Un David Carradine pre "Kill Bill" (ya había currado para Ray en "El poder de las armas" y repetiría aluego con "El diablillo caliente") interpreta al héroe de la función, un tipo que busca a su mujer (nada menos que una bastante más joven Brinke Stevens, ¡menudo viejo verde!), quien se supone es prisionera del mega-malo de turno, el simpático Sid Haig antes de renacer de la mano de Rob Zombie (y que, curiosamente, ejerce también de director de segunda unidad). La sorpresa que le espera al ex “Kung-Fu” no tiene precio. Por el camino se encontrará con una tipa, la irritante Dawn Wildsmith, que le ayudará en su misión, cargándose de paso a unos cuantos mutantes (tres tipos disfrazados igual que interpretan a un ejército).
La peli acaba resultando muy cutre y tremendamente pobre. Un único decorado (el resto es desierto), coches tuneados de modo ridículo (atención a cuando dos de estos salen por los aires por efecto de una rampa que podemos apreciar perfectamente) y ese "error genético" con aspecto de patata que, vamos, es cosa fina, realmente desternillante (de hecho, es lo mejor del pifostio).
Destaca especialmente la interpretación de Carradine. El tipo tiene toda la pinta de aburrirse tanto como el espectador, moviéndose pesadamente (la pelea final es de juzgado de guardia) y con absoluta desgana. Ni tan siquiera el pretendido humor cazurro que imprime su realizador ayuda a que la cosa sea salvable. Aún así, tiene su "gracia", aunque solo sea por el inconfundible (en algunos casos para su desgracia) toque Ray.
Y el helicóptero del cartel no aparece por ningún lado.