traducido a un montón de idiomas, lo
que criticaba era precisamente lo mismo de lo que se le acusaba a la película.
Su autor, Dany Laferrière, escritor negro para más señas, es el co-autor del
guion. Y la experiencia debió gustarle porque después de esta escribió unos
pocos títulos más, amén de hacer una incursión en la dirección con la película
“Comment conquérir L’Amérique”.
Al margen de la falta de entendimiento entre culturas, la
película casualmente se estrenó en España para el público de cine de arte y
ensayo, y la vieron 52.000 espectadores. Recuerdo su estreno porque en
autobuses y marquesinas, me llamaba la atención poderosamente aquél póster que
nos presentaba a un negro con la polla gigante cubierta por una sábana. Aquí
dio igual el racismo, la polla del negro y el cristo que la fundó.
En el argumento apenas hay trama. De primeras se nos
presenta al protagonista, un negro que rompe la cuarta pared para decirle al
espectador que es caníbal, escritor, y que se encuentra en Quebec porque allí
no hay ningún dictador, y sí muchas mujeres blancas. Después nos pone en
situación, abandona la cuarta pared, y
ya vemos que se trata de un inmigrante que tiene un compañero de piso y que,
por un lado, tienen un problema de algún tipo con unos camellos de la zona que
piensan que les quieren quitar el puesto y, por otro, ambos se dedican a
follarse a tanta blanca como les sea posible, en un ambiente esnob donde las
chicas blancas de sociedad medio alta, se desviven por recibir en sus coños una
buena polla negra. Y los negros las tratan como a tontas.
Una comedieta muy ligera, concebida para intelectuales no
obstante y que, curiosamente, guarda una deuda estética muy gorda con las
películas ochenteras de Spike Lee a las que trata de imitar tanto en tono como
en forma, por supuesto, sin los mismos resultados. Su director, Jacques W.
Benoit, blanco, ya había dirigido “Le diable à quatre” unos años antes, pero
tras “Cómo hacer el amor con un negro sin cansarse” no volvería a dirigir
jamás, aunque ejerció de asistente del director en pelotazos del cine cultureta
como pueda ser el binomio formado por “El declive del imperio americano” y “Las
invasiones Bárbaras”.
Por lo demás, y como digo al principio, una película
inofensiva, blanca (jejeje!) que mientras la vemos no sufrimos demasiado, pero
que, si no la vemos, tampoco pasa absolutamente nada.
Eso sí, pronunciar el título en su idioma original es todo
un placer para los sentidos: “Comment faire l'amour avec un nègre sans se
fatiguer”. Prueben a decirlo.