Se trata de una película francesa con aspiraciones internacionales
que apenas salió de territorio nacional, en la que un niño se queda dormido y
cuando despierta, sobresaltado, se encuentra con que está en un mundo de
fantasía, donde se aloja en un submarino comandado por otro niño pelirrojo que
fuma como un carretero, un mono blanco a lo Copito de nieve (en realidad un
señor disfrazado que, claramente, mantiene un paralelismo con el dragón blanco
Fujur de, otra vez, “La historia interminable”, y que responde al nombre de
“Mono”, quizás en alusión a “Momo”) y una princesa a la que rescata de una
muerte segura. También rula por ahí Harvey Keitel, cuando estaba la hostia de
olvidado, haciendo de “El Zorro”, pero que, intuyo, por problemas de derechos
pasaría a llamarse “La Leyenda”. E incluso, extraterrestres.
Y aunque vemos mogollón de cosas chulas, la falta de
argumento o la incapacidad del director para contar una historia llevan a la
película al traste. Eso por no hablar de los pobretones decorados. Si en “La
historia interminable” el reino de Fantasía se recreaba en enormes decorados con más o
menos acierto, en “Dream One, Sueños Interminables” se intenta que esos mundos
mágicos quepan en un cuarto trastero.
Y si toma elementos “inspirados” en “La historia
Interminable”, “La Princesa prometida" no es menos expoliada, introduciendo en
la historia a una princesita de no se donde, y aun heroico caballero con
espada, que como ya he dicho, hace a Keitel parecer un retrasado.
Se que todos estos elementos pueden hacer parecer a esta
película algo divertido, pero no se engañen; es el coñazo más grande de la
historia.
Como curiosidad, decir, que el mono blanco de la caratula
es mucho más bonito y entrañable que el que aparece en la película, y que el
adolescente que le toma en sus brazos no está por ningún lado.
Dirige el bodrio Arnaud Sélignac.