Cualquiera que nos visite asiduamente, sabe de nuestra devoción por el cine norteamericano. De nuestra simpatía por aquellas gentes. Al fin y al cabo, una gran porción de la subcultura que consumimos, casi cual oxígeno, surgió allí. En el país de las barras y estrellas. Es SU materia, ellos la dominan y conocen más/mejor que nadie (razón por la que, si han de pillarse un libro especializado, que sea yanki. Los que se hacen aquí suelen ser incompletos, zopencos y, generalmente, malas copias de aquellos). Así que pecaríamos de hipócritas y rastreros si nos diera por ponerlos verdes.
Ahora bien, que seamos muy pro-USA no significa, ni por el forro, que estemos ciegos ante sus defectos. Sus incontables irritantes manías. O, cuanto menos, los de la Norteamérica mainstream. Empezando por esa tendencia al positivismo, al babosismo, al buenrollismo, al "todo me gusta" sin cuestionarse nada, la obsesión con reivindicar y defender los valores familiares (ugh!!) y, muy especialmente, un exceso de emocionalidad que aplican a cualquier cosa, hasta resultar empalagoso y ridículo. Con lo superficiales y elementales que, solo ocasionalmente, parecen, sorprende ver lo demasiado en serio que se toman algunas movidas. Como el cine de terror.
No me va nadie a discutir mi adoración hacia el mismo, lo mucho que lo gozo y lo importante que es... pero siempre desde una óptica racional. Procurando no perder los papeles. Al fin y al cabo hablamos de películas, muchas de ellas facturadas con una mentalidad muy mercantil, muy capitalista, muy norteamericana. Y que estas den sentido a tu todo, es tan lamentable como aquel que, negándose a formar parte del sistema, se tira a la vida callejera porque un cantante que vive en una enorme mansión llena de comodidades lo esputó una vez, hace varias décadas, a través de un micro.
Paradójicamente, es a partir de que los fans del terror comienzan a hacer películas afines, es decir, aquellos que las aman y las ven como algo más que una fuente de ingresos, que estas se tornan insoportablemente malas. ¡Como echo de menos los tiempos en que las facturaban talentosos y solventes artesanos, sin especial predilección por el género, en lugar de fans auto-indulgentes!. Esos mismos artesanos que, curiosamente, demostraban mayor talento cuanto más les avergonzaba verse asociados a ese género tan incómodo. En el momento que arrancaron los halagos, sus carreras entraron en serio declive.
Sea como fuere, y recuperando la idea de que los yankis se toman el cine de terror demasiado a pecho, tenemos un ejemplo reciente con un documental en proceso de finalización: "Mental Health and Horror", dirigido por Jonathan Barkan. Es decir "Salud Mental y Horror". ¿Suena terrorífico, verdad?. Y no es para menos, ya que gira en torno a la supuesta capacidad de la ficción terrorífica para poner orden a los problemas mentales. Historias de gente desesperada, víctimas de abusos, con tendencias suicidas y tal, que vieron la luz a través de... ¡¡"Pesadilla en Elm Street", "Posesión Infernal", "La matanza de Texas", "Re-Animator" o "Viernes 13"!! por citar algunas de las más notorias. Habrá quien considere que es algo bonito, positivo e importante. Pues lo siento, pero a mi me parece una estupidez. Un rizar el rizo a la permanente desaliñada. La plasmación en imágenes de aquel concepto al que hacía mención en mi reseña de "Hail to the deadites" que copio y pego: "fans que consideran que el terror ejerce casi de cura para el cáncer, el tifus o la gonorrea". De vergüenza ajena, oiga.
Intentando comprender tal postura, en un alarde de extraña madurez y empatía, me pregunto si esta obsesión de unificar cine de miedo con temas serios y positividad jipi no lo motivará el hecho de que, en los USA, el "media" tiende más bien a considerarlo como mera carnaza e incluso mala influencia para las juventudes. Sus adoradores más talibanes no querrán sentirse como si formaran parte de algo maligno, algo sucio, y se encabezonan en demostrar que tras la pasión hacia estas pelis hay materia profunda, espiritual, e incluso -en el caso que nos ocupa- beneficiosa para nuestra salud. Loable intento, amigos, pero sigo creyendo que se equivocan. Nunca he comprendido como los hay que, a la hora de dignificar aquello que les gusta de cara a hacerlo aceptable para quienes lo desprecian, tienden a rebajarlo aplicándole adjetivos que, en el fondo, saben que no le pertocan. ¿Por qué marcarlo con las etiquetas que a ELLOS les dejen contentos? ¿Qué necesidad hay de recibir su aprobación, su visto bueno? ¿por qué situarse a su mismo nivel? Es algo que también podemos ver en la serie "Eli Roth´s History of Horror", donde intercalan interesantes pasajes prácticos e históricos con una absurda búsqueda de metáforas, simbologías y lecturas rimbombantes. No cabe en mis meninges.
El cine de terror es entretenido, divertido, banal, tontaina, formulático, violento, es explotación, es una fuente segura de dinero (me hacen gracia muchos pipiolos que separan terror de "cine comercial", sin entender que es el más comercial de todos los géneros, y de todos los cines), es MUCHAS cosas que habrá quien considere MALAS. Pero... ¡¿y qué?! Pues sí, ASÍ ES EXACTAMENTE, lo adoro por ello con orgullo, no tengo intención de cambiarlo, y aplicándole palabrejas e intenciones más elevadas únicamente logras mimetizarte con los mentecatos que lo desprecian. Anda y que les den morcilla.
Resumiendo, ¿veré el documental? Pues hombre, desde luego no puedo decir que lo espere con candeletas. Entre otras cosas porque, pal caso, lo que logrará es DAÑAR mi salud mental más que arreglarla. Aún así, enfocándolo como una comedia desternillante, igual podría funcionar.