miércoles, 21 de marzo de 2012

TERROR CANIBAL

Unos individuos, hombres y mujeres, que no paran de soltar tacos y maldiciones todo el tiempo y sin venir a cuento, secuestran a la hija pequeña de un empresario con la intención de cobrar un rescate. Así, se la llevan a la selva, donde además de otra gente que aparece por ahí sin saber por qué, también hay caníbales.
Los entrañables canallas de “Eurociné”, estandartes del cine “trash” europeo de peor calaña, llevan a cabo su propia película de caníbales, que se nutre de otras películas de caníbales, así que con este TERROR CANIBAL, podemos decir eso tan bonito de “Es una xplotation de otras xplotations”, lo que la sitúa en los más bajo de la escala de las heces tornadas celuloide. Con un descaro que ríete tu de todo lo demás.
Y la cosa es rara: la película la firma un tal A.W Steeve, seudónimo este bajo el que se ocultan –según imdb- nada menos que Allain Deruelle, Oliver Mathot y nuestro artesano Julio (“Con las bragas en la mano”) Pérez Tabernero. A saber. Lo que si que hay claro es que Tabernero dirigió la película, y para ello no se fueron a las exóticas Islas Filipinas, o al siempre peligroso Amazonas, que va… se fue a Alicante, y en medio del campo, rodó esta mamarrachada, que es al fin de al cabo lo que es este TERROR CANIBAL, una mamarrachada de tomo y lomo.
También se dice que en el guión ¡¡Escrito a seis manos!! Colaboró Jess Franco, lo cual, desde luego, no es de extrañar. Lo extraño es que en este pedazo de queso fundido –con moho- necesitase de tanta gente para ser llevado a cabo.
La película, funciona para bostezar. De hecho, efectivamente, hay caníbales de por medio, pero ese terror del que hace gala el título no hace acto de presencia en ni uno solo de sus fotogramas. ¿Si sirve para reírse? Si, pero no. Es decir; la película es abuuuurrida como la peor muestra del arte y ensayo más feroz, y la agonía está patente en la mayor parte del metraje, ahora bien, el tema caníbales, es lo mas hilarante visto en cualquier película de caníbales. Como TERROR CANIBAL, no es una película en la que se haya invertido demasiado dinero, pues no se fueron mas allá de la periferia a solucionar el tema de los nativos, así que contrataron gitanos locales para, con un taparrabos, y un poco de pintura, solucionar esa cuestión. ¿Qué es lo que pasa? Que no dan el pego ni de coña. Se ve perfectamente que son gitanos, con sus patillazas lolailas y con sus tatuajes de Cristo en el pecho. Incluso hay alguno con serios problemas de alopecia. Además, ni puta idea de actuar, ya que estos, dando caza a sus víctimas o haciendo danzas tribales, se descojonan sin ningún tipo de problemas, se miran entre ellos de manera cómplice, o sonríen a la cámara sin ningún tipo de pudor. Además por si no quedaba claro, el montador se reitera colando una y otra vez el mismo plano, con los gitanos celebrando un ritual en el que se descojonan ante la cámara. Y eso con unos planos, que ningún director en su sano juicio hubiera dado por buenos. Aquí no solo son buenos, si no que hacen que el metraje sea un poco más extenso.
Deudora, por supuestísimo, de HOLOCAUSTO CANIBAL, en esta también los protagonistas son malos, y con unas intenciones horrorosas. Hasta ahí bien… el tema es que los caníbales no se los zampan por tradición, “Modus vivendi” o supervivencia… se los comen porque son mala gente, a la gente buena no se los comen… o así se lo explican al policía que va a ver que pasa con la hija del empresario que ha sido secuestrada.
Por otro lado, tenemos a Antonio Mayans, malo malísimo de la función, que sobreactúa de manera vergonzosa, agitando tanto los brazos, que casi parece un rapero, y violando, solo por que le apetece, a una señorita que andaba por ahí. Entre eso y su, en este caso, increíble parecido con Camilo Sexto, tenemos las carcajadas servidas. Pero no se confíen, yo soy de risa floja. Y estos excepcionales y divertidos elementos, están introducidos con cuentagotas en la película, que es un tostón inaguantable.
En terrenos gore, no hay mucho nuevo: sustitución de un cerdo muerto por una señorita cuando toca abrir en canal y devorar las vísceras, y los gitanos mordiendo como pueden la casquería. Aunque hay un momento – y corríjanme si me equivoco- que los gitanos, en una de estas parecen comer ¡¡¡frankfurts con kétchup!!! Como diría Ford Fairlane: “Increible-ble!!”.
En resumidas cuentas, soportar el sopor merece la pena, aunque sea solamente por ver a una serie de gitanos en gayumbos comiendo perritos calientes. Además es un clásico en lo suyo.
Hay que verla. Eurociné