No es especialmente conocida, no goza de un culto exagerado y tampoco se la considera nada del otro jueves a pesar de ser cosecha de los 80 (del 87 más concretamente), pero "Gritos en Oldfield" es una pequeña peliculilla de "terrores episódicos" que, sin estar a la altura de "Creepshow", ni mostrar nada nuevo, ofrece 99 minutos de sano entretenimiento y alguna idea curiosa.
El tio de una recién ejecutada asesina cuenta a una periodista varias historias de miedo, todas ellas supuestos hechos reales acontecidos en el Oldfield del título. Estas varían en cuanto a calidad e intensidad, pero en general están todas muy sabrosas. La primera, la del necrófilo y el parto post-mortem, es especialmente cruda y malrollista. Le siguen otra sobre vudú muy ingeniosa, una tercera que se desarrolla en el fascinante mundo de los fenómenos de feria (los freaks, mismamente) y acaba con nota alta, gracias a la fábula de unos niños que siguen al pie de la letra lo que sus padres (convertidos en los mutilados trozos que forman un tótem) mandan y ordenan. Esta, sin llegar al tono truculento de la primera, tampoco se queda corta en crueldad.
"Gritos en Olfield" se mueve a caballo entre el terror más elegante, clásico y gótico y el horror puramente ochentero, con sus buenas dosis de sangre. Un proyecto muy ambicioso a pesar de unos evidentes escasos medios (casi todas las historias se desarrollan en épocas pasadas) muy bien resuelto por sus responsables.
Y es que este film está plagado de nombres populares o, directamente, muy respetados. En el reparto destacan el gran Vincent Price (en su biografía se vapulea a esta peli sin compasión), Martine Beswick, Clu Gulager, Cameron Mitchell o Lawrence Tierney entre otros. Detrás de las cámaras tenemos a Jeff Burr en la dirección, señor que luego firmaría cosas como "La matanza de Texas 3" o "El Padrastro 2", C. Courtney Joyner (habitual colaborador de Charles Band) al guión o Rob Burman en los maquillajes, pueden descubrirlo también en los créditos finales de "La Cosa".
"Gritos en Olfield" no cambiará la historia del género, pero tampoco será lo que se dice una mancha en el expediente. Mola.