José Luis Cuerda, de tanto prestigio que su mera presencia casi ofende, que cuando hace comedias las hace surrealistas, peculiares y sofisticadas como por ejemplo “Amanece que no es poco”, también tuvo su película de derribo, su comedieta chusca, vulgar y ramplona… sólo que fue un fracaso (de 175.000 espectadores) y es una de esas películas que hoy permanecen invisibles, como bloqueadas, váyanse ustedes a saber por qué.
“Tocando Fondo”, la que nos atañe, es una película, no obstante, simpática porque no solo no vemos en el resultado a José Luis Cuerda por ningún lado, sino que parece una película realizada por un principiante, y, a pesar de que no fue una película de bajo presupuesto precisamente —costó la friolera de 1.000.000 de euros aproximadamente—, todo en ella se ve cutre y barato. Como si el dinero se esfumase a los bolsillos de alguien y no a la película. A saber.El guion es francamente malo, tomando para sí todos los clichés de la comedia española clásica, como emulando a los tiempos del destape, pero olvidándose de construir una trama de enredo, quizás por estar rodada en plenos 90 y no querer desviarse del estilo de comedia imperante en el cine español de la época. Es como si Cuerda estuviera haciendo una película que le importa un bledo. Es toda ella tan mala, que el resultado final del film es, tan solo, un muestrario de escenas. Y esto no la deja exenta de ser una curiosidad interesante.
“Tocado Fondo” toma, como acontecimiento social del que servirse, la crisis vivida por el país en los años noventa que, dicho sea de paso, fue una tontería comparada con la que estamos viviendo actualmente. Fulgencio (que nombre de protagonista más “ozoriano”, por cierto) es un joven de provincia que, teniendo en Madrid a su novia licenciada en veterinaria trabajando, decide trasladarse a la capital con el fin de empezar a trabajar en el negocio de su tío. Este posee un almacén de productos de papelería que está más lleno de abrigos de pieles, latas de fabada o animales vivos que del material del que principalmente se sustenta, y es que el señor tío se está enriqueciendo gracias a la crisis existente, haciendo chanchullos varios con mercancías de toda índole. Y listo.
“Tocando Fondo” fue concebida sobre el papel bajo el título de “Crisis”, pero el Ministerio de Cultura no permitió este título, en principio, para no coincidir con una película francesa llamada igual, aunque creo intuir que podría ser por cautela; no resultaba muy oportuno una película titulada “Crisis”, dada la crisis que el país atravesaba. Así pues, finalmente se tituló “Tocando Fondo” y, para mantener incólume el espíritu de la película, a este se le añadió el subtítulo “La película de la crisis”, resultando esto igual de incauto que el título inicial, pero de mayor comicidad.
Con todo el desbarajuste, resulta una comedia efectiva sin ser una cosa disparatada y que, gracias a sus millones de defectos y chapuzas, a día de hoy cobra un valor trash añadido, que en su momento no poseía.
Contradictoriamente, José Luis Cuerda, afirmó durante la rueda de prensa en su estreno, que se trataba de una película de la que estaba plenamente satisfecho, y no como con “El bosque animado” de la cual quedó insatisfecho a los pocos minutos de verla proyectada para el público —curiosamente, hoy, “El bosque animado está considerada un clásico de nuestro cine, mientras que de “Tocando Fondo” no se acuerda ni el Tato—. Quizá lo dijo en beneficio de la (truncada) carrera comercial de la película. También pecó de arrogante al afirmar con total convicción que con “Tocando Fondo” había realizado una película dentro de los registros de Billy Wilder. Con dos cojones. Sin embargo, muchos años después, poco antes de su fallecimiento, en una entrevista en la que se le preguntaba por todas sus comedias, al llegarle el turno a “Tocando Fondo”, el director, intentando pasarla por alto, afirmaba que no recordaba nada del rodaje de aquella película.
El reparto destaca por la sensación que dan todos los actores de estar ahí por el cheque, porque si Antonio Resines, como el dueño de este almacén de la discordia está dentro de lo que se puede esperar de él y resulta efectivo, también es cierto que Jorge Sanz, posiblemente sea uno de los peores actores de este país y, aquí muy particularmente, está para matarlo. Hay una escena en la que tanto el personaje de Jorge Sanz como el de Resines se emborrachan, desembocando esto en un diálogo de corte filosófico-etílico-barato, que provoca bochorno.
Asimismo, Icíar Bollaín, actriz que todavía no había desempeñado la tarea de directora por la que hoy es famosa —de hecho, ese mismo año rodaría el que fue su segundo cortometraje, “Los amigos del muerto”—, está igualmente espantosa. Eso sí, podemos ver sus domingas al aire, que son chupadas por Jorge Sanz en una escena de un gratuitísmo feroz. También tenemos como secundario a Manuel Alexandre. Completan el cast Sancho Gracia, Lola Baldrich y Fiorella Faltolyano, todos actuando con una desgana que casi dan ganas de invitarles a una mariscada, a ver si así se animan.
Si pueden échenle un ojo. No les hará ningún mal