Hace exactamente 20 años, en 2003, en pleno boom de las películas orientadas a adolescentes de principios de siglo (con cosas como “Gente Pez”, “Slam” y similares), los medios de comunicación dieron por saco noche y día anunciando el inminente estreno de una película cuyo máximo aval de cara a la promoción, era que se trataba de “la más barata del cine español”. No era cierto. Sin ir más lejos, un año antes se lanzaba directa a DVD -cortesía de "Manga Films"- una película de esta casa, “Fernando Project” de Naxo. Pero, claro, siendo llevada a cabo de manera totalmente amateur, abrazando dicho amateurismo como ejercicio de estilo, además de declaración de principios, resultó demasiado dura para tener cualquier tipo de repercusión en este país, y que se la considere siquiera película, así que no contó como tal.
Y sí, “La fiesta” fue barata de producir, 5.500 euros ahorrados por sus directores, pero “Fernando Project” había costado solo 50 euros. Ambas fueron grabadas en vídeo Mini-DV. Ergo, “La fiesta” no era verdaderamente la película más barata del cine español —de hecho, puede que ni siquiera “Fernando Project” lo sea—. Además, “La fiesta”, tras ser rechazada impunemente por un sinfín de distribuidoras, fue presentada en el festival de Cine Inédito de Madrid, donde la vieron gerifaltes de "Buena Vista Internacional" que percibieron un filón ante la buena respuesta del público, y le echaron a la película 150.000 euros más con el fin de rodar alguna escena adicional, remontarla e inflar el master a 35 mm, o sea, que ya no son 5.500 euros lo que costó, son casi 160.000.
Se trata de una sex comedy mal entendida, ejecutada, como es usual, por gente que conoce el género de puntillas, Manuel Sanabria y Carlos Villaverde, que aseguran tener entre sus influencias a la hora de desarrollar “La fiesta” películas como “Porky’s” o “Desmadre a la americana”. Para no quedar de garrulos con esas referencias, añaden una con algo más de prestigio: “Clerks”. El resultado de estas referencias da, sin embargo, una mezcla de las teleseries “Al salir de clase” y “Aquí no hay quien viva”. Y no lo digo por el matiz televisivo que tiene la película por culpa del vídeo barato en que está grabada, lo digo por el tono y el humor, y la relación tan extraña que tienen entre sí los personajes que, pretendiendo ser arquetípicos, al final rozan la parodia. Y no se vislumbra ni una sombra de “Desmadre a la americana”, mucho menos de “Porky’s” y tampoco de “Clerks”.
Vista en su momento, podía parecer un producto similar a tantos otros que se facturaban en celuloide en la época y el estar parida con cinta magnética suponía un aliciente. No distaba especialmente. Hoy resulta tan solo una mala comedia con diálogos e interpretaciones bochornosas.
Dos chicos y una chica comparten piso y reciben la visita del novio de la muchacha, un joven con tendencias ultraderechistas que desentona un poco en ese ambiente más o menos alternativo. Ese fin de semana decidirán hacer una fiesta y, para ello, llamarán a algunos amigos y a la cajera del supermercado. Por supuesto, se celebrará la fiesta y la cosa se irá de madre, dando pie a un buen puñado de situaciones surrealistas y enredos que desenmarañar.
El principal problema de la película es que tiene intención de industria, se concibe como un producto comercial y convencional, y de nada sirve el uso del vídeo Min-DV cuando la manera de grabar es idéntica a la de una producción estándar.
Pero a Sanabria y Villaverde les salió bien la jugada y, gracias a una agresiva campaña promocional —que explotaba hasta la saciedad un gag presente en el film entorno a un preservativo— en la que la mayor baza era anunciar a bombo y platillo el bajo coste de la producción, se consiguió un éxito de taquilla, obteniendo, al final de su periplo, la nada desdeñable cifra de 1,209.000 euros provenientes de casi 300.000 espectadores. Negocio redondo.
Por otro lado, a su elenco actoral luego le fue bien, ya que la mayoría acabó estableciéndose en la industria, algunos de ellos como interpretes de primera fila. Es el caso de Alexandra Jiménez, que hoy la tenemos hasta en la sopa o, con carreras más discretas, Norma Ruiz (“La herencia Valdemar”), Canco Rodríguez (El Baraja de la serie “Aida”) o César Camino, que salía haciendo de Pinocho en la película aquella de "Los Lunnis".
A sus directores tampoco les fue mal visto lo visto y después de esta dirigieron una película que es un absoluto placer culpable para mí, “Sinfín”, vehículo para lucimiento de Dani Martín, el de "El canto del loco", en el que formaba un grupo de rock de lo más marciano secundado por El Sevilla, Nancho Novo y Armando del Río. Esta era un exceso ultra-divertido. De ahí, Sanabria, directito a la televisión a dirigir series a cascoporro, mientras que Villaverde dirigió un corto posteriormente… y si te he visto no me acuerdo.
No obstante, ha sido interesante revisar esta película, porque pese a que en su momento tuvo su bombo y cierta repercusión, a día de hoy está completamente olvidada y, en consecuencia, resulta ser uno más de tantos horribles títulos que se parieron entre los años 2000 y 2010, probablemente la década en que peor cine español se ha realizado.