Si me preguntan de qué va la película, yo tengo que
responderles que ni puta idea. Ya que si al comienzo de la película, la cosa va
de unos extraterrestres que se aparean y preñan en cuestión de segundos a una terráquea
dentro de su nave (que es el interior de
una discoteca ¡Como en “El E.T.E. y el oto”!), pronto eso es el resultado de
una especie de performance en la que una serie de actores trabajan para una
audiencia que llevan caretas de monstruos.
Por si eso fuera poco, pronto aparece el propio Franco para
darles instrucciones de lo que tienen que hacer, o filmarse el mismo delante
del espejo de donde transcurre la acción, sin que los actores dejen de
interpretar sus papeles. Pero es que eso no es todo… los actores saltan de un
personaje a otro, de escena a escena, sin inmutarse, y sin que el espectador
sepa muy bien si el personaje que está en pantalla es el tal Flannagan o el tal
Gutiérrez, ambos interpretados por Tony Skios (o sea, Antonio Rebollo), en
muchas de las escenas, con la misma ropa ¡una locura!
La peli en general, es una serie de tonterías filmadas, unas
con más gracia, otras con menos, que sirven como material de relleno para lo
que esta película “S” viene vendiendo, que no es otra cosa que las escenas de
folleteo. Erotismo soft en este caso.
Sin ser el colmo del entretenimiento, si que sería una de
las películas más visibles del señor Jess, y toda una oda al histrionismo por
parte de los actores (Robert Foster, está enorme, en su salsa, desgañitándose
si es preciso).
Junto a los mentados Skios y Foster (Antonio Mayans),
tenémos a Lynn Endersson, y, como no, entradita en carnes, a Candy Coster, o lo
que es lo mismo, Lina Romay, asumiendo con estoicismo, y alegremente, su
protagonismo.
Un desbarajuste personalísimo, un caos técnico y artístico
maravilloso y una comedia surrealista y pizpireta como pocas.
En definitiva, una película de “gente feliz”, dónde,
efectivamente, el sexo está como una puta cabra.
Muy recomendable.