A priori (al menos, que yo sepa) “Un ocupante inesperado”, thriller baratísimo de The Asylum, no parece que se aproveche de ningún éxito de taquilla reciente a su fecha de estreno. De hecho, quizá sea uno de sus primeros productos que tiran adelante por sí mismos sin necesidad de imitar a otro y, a día de hoy, The Asylum combina el lanzamiento de estos productos más estándar con los “mockbusters” de turno.
The Asylum se corona como la reina de las productoras de medio pelo y hogar para el jubilado y/o el actor dejado de la mano de dios, que da cobijo a ex estrellas que en su momento gozaron las mieles de éxito hollywoodiense y que, en cambio, ahora no les va tan bien. Y ahí es donde entra esta “Un ocupante inesperado”.
Una familia acaba de adquirir una nueva casa en la que emprender una vida nueva, sin embargo, al tratarse de una vivienda procedente de un embargo, cuando estos van con las maletas a instalarse, se encuentran con que al anterior inquilino no le sale de los cojones largarse de allí. Y además, amenaza a esta familia con un taser. Pronto esta gente pone en conocimiento de las autoridades dicha situación y consiguen echar a tan molesto inquilino, por lo que comienza la felicidad y la alegría… sólo que una vez instalados, el antiguo inquilino comenzará a tocarles los cojones de maneras cada vez más inquietantes.
Lo bueno de “Un ocupante inesperado” es que, como pasa con muchos productos de The Asylum sobre todo de los últimos años, uno se pone la película con el fin de echarse una siesta o tenerla de fondo cuando se encuentra con que —acostumbrado a que todas sean una verdadera mierda— resulta que no está tan mal y al final uno deja a un lado la siesta y decide completar el visionado de la película. Porque sin llegar a rozar algo medianamente bueno, “Un ocupante inesperado”, casi, casi, está entretenida, por lo que la acabamos de ver sin problemas.
En mi caso, el motivador para que yo pulsara al play, fue el reparto con el que la productora hace justo honor a su nombre, entonces, entre unos segundones e intrascendentes James Denton o Jaime Kennedy, nos encontramos a un mercenario Paul Sorvino que a estas alturas acepta todo lo que le echen y — ¡sorpresa!— una (todavía follable a sus cincuenta y tantos) Marlee Matlin que ustedes recordarán por ser la sordomuda de “Hijos de un dios menor”, intentando sobrevivir como actriz ya que su carrera, posiblemente debido a una discapacidad tan marcada como la suya (absolutamente condicionada al ser sordomuda) se quedó a medio camino de todo. Aquí, aunque tiene líneas de texto (verla doblada es una gozada porque, claro, la actriz que la dobla no es sordomuda pero intenta imitar la peculiar forma de hablar de este colectivo), no deja ni un momento, tanto ella, como el resto de los actores, de hacer el lenguaje de signos, para dejar claro al espectador que se trata de un personaje sordomudo. Y el personaje es sordomudo sencillamente porque la actriz es sordomuda, porque esta discapacidad no aporta nada al guion: podía haberse hecho exactamente igual con una actriz sin sordera. Pero claro, Marlee Martlin es una celebridad que tiene que comer…
Lo curioso de todo, es comprobar cómo unos buenos actores pueden mejorar sustancialmente una película. Porque Paul Sorvino, aunque aquí no tenga un papel para su lucimiento, es un buen actor y, la Matlin, acostumbrada a las muecas y a la expresión facial, es una actriz que transmite mucho, por lo que, aquí, está muy bien. Entre eso y que la película en general es soportable, pues ¡oye! tan ricamente…
Dirige el asunto un tal Nick Lyon que, como es de suponer, ha dirigido tropecientos productos salchicheros para The Asylum y derivados.
Que más dará el director en una película de estas.